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miércoles, 13 de diciembre de 2023

Villa Española: Montescos contra Capuletos

Fuente imagen: Telenoche
La guerra narco se instaló en el barrio de Obdulio Varela, los tiroteos se hicieron moneda corriente noche tras noche. Ruidos de una violencia que se traduce en muertos de diferentes bandos, incluida gente inocente que nada tiene que ver con las disputas originarias. Son los Montescos y Capuletos orientales, que -en esta ocasión- se llaman Suárez y Albín, clanes familiares enfrentados en una lucha territorial por disputarse el predominio del viejo y querido barrio del Negro Jefe. Es la decadencia hecha carne en disputas sin otro sentido que hacer valer su autoridad a cualquier precio. Una escalada que se dejó crecer a un punto de no retorno pues cada muerto es una declaración de venganza firmada con sangre…

Tras mucho tiempo sin tener noticias suyas, se conoció la información de una reunión interinstitucional en el barrio promovida por el joven director de Convivencia – Matías Terra. Era hora! 

Se oyó la palabra del alcalde del Municipio D -Gabriel Velazco- desfilando por los medios de prensa reclamando alguna intervención ante una escalada de violencia que ya produjo varios asesinatos y promete muchos más. Los mensajes se viralizaron rápidamente por las redes sociales y en las propias calles del entorno del viejo predio de la FUNSA, los carteles amenazantes elevaron aún más la apuesta.

Los clanes familiares -que otrora supieron tener un buen relacionamiento- rompieron los códigos hace tiempo y las nuevas generaciones se disputan el liderazgo en un fuego cruzado que no mide consecuencias. Aunque se diga que el disparador fue la muerte del joven Ezequiel el último día de noviembre, las diferencias son de mucho tiempo atrás según se consignó en nota del Observador días pasados.

Enfrentamientos que han llevado a rutinas de seguridad a los miembros de uno de los clanes involucrados, los que montan guardias y aplican medidas de seguridad propias de escenarios de guerra. Y no es para menos pues les va la vida en el cumplimiento de esos rituales.

Lamentablemente ese es el ritmo que han impuesto en una populosa zona de Montevideo, que se ha convertido en una zona roja al ritmo de la metralla que generan los enfrentamientos. El escenario se completa con la reacción como respuesta, dejando en claro que hay una evidente falla en la prevención de este tipo de conflictos que se dejaron crecer durante mucho, demasiado, tiempo.

Explorando causas

Todo tiene una explicación posible, y si bien seguramente no haya una sola, se pueden ensayar algunas hipótesis de lo que ha permitido esta escalada de violencia en el barrio. Una de esas razones está en la ausencia casi que absoluta de patrullaje nocturno, una carencia que sin ser nueva se acentuó con la retirada del PADO de la zona, y la modificación impuesta a esa modalidad de patrullaje ni bien iniciada esta administración.

Las unidades policiales de alta dedicación operativa que lo constituyen pasaron a depender de cada Jefatura, y no ya del Centro de Comando Unificado, lo que le dio discrecionalidad al Jefe de Policía en desmedro del comando encargado de la confección de los mapas de calor (la geografía del delito y del crimen organizado a partir del impacto de las denuncias). Esa discrecionalidad en el manejo de recursos humanos de alta disponibilidad le dan un marco de acción ejecutiva que le permite cubrir servicios que se descalzan por ausentismo, en detrimento de un servicio de patrullaje originalmente pensado para otros fines.

Asimismo, la precarización de los registros de las denuncias, el no uso de las tablets de forma adecuada, la imposición casi reglada de acudir a una comisaría de forma inexcusable para radicar denuncias, y/o el retiro de los becarios de las seccionales, incidieron de forma notoria en la depreciación de la calidad de los registros. Todo lo cual tiene un impacto directo en la merma de los datos estadísticos -bajan las denuncias lo que no implica que bajen los delitos- y repercute en la planificación operativa de la respuesta policial. Porque, si los registros pierden calidad la respuesta también en tanto parte de un dato falso o menguado de la realidad. En suma: podrán ventilar que bajaron las denuncias, pero la gente no percibirá ninguna mejoría y las balaceras serán su termómetro.

La guerra al microtráfico está perdida hace tiempo, y las formas de combate han caducado con total éxito. Una boca cerrada hoy está abierta al rato, ya ni siquiera al otro día. Las luces de las calles se apagan por orden del narco y pasan los meses sin que vuelva la luz al barrio. El miedo es el único peaje que pagan los vecinos, y el Estado en retirada permite que eso suceda.

Se llenaron la boca hablando de la autoridad, pero solamente la aplicaron contra estudiantes y trabajadores, mientras que dejaron que crecieran fenómenos como el que explotó ahora en Villa Española.

El Villa está caliente, el miedo se percibe por las calles y al bajar el sol el tránsito de gente merma considerablemente. Las noches de este incipiente verano se alteran un día sí y otro también por el ruido de los escapes libres de las motonetas que circulan en la madrugada o el tableteo incesante de letal metralla que nos dejará otro muerto más en el barrio, a la mañana siguiente.

Ojalá esta reunión que hoy se promueve sea el comienzo del fin, porque nadie quiere vivir en la inseguridad de saber si llega sano a su casa.

Es hora de parar esta infame guerra sin sentido; una guerra por el predominio de nada, y en la que la vida tiene el valor de una bala.


el hombre ya no salía al portón,
el perro tampoco de su casilla… 


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