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miércoles, 26 de mayo de 2021

Dignidad y respaldo policial

Duras horas vive el país afectado por una pandemia que no cede, los datos siguen aumentando la tragedia en una carrera contra las vacunas que parece no encontrar el punto de llegada todavía. Las cifras siguen siendo espeluznantes y el sistema sanitario continúa en una crítica afectación que solo disminuye a razón de las muertes que liberan camas de los CTI. Por si ello no bastara, la inesperada muerte del ministro Jorge Larrañaga impactó en todo el ambiente político uruguayo sin distinciones. Una pérdida sensible para las filas oficialistas que tuvo el merecido reconocimiento de la oposición a un rival político de fuste que representaba el último bastión de un deprimido wilsonismo en filas nacionalistas. “La muerte es un buen sponsor”, alcancé a leer en redes sociales y la muerte del Guapo no sería la excepción. Se murió un dirigente de los pesados, alguien que atravesó un proceso de resiliencia que nunca imaginó, al punto que –seguramente- le llevó a descuidar su propia vida. No cualquiera aguanta la presión de una cartera como la del Ministerio del Interior. El duelo se hizo sentir fuertemente, las semblanzas estuvieron en la primera línea y el reconocimiento llegó a extremos exageradamente dimensionados que la realidad no soporta. La dignidad y el respaldo policial que le reconocen al extinto no pasaron por el bolsillo ni la profesionalización de los policías, mucho menos por la renovación tecnológica, uniformes decorosos, armamento adecuado, o la existencia de recursos disponibles para la función, aspectos todos, atendidos por la anterior administración. Pareciera ser que el reconocimiento que admiten hasta los sindicatos es a una forma de gestionar donde prime la lógica de “se acabó el recreo”, sin más argumentos que la fuerza misma.