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lunes, 26 de abril de 2010

Gestos de Estado

El gobierno de José “Pepe” Mujica comenzó movido, algo de lo que nadie pudo asombrarse pues, de pique –una vez laudada la segunda vuelta- dio señales al respecto. Seguramente muchos reconfirmamos conceptos al contemplar que los cambios pretendidos, los que comenzaron a gestarse en el gobierno de Tabaré, tenían lógica continuidad con el plus de aumentar la apuesta en algunos aspectos.

Y vaya si se nos desacomodaron las estanterías cuando el Presidente lanzó su propuesta de prisión domiciliaria para los mayores de 70 años (que incluiría a los presos por delitos de lesa humanidad). Allí se nos complicó el asunto pues nadie entendía por qué se embarcaba a tratar un tema trascendente y fundacional para los frenteamplistas, principalmente. Máxime si consideramos que los “beneficiados” por dicha idea no superan la decena de personas.

Durante la campaña –y mucho antes también- escuchamos decir al hoy Presidente Mujica, que el tema de los desaparecidos y la reconciliación nacional con las FFAA, solo se lograría una vez muertos los protagonistas de los acontecimientos (incluido él mismo). Algo sensato y coherente con la realidad que marca una división clara entre dos colectivos que no se resignan a bajar sus banderas. Sin embargo, el propio Mujica -ungido Presidente de los uruguayos- cambia aquella postura y emprende el mayor acto de generosidad que puede dar un mandatario al asumir la tarea de restañar las heridas que un día lo tuvieron a él como protagonista. Ese gesto superior lo enaltece al punto de arriesgar la pérdida de apoyos incondicionales dentro de su fuerza política.

Pero el tema así como nació murió, no sin desazón en quien vislumbra -mucho más que el resto de los orientales- el monte antes que al árbol. Eso agranda su estatura y aunque no consiga el objetivo, lo catapulta para dimensionar su investidura. A tal punto que le permite ensayar otros caminos que conducirán al mismo puerto, el de la reconciliación nacional.

Y los gestos, cuando los da el primer mandatario, adquieren una estatura tal que es imposible soslayar. No puede -ni debe- recibir en respuesta, gestos de menor altura. Gestos que comienzan a darse para bien de todos los uruguayos.

Uno de esos gestos fue la bandera tupamara que el Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea, José Bonilla, entregó al Presidente. Algo que descolocó a Mujica por lo impensado, pero que tiene una simbología enorme.

Podrá decirse que el camino directo a la reconciliación pasa por decir la verdad acerca de los desaparecidos y el destino de sus restos, pero también es cierto que los uruguayos nos debemos el empezar algún día a encontrar caminos comunes y el Presidente invita a transitarlos desde ya.

El papel que reserva a las Fuerzas Armadas no es menor ni desentona con la idea, sino todo lo contrario. Es hora de ejercer la alta política, aseveró en Durazno, dando comienzo así a urdir ese entramado indispensable de recomponer una relación que jamás debió romperse entre la sociedad y sus hombres armados para defenderla.

No es menor la circunstancia de quien es el impulsor de la propuesta, nada menos que uno de los protagonistas que pretende, en vida, marcar el rumbo, a sabiendas que no recibirá los frutos de su empresa. Una sabia y generosa percepción que merece considerarse para construir esos espacios comunes tan necesarios.

Hoy hablar de políticas de Estado es una constante impuesta por quien vislumbra un país soñado y quiere compartir el sueño con sus semejantes. Llegó la hora de abandonar definitivamente (aunque sea en forma lenta pero inexorable al fin), esos chacrismos que nos dividen y separan. Llegó la hora de empezar la verdadera reconstrucción de un país que necesita de todos y a todos. Llegó la hora de dejar atrás rivalidades extremas para encontrar ese conjunto de elementos que nos hacen parte de un mismo colectivo.

Llegó la hora de gestos de Estado. Enhorabuena.



El perro tenía la carbonera puesta,
el hombre una tricolor.
Pero igual estaban juntos esperando el partido...