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lunes, 5 de febrero de 2024

Hoy no es un día cualquiera

Todas las muertes duelen, ninguna vale más que otra. Por eso es que hoy que lloramos la muerte de otro policía debería ser momento de empezar a desnaturalizar estas cotidianas pérdidas que han enfermado a la sociedad uruguaya. Nada es casualidad y responde a una trágica causalidad que la genera. Hemos asistido en los últimos tiempos a una escalada de violencia que, lejos de terminar, se nutre de más y más hechos a cual más virulento. Morir en la calle, en la cárcel o en el hogar ha pasado a ser un hecho frecuente para los uruguayos y salvo que nos pegue de cerca, no deja de ser una noticia más de la crónica roja incorporada a la agenda diaria. Hemos naturalizado la muerte violenta casi sin darnos cuenta, viene siendo tiempo de empezar a tomar conciencia para hacer algo que revierta la tendencia. Hoy no es, hoy no debería ser, un día cualquiera...

Noches violentas 

La noticia llegó a media mañana a los principales medios de prensa; en la madrugada, un equipo de policías había sido atacado a balazos en el barrio Marconi tras un procedimiento de rutina identificando a unas personas en el lugar. No menos de nueve detonaciones contra los uniformados los impulsaron a protegerse tras el móvil policial con la desgraciada consecuencia que uno de los disparos hirió de muerte a un compañero al que -según versiones de prensa- el tiro ingresó por la espalda por el único espacio que deja libre el chaleco antibalas, y le salió por el pecho. Nada pudieron hacer por salvarle la vida y hoy la fuerza policial llora a un caído en servicio.

La semana pasada, un enfermero dejaba el turno y llegando a su hogar en el barrio de la Unión fue acribillado a escopetazos para robarle una mochila. Los asesinos huyeron en una moto dejando exánime al joven trabajador a metros de su domicilio.

No hace muchos días, una pelea en el ex ComCar dejó sin chances de vivir a un joven de 21 años. Lejos de emprender un camino de rehabilitación, los presos uruguayos tienen asegurado el camino violento de vivir hacinados y sin salida alguna que los recupere. Como bien señaló Jaime Saavedra en un hilo de su cuenta de X, la construcción de plazas penitenciarias no garantizan ningún proceso rehabilitador. Por supuesto que el hacinamiento tampoco, pero es claro que hay que ensayar otros caminos para que no sigamos reproduciendo ni perfeccionando la carrera criminal en los recintos penitenciarios.

Todas esas muertes pudieron evitarse, como tantas otras. Algunos dirán que no tienen punto de comparación, pero todas se tocan y mucho. Son las caras de una misma realidad que debemos imperiosamente comenzar a cambiar si en verdad queremos vivir en paz y disfrutar de la vida en sociedad.

No será un camino fácil ni tampoco habrán soluciones mágicamente rápidas. El "milagro Bukele" ni es milagro ni es legal por más que nos quieran convencer de lo contrario. Además de que son situaciones diferentes que no tienen punto de comparación posible con nuestro país (los invito a leer un artículo de José Miguel Cruz al respecto).

Pero es imprescindible que demos inicio a un ciclo de recuperación de valores que hemos ido perdiendo con el tiempo, valores que fuimos dejando de lado en busca de la felicidad consumista que nos distrajo y nos apartó de nuestros colectivos para convertirnos en autómatas consumidores que hipotecamos nuestro tiempo libre para pagar los excesos de consumo. Nos transformamos en rehenes del plástico en cuotas. Dejamos a la familia abandonada a su suerte y con ella, a miles de niños que no encuentran en el seno del hogar el refugio y la contención que les permita crecer con alguna chance. Son miles, muchos, que nacen condenados al fracaso y al abandono; miles que se reflejan en oscuros espejos que los van moldeando de la peor manera.

Y encima quedan a la deriva de su propia y mala suerte, inmersos en la pobreza que no los abandona sino que los aparta cada vez más de las oportunidades. Si no atacamos a ese indicador nefasto de la pobreza infantil y damos un giro de 180º seguiremos profundizando el problema hasta llevarlo a un punto sin retorno.

La solución no es la mano dura ni blanda, sino la mano justa como solía decir el extinto Julio Guarteche, "el primer policía" que honró a la función policial durante las gestiones pasadas. No se trata de buscar más herramientas que sigan reproduciendo lo que ya tenemos. La muerte de este policía en el Marconi es una alerta: la noche empodera al crimen y aumenta los riesgos de cualquier operación de seguridad.

Deberíamos ensayar otros mecanismos que comprometan a muchos actores y no reducirlo todo a una mera operación de intervención policial. No deberíamos tener mayores discrepancias para emprender un camino alternativo a ese si en verdad queremos soluciones duraderas. La apuesta es a largo plazo, es hacer algo por y para los niños. Esos que no votan, pero que son el futuro de cualquier sociedad.

Cuando Tabaré Vázquez apostó por el Plan Ceibal dijo claramente que iba a invertir muchos recursos en gente que no lo iba a votar, y era cierto. Porque apostó mucho dinero por los niños para dotarlos de conocimiento y brindarle acceso a las nuevas tecnologías. Lo hizo desde el lugar de un estadista, uno que pensaba en el futuro de las nuevas generaciones.

Hace algunas semanas una columna en La Diaria de Fernando Esponda dejó de manifiesto el verdadero desafío que le espera al Uruguay de los próximos años sea quien sea el que nos gobierne. Lejos de ponderar el crecimiento y desarrollo del país por los indicadores tradicionales del PBI, indicadores GINI, IDH y el índice de pobreza, son otros mucho más relevantes para el futuro de la sociedad uruguaya los que deben preocuparnos y ocuparnos en lo inmediato. Son las tasas de prisionización exageradamente altas; los suicidios, los homicidios y la gente en situación de calle. A lo que se agrega de forma adicionalmente lógica la situación de los niños en los primeros años de su crecimiento, más con el revelador y denigrante dato actualizado de un incremento en los números de pobreza infantil de la actual administración.

Uruguay no tiene otra salida que invertir en sus niños, y mejorar los índices alternativos cruda y magistralmente expuestos por Esponda; solo así bajaremos los tristes índices de criminalidad que hoy siguen su tendencia al alza. 

De lo contrario, seguiremos teniendo días como el de hoy. 

Tristes y trágicos días, donde la muerte vuelve a ser noticia…



el hombre dejó caer una lágrima,
el perro hacía silencio en su casilla… 



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