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martes, 1 de marzo de 2011

La utopía, ese motor invisible

Publicado en La ONDA digital

Se está haciendo crónico el hecho de criticar al Presidente Mujica por su inocultable opción de reforzar con dichos y hechos su apoyo irrestricto a la política económica trazada. Si bien es cierto que con el primer gobierno del FA se estabilizó y orientó seriamente el rumbo que hoy marca el crecimiento sostenido del país, también es cierto que hoy se reclama una mejor distribución del ingreso y en eso está el gobierno… ¿o no?

Fue hasta un exceso soportar los reclamos de fuertes gremios que pujaban por obtener para sí un mejor “reparto de la torta”, defendiendo sus derechos al precio de resignar los del resto de la ciudadanía que es quien genera los ingredientes de la confitura, al fin de cuentas. Así tuvimos semanas de mugre inundando la ciudad, tironeos que amenazaron dejar sin sueldos a los trabajadores o sin efectivo los cajeros del principal balneario, corriendo el riesgo de empañar los resultados de una de las mejores temporadas en muchos años.

Todos tironeos en procura de una utopía propia y egoísta que protegiendo el árbol descuida al monte. Tamaña estrategia lleva –a nuestro humilde criterio- a la soledad absoluta con el consecuente efecto de devolver a la utopía su efecto inalcanzable. ¿Es eso lo que se persigue cuando soñamos con ella? ¿No es acaso lo contrario? Perseguir un sueño es enfocarse en él para trabajar hacia el objetivo de su concreción, pero en la obtención del sueño propio no podemos hipotecar el sueño colectivo porque –seguramente- al final logremos el objetivo personal al caro precio de su disfrute en un colectivo insatisfecho. Dicho de otro modo, la felicidad personal se disfruta mucho más cuando también hay entorno feliz. ¿Acaso no lo vivimos durante el mundial de Sudáfrica 2010? Un hecho deportivo fue capaz de eliminar nuestras diferencias y terminamos abrazándonos con desconocidos (uruguayos como nosotros), y eso hacía de la ocasión una fiesta. A ninguno se nos ocurrió gritar “bajito” y en solitario el penal de Abreu, buscamos compartir la alegría con quien estaba al lado… Que era otro uruguayo como nosotros.

Entonces, si un hecho como ese fue capaz de aglutinarnos y dejarnos soñar con el logro máximo de volver a ser campeones del mundo, ¿por qué no podemos seguir el mismo camino en otros aspectos más permanentes como la vida misma? En el afán de obtener logros parciales no parece lógico olvidar el logro general que nos abarca como país.

Personalmente trabajo por crecer cada día, pero no me olvido que así como pinto mi casa para que luzca más bonita, también quiero que se luzca mi barrio, que progrese, que esté más limpio, que el vecino trabaje y progrese también, que los niños disfruten del juego en sana convivencia, y así todos los barrios del país. Yo quiero vivir la utopía transformándola cada día para que no se quede quieta y crezca a la par de un Uruguay que soñamos para nuestros hijos. Un Uruguay que nos contaron nuestros padres y que parece asomarse cada vez más grande en el horizonte.

Resta mucho por hacer, y nos necesitamos todos. Nos precisamos para compartir todas y cada una de las utopías personales, esas que construyen la gran utopía de un país con justicia social en donde los uruguayos vuelvan a ser campeones del mundo.


el hombre empezó a escribir de nuevo,
el perro volvía a ladrar loco de contento…