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viernes, 23 de septiembre de 2011

Contracultura nacional

El rollo de papel ya describe su trayectoria por el aire cargado de gritos de bronca en la noche parquense. A escasos minutos del arranque del segundo tiempo, la historia la definiría un simple rollo de papel devenido en objeto contundente. El línea acusó el impactó y la noche se oscureció definitivamente para los “Gallardo’s” intereses bolsos. Paradójico: cuesta un montón de  tiempo y esfuerzo construir una identidad propia por la no violencia, pero alcanzan escasos segundos para destruirla. 



Un partido de fútbol debería ser una fiesta por donde se lo mire, sin embargo es un hecho reiterado hablar –pos partido- de hechos extra fútbol que empañan la fiesta. Como si los éxitos de nuestro combinado nacional no alcanzaren. Como si tanta gloria merecida, celebrada y añorada por tanto tiempo, no fuera suficiente para abonar en la construcción de conductas positivas.

Nos consta el tremendo esfuerzo que ponen las autoridades tricolores en temas de seguridad de sus espectáculos deportivos. Nos consta y nos duele que un espectador inescrupuloso, no haya medido las consecuencias de su accionar. No medimos intencionalidades, no es necesario hacerlo. El solo hecho objetivo basta para medir las consecuencias del mismo: suspensión del cotejo y suspensión (que vendrá sin dudas) del escenario. Un escenario que es un lujo orgullosamente logrado por esta directiva que hoy padece el contrasentido de una in conducta nacional. Una especie de contracultura nacional que atenta contra los intereses de un colectivo que merece mejor suerte.

Una contracultura que también se da en algunos con responsabilidades mayores que las de un simple hincha o espectador. En momentos de ocurrir el hecho que desencadenó la suspensión, llegaron a esgrimirse argumentos como que la terna estaba vestida con los colores del tradicional adversario. Algo que por cierto no deja de llamar al asombro. ¿Cómo puede argumentarse siquiera que ello pueda usarse como atenuante del incidente? ¿Acaso ello justifica algo? Por supuesto que no, pero la sola mención llama al desconcierto.

Y ojo que quien esto escribe es bolso por convicción desde que un tío me llevó por primera vez al Estadio Centenario a ver un clásico con la firme intención de hacerme hincha de Peñarol consiguiendo exactamente lo contrario.

Otros argumentos que se escucharon fue una supuesta simulación de parte del línea agredido, o que una situación similar en Argentina no tuvo igual desenlace (agresión a Martín Silva, partido Defensor- Independiente). Todos argumentos que no pueden ser de recibo nunca. En este caso, solo podíamos asumir la responsabilidad por el hecho, y –lo que corresponde- es dar un ejemplo contundente: que las cámaras del Gran Parque Central, identifiquen claramente al agresor y se tomen las medidas que correspondan.

El partido ya es cosa juzgada. Lamentablemente la noticia recorre el mundo y una vez más somos centro de atención por un hecho negativo. Tanto esfuerzo en lograr la mejor ubicación en el ranking mundial de FIFA parece caer en saco roto a la hora de ocurrir hechos de este tipo.

Pero saquemos lo positivo aún de lo negativo. En este caso algo falló y es evidente. Falló la previsión, pues aún cuando quien lanzara ese rollo de papel no tuviera la intención de provocar un daño al línea, bien pudo prever el hecho y evitar un daño físico a una persona. Pensemos por un instante en ese aspecto. Aún pensando en la falta de intencionalidad, el hecho ocurrió porque no se previó. No lo previó el lanzador del objeto ni tampoco quienes estaban a su lado. Algo tan simple como eso. Es necesario mayor involucramiento de todos. No basta con acciones individuales, si el colectivo no está compenetrado con la misma causa.

En materia de seguridad pasa algo similar. Si no hay participación de todos (o de la mayor cantidad de gente posible), el resultado será escaso o nulo. No alcanzará entonces contar con un precioso estadio, ni con la mejor tecnología si no se lo acompaña con compromiso y participación.

Esta vez la contracultura le ganó a la cultura. Un tropezón que no debe abonar una caída mayor sino, por el contrario, ajustar lo necesario para aprender y mejorar. El resultado deportivo importa poco, tan poco que ni siquiera me duele haber perdido el partido.

Lo que más me dolió fue haber perdido un poco de cultura... nacional.


el hombre apagó la tele,
el perro festejó que esa noche no habrían bombas brasileras

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