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martes, 3 de septiembre de 2019

Uruguay, la Suiza de América

Don Pepe Batlle

Tras los gobiernos de José Batlle y Ordóñez, culminando el siglo XIX, con una democracia consolidada y niveles de bienestar asimilables a los europeos, Uruguay mereció el calificativo de “la Suiza de América”. Un tiempo que supo ser referencial para quienes lo vivieron; y mucho más para los que -ya pasado ese tiempo fértil- añoraron aquella época de vacas gordas y peso fuerte. Un deterioro que empezó a gestarse a fines de la década del 50 y principios de los años 60, y se mantuvo luego durante el período de la dictadura y los primeros gobiernos tras la restauración democrática. Porque, tras la recuperación del régimen institucional debimos soportar -todavía- unos 20 años consecutivos de ajustes y decrecimiento económico que estallaría con la crisis del año 2002. Aquella imagen pasó a ser una vieja y desteñida postal de un país que muy pocos recordaban o habían disfrutado. Sin embargo, el mismo calificativo le podría calzar a la perfección en esos años, pero claro, no serían los mismos parámetros de entonces sino otros bien diferentes donde la especulación y la captación de capitales golondrinas pasarían a ser el principal desvelo de los gobernantes de turno que pretendían hacer del Uruguay un vendedor de servicios financieros. Otra vez éramos la Suiza de América, pero la otra, la de las cuentas anónimas y capitales evasores...

La teoría del péndulo

La historia tiende a repetirse para confirmación de esa teoría que refiere a los hechos históricos como manejados al influjo de un péndulo que vuelve sobre sus pasos en algún momento. Así parece ser el libreto que tiene preparado el capítulo uruguayo pues los tiempos marcan un momento donde los indicadores empiezan a mostrar alguna coincidencia con aquel tiempo pretérito que añoraban nuestros abuelos.

Y todo eso a pesar que todavía hay quienes reniegan de los datos y apelan a las comparaciones negativas para definir este tiempo como uno de crisis, donde se frenó el crecimiento -dicen-, se desperdició el viento de cola -insisten-, y el déficit fiscal es el padre de todos los males -repiten hasta el hartazgo-. Muy pero muy lejano esa visión de aquella imagen del país de bienestar que le valió el mote a fines del siglo XIX… 

En aquellos tiempos, un estadista como Don Pepe Batlle fue el artífice de hitos que vuelven a repetirse en este tiempo -aunque les duela a los Talvi y los Lacalle Pou- porque (a pesar de ellos), volvemos a ser creíbles como destino comercial para los inversores, por ejemplo. Pero, también, porque es evidente que nuestro país recoge los mejores elogios de los organismos internacionales que nos auditan y nos distinguen en una región convulsionada por los catastróficos resultados de nuestros socios del MERCOSUR (Argentina al borde del default, con un dólar disparado y un riesgo país en cifras históricas; Brasil con crisis económica, política y ambiental extremas; y Paraguay entrando en recesión). Mientras el vecindario se cae estrepitosamente, la economía uruguaya se mantiene a salvo de los cimbronazos y da señales de crecimiento y confianza que siguen negando los que quieren ser dueños de la torta nuevamente.

Entonces, nos surge la duda si los que dicen que dejamos de ser la Suiza de América se refieren a aquella época de fin de siglo XIX o a la del siglo XX, donde Uruguay -como plaza financiera- cayó en la peor crisis de su historia. Esa Suiza de capitales viajeros y dineros especulativos, la que nos llevó a la quiebra de bancos que debimos solventar con nuestros dineros (compra de carteras incobrables), dejándonos sin reservas y apelando a la “generosidad” norteamericana que nos mandó un avión lleno de “dolores” que en un mal castellano anunciaba el embajador estadounidense en época del gobierno del “divertido” Jorge Batlle.

Aquella Suiza de América de Don Pepe nada tenía de parecida con la que nos dejaría su pariente moderno, que nos sumió en la peor de las crisis que vivió la República Oriental del Uruguay.

Esa Suiza de los capitales financieros volátiles no es la que queremos de ninguna manera. Ya la vivimos y la sufrimos en aquella crisis que nos dejó sin gurises que se nos iban por el Aeropuerto de Carrasco, sin empresas, sin mercado interno, con dos dígitos de desocupación, al borde del colapso económico y de la cesación de pagos.

A pesar de lo que nos quieren hacer creer ahora, los datos son incontrastables y ante la evidencia se exponen al ridículo, en un viaje sin retorno.

La Suiza de América del Siglo XXI

Nuestro país recibe altas calificaciones de los organismos internacionales, las consultoras mantienen la confianza en nuestra economía y el rumbo impreso por los tres gobiernos del Frente Amplio, cosechando un grado inversor que marca la diferencia a la hora de obtener recursos financieros para invertir en el país. El riesgo país maneja cifras históricamente bajas que -comparadas con nuestro vecino rioplatense- dejan claras las diferencias del rumbo político de nuestras economías. Seguimos ocupando los primeros lugares del ranking americano a pesar de los esfuerzos por hacernos creer lo contrario.

La realidad demuestra -por ejemplo- que Uruguay está lejos en el ranking de países con mayor riesgo de lavado de activos y financiamiento de terrorismo, ocupando el lugar 118 con un valor de 3,58 (por debajo incluso de EEUU – 72; Suiza – 78). En América, Chile está por encima (lugar 104, con 4,18) y encabeza la lista americana Paraguay en el lugar 14 con un valor de 6,74, seguido de Argentina en el lugar 22 con un valor de 6,50. Este ranking va del mayor a menor en cuanto al riesgo y nuestro país es el mejor rankeado de la lista de 125 países calificados  donde Finlandia ocupa el lugar 124, por ejemplo.

Entonces, vuelvo a la comparación y al péndulo, porque la historia empieza a volver sobre sus pasos y todo indica que le tiene reservado -nuevamente- aquel lugar que supo ostentar de la época batllista y ¡oh, casualidad!, se corresponde con el período frenteamplista en el gobierno… por algo será.

No nos dejemos convencer de lo contrario y de lo que no es, estamos atravesando un tiempo histórico de crecimiento ininterrumpido como nunca antes vivió el país, a pesar de la desaceleración de la economía, y en un contexto regional de crisis profundas donde los modelos que elogiaban como exitosos se derrumbaron en menos de lo que se imaginaron. En cambio, el Uruguay de la izquierda en el poder sigue cosechando confianza y se encamina a consolidar un período virtuoso de crecimiento en el que bien le cabe el calificativo.

En una región sumida en crisis, aquella imagen de la Suiza americana regresa como un péndulo que muchos quisieran impedir, pero a pesar de ellos, Uruguay vuelve a ser la Suiza de América...


el hombre elegía un reloj,
el perro soñaba con un chocolate...

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