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martes, 4 de octubre de 2011

Paros porque paras y paros porque no paras


Un paro de transporte más, (en tiempos que resisten cada vez menos medidas de ese tipo), se sumó a un paro de funcionarios públicos y a otro que se proyecta en la salud. ¿No será tiempo de aplicar otras medidas para reivindicar sus legítimos derechos sin afectar a otros trabajadores? En definitiva, son estos sufrientes quienes sostienen las economías de los que plantean las reivindicaciones.

Montevideo anocheció el pasado martes sin transporte colectivo; las paradas se llenaron de gente y una vez más se escucharon los reclamos de quienes debieron soportar la incomodidad del viaje de regreso a casa en condiciones anormales por la aplicación de una medida sindical en el transporte urbano.

Ya viene siendo hora de aplicar un poco de ingenio y sentido común por parte de la dirigencia sindical que resulta cuestionada hasta por sus propios pares cuando quienes más se perjudican son -también- trabajadores como ellos.

Parece un contrasentido, en estos tiempos que corren, que todavía no se evolucione al momento de efectuar los reclamos sindicales y se apele a prácticas que -legítimamente aplicables- generan en la población un rechazo cada vez mayor. Esa sola condición debiera ser argumento suficiente para apurar un cambio en la estrategia, y en la modalidad o práctica a efectuar como medida de reclamo. La paralización de servicios públicos -transporte, salud, oficinas públicas, etc- generan más perjuicios que beneficios pensando en el común de la gente que no es otro que quien sostiene finalmente a esos mismos servicios. Ese círculo se cierra inexorablemente con quienes resultan más perjudicados a la hora de la ejecución de las mismas y debiera ser objeto de análisis a la hora de votar su aplicación.

Que no se entienda esto como una simple crítica y menos como un ataque contra la libertad del ejercicio al derecho de huelga, que además de saberlo constitucionalmente consagrado, nos resulta un valor indiscutible que como tal queremos y debemos proteger. Es la aplicación que se hace del mismo -sin medir los daños colaterales que apareja- los que menoscaban su validez y resultan, a la postre, un elemento en discusión por parte de quienes más sufren la aplicación de las medidas.

Un paro de transporte -el que sin dudas se lleva la mayoría de los reclamos- tiene la desventaja de perjudicar a miles de trabajadores que sufren con la merma del servicio al momento de culminar la jornada laboral. Una medida que lejos de beneficiar a la masa trabajadora beneficia a la patronal que ese día lo toma como un día especial en el que retoman tareas de su época de trabajador, con el dulce sabor de aumentar los beneficios económicos (venden más boletos y a menor costo operativo al ahorrarse el jornal del trabajador que adhiere al paro).

Algo similar ocurre con otros gremios como el de la construcción, el cual ante situaciones de accidente trágico de algún obrero, detienen la actividad de forma casi inmediata. Una reacción lógica para quienes comparten la misma obra y pueden sentirse afectados por la circunstancia de perder a un compañero. Pero el resto de los asociados de la rama de actividad, deberían contemplar siquiera una medida más solidaria con la familia del accidentado y en lugar de parar perdiendo un día de jornal, trabajarlo y donar el mismo a los deudos del compañero que perdió la vida (que perdieron un padre y al sostén de la economía familiar).

Situaciones que dan para pensar, y rediseñar estrategias al momento de tomar medidas sindicales. Y eso sin siquiera poner en la balanza los perjuicios macroeconómicos que puede generar la detención de actividades en ramas estratégicas de nuestra pequeña economía. Justo en tiempos de bonanza y concierto mundial favorable -con el mundo aún en crisis Uruguay proyecta crecimiento con el aval de organismos internacionales de comercio- deberían contemplarse esos aspectos al momento de tomar decisiones que tendrán consecuencias para todos.

Sería buena cosa que resolvieran este dilema que se reitera cada vez que un paro afecta principalmente a los mismos trabajadores, quienes sufren directas consecuencias, generando sentimientos de antipatía y atentan contra la solidaridad que debiera imperar entre iguales.

En otras sociedades las medidas sindicales consisten en generar mayor producción alterando con ello el flujo comercial. Las propias leyes del mercado terminan siendo aplicadas inteligentemente en beneficio de los trabajadores que realizan el reclamo. Seguramente ello no sea aplicable a nuestra economía, pero en el mismo sentido, innovar no vendría nada mal, intentando alguna acción diferente a la hora de ejercer el constitucional derecho sindical.

Reinventar la forma de aplicar las medidas sindicales es un debe que nos merecemos todos, principalmente quienes más sufren a la hora de un paro de un servicio público.

el hombre arrancó la caminata,
el perro se sentó adhiriendo al paro


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