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lunes, 27 de septiembre de 2021

Luis Alberto "Stirling"

En los gobiernos de Sanguinetti y de Jorge Batlle, el entonces Ministro del Interior – Guillermo Stirling- condujo la gestión de la cartera con un particular recurso que le fue muy eficaz: la empatía. A cada consulta periodística que lo enfrentaba con un grave problema de seguridad respondía posicionándose en el lugar del interrogador cual si fuera un ciudadano común. A preguntas tales como el grave estado de la inseguridad y su visión del tema, respondía redoblando la apuesta: “No estamos mal, estamos horrible!!”, de ese modo supo sortear su gestión con un nivel de aprobación envidiable a pesar de haber mantenido la precarización de la función policial en todos sus aspectos, con un conato de huelga policial que no llegó a tener la trascendencia de su predecesor blanco (Juan Andrés Ramírez). Una gestión que compartió con uno que hoy hace parte de la cúpula de seguridad desde la Subsecretaría – Guillermo Maciel- cuyo principal mérito fue la adquisición de “Las Latas” de Libertad, sin licitación y por un costo de casi U$S 3 millones. Pero si algo dejó fue una manera eficaz de comunicación que parece haber adoptado el actual Ministro, con la diferencia que este actúa con peligrosos niveles de saturación que le están jugando en contra. En efecto, abusar del recurso lo lleva, indefectiblemente, a una sobreactuación que lo expone al punto de no ser creíble. A todo lo cual le agrega una absoluta y evidente falta de conocimiento de la gestión, junto a una corte de asesores que le suministran información falsa que lo dejan expuesto y a la defensiva…

Candidato al Florencio

Un viejo zorro de la política uruguaya, eso es ni más ni menos, el actual Ministro del Interior. Con más de 35 años de actividad ininterrumpida como parlamentario, es poseedor de un acervo envidiable para cualquier político. Una experiencia que se suponía lo calificaba ampliamente para capitanear la cartera más complicada del Gabinete, con el adicional de cubrir una vacante inesperada tras la muerte de Jorge Larrañaga.

Su llegada parecía una jugada magistral que pondría en un lugar estratégico y harto complicado, a un viejo zorro político para administrar una usina de crisis como es el Ministerio del Interior. Pero la pandemia en retirada pronto empezaría a dejar al descubierto lo que Salamanca no te presta, y que no se puede cubrir si la Natura no te lo dio tampoco. Aquella habilidad presumida por sus antecedentes no se correspondería luego en la gestión de las sucesivas crisis que implica estar al frente de la cartera de seguridad. Y allí es donde le faltó alguna clase más de actuación porque está bien empatizar, ponerse en el lugar del otro, pero no se puede abusar del recurso y menos reconociendo que no se sabe nada de lo que se está gestionando.

Sus reiteradas salidas reconociendo su desconocimiento sobre la gestión de las cárceles no solo lo exponen ante sus subordinados sino que dejan un vacío enorme de su pasaje por el Parlamento ya que integró las Comisiones de Seguridad en diferentes legislaturas. Pero tal parece que se olvidó de todo. A tal punto que fue magistralmente definido por su falta de “talante” como expresara el senador Carrera, quien se mostró desilusionado ante los tremendos errores cometidos por quien creía estaba mejor preparado para asumir semejante responsabilidad.

Tanta exageración en el uso del recurso lleva implícito el riesgo de caer en el ridículo, al punto que pareciera que al término de sus conferencias de prensa habría que pedirle disculpas por las preguntas. El caso más notorio fue el del preso que se mantuvo secuestrado por casi 60 días sin que nadie se enterara, y que aprovecharon para salir a repetir sobre las carencias de un sistema al que han colapsado en poco tiempo, sin que tomaran medidas que lo previeran.

Vociferan -cada vez que pueden- sobre un Plan de Dignidad Carcelaria, pero la tranca es la regla, hasta en establecimientos que supieron ser modelos para la región y el mundo como la Unidad Nº 6 de Punta de Rieles. En tanto, desalojan a algunas ONG’s y dejan entrar a otras con absoluta discrecionalidad, las fugas no se informan, y el hacinamiento ya superó los niveles críticos permitidos. Todo, ante la insólita confesión de un Ministro que asume que “de cárceles no sabe nada”.

En ciernes de lo que será un seguro referéndum contra 135 artículos de la LUC, no vacila en salir al ruedo abusando del dominio mediático para faltar a la verdad con miras a defender la muy probable derogación de dichos artículos. No tienen filtro y mienten de forma descarada con tal de imponer el falso relato que les permita sortear el recurso interpuesto, apelando al miedo como premisa.

No es cierto que se liberen presos si se derogan los 33 artículos de seguridad que hacen parte de los recurridos, así lo han manifestado reconocidos catedráticos del Derecho Penal que no son de izquierda pero que tienen honestidad intelectual para no acompañar una falacia de esa naturaleza, así lo haya dicho -con empatía sobreactuada- el propio Ministro del Interior.

A los uruguayos nos encanta el dulce de leche, pero demasiado dulce pica los dientes. Con la empatía pasa parecido, es bueno acompañar el sentir de las mayorías pero no se puede abusar del recurso y menos con un exceso actoral que lo exponga al ridículo. 

Más, si se cuenta con antecedentes… 


el hombre gritaba al micrófono,
el perro ladraba su desaprobación… 

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