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miércoles, 30 de diciembre de 2015

Perdónalos Señor Inspector




El cardenal Sturla hizo un exhorto terrenal -el espiritual ya lo tiene asegurado- a las autoridades para que las mismas tengan tolerancia superior al cero con los sacerdotes que beben vino en la eucaristía, ante la promulgación y vigencia (en pocos días más) del cero absoluto en los controles de alcoholemia a los conductores. Un pedido tan inesperado como improcedente por cuanto a esa excepción se le sumarían cientos de otras que también reclamarían el mismo derecho. Ya ocurrió con el caso de los someliers, y no sería de extrañar que de otras religiones reclamaran su derecho a ser tolerados de la misma forma. Esto también vale para otros casos en que se han pedido prerrogativas especiales ante la inminencia de controles que apuntan al beneficio colectivo, con la renuncia de alguna porción de libertad individual.


URGENTE: se necesita Sacristán con libreta

El Arzobispo de Montevideo, representante del Papa Francisco ante el clero uruguayo, realizó su pedido como si fuera lógico: “Yo entiendo que habrá el suficiente sentido  común (de parte de los inspectores) que pese en el caso que un sacerdote que solo haya tomado lo que es obligatorio en la misa y no tenga problemas con el 0%”, explicó la máxima autoridad de la Iglesia Católica en Uruguay en De Ocho a Diez de Radio Uruguay.

Pues el sentido común debió advertirle al prelado que su pedido carece del sentido común que exige por cuanto el mismo y común sentido indica que el sacerdote que ofició misa cumpliendo el ritual consagrado bien puede auxiliarse de otro conductor que le traslade como hace cualquier persona que bebió y es consciente de haberlo hecho. Solicitar una excepción a esa norma llevaría consigo otros pedidos de otras profesiones y/o religiones que también tienen el mismo derecho a ser contemplados.

Cuando existen alternativas posibles resulta incomprensible que se apele al camino más fácil y directo sin explorar esas alternativas, ya que de hacer lugar al pedido rápidamente se inhabilita el instrumento creado. Aquello de hecha la ley, hecha la trampa, regiría sin piedad en esta circunstancia.

Lo mismo ocurrió en ocasión de la puesta en marcha de El Guardián que el Ministerio del Interior incorporó como instrumento para combatir al crimen organizado. Ante la inminencia de su puesta en funcionamiento, no faltaron los pedidos de excepcionamiento entre los cuales los abogados defensores hicieron valer el suyo. El argumento fue que debían preservar el secreto profesional con sus defendidos, y por tal razón debían integrar una lista blanca que se asegurara -legalmente- no ser interceptada por dicho software.

La respuesta parece por demás obvia, ya que existe alternativa a que se mantenga indemne dicho secreto profesional y es que los defensores mantengan entrevista directa con sus defendidos trasladándose a los centros donde están recluidos y con ello salvan su confidencialidad con todas las garantías. Pedir que no les alcance un instrumento como ese es pedir una especial prerrogativa que vulnera principios fundamentales que todos debemos cumplir.

Volviendo al tema de los sacerdotes, las alternativas que se me ocurren son varias y fomentarían la contratación de personal en los centros católicos o la reestructura de los tradicionales puestos que se desempeñan en ellos. Así el sacristán deberá tener libreta de conducir (no incluyo a los monaguillos porque generalmente son niños o adolescentes, aunque si superan los 18 años bien que podrían hacer de chofer al cura). 

Y esto sin hablar de una veta comercial que se abre con esta disposición y que seguramente pronto llegará a las Iglesias: vino sin alcohol. O, en una de esas, el Papa impone en el próximo concilio ecuménico la sustitución del vino por jugo de uva o por cerveza (sin alcohol por supuesto), aunque esto último resultará una herejía imposible de sobrellevar por más calor que se alegue en su defensa.




el hombre mostró el cuello blanco,
el perro ladró con aliento a vino...

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