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miércoles, 24 de julio de 2019

Los ojos en la nuca

El recordado Raúl Legnani (mentor de este columnista aficcionado), supo regalarme un elogioso concepto cuando le expresé lo primero que pensaba antes de escribir mis espacios de opinión: “el título” - le dije y casi en un grito me expresó: “entonces pensás como  periodista!”. Salvando las distancias a tan ilustre comparación de quien supo ser un referente del periodismo uruguayo y un agudo analista de la realidad política nacional, no deja de ser cierto que es a partir del título que voy hilvanando estos espacios de opinión. Si no encuentro un título que me inspire, es muy difícil construir los humildes pensamientos que dejo en este espacio. Desde el lugar de un libre pensador que se arriesga a compartir sus ideas con el mundo, haciendo uso y abuso de las bondades tecnológicas que nos regala este siglo, intento esbozar una línea argumental que deje un punto de vista sobre una realidad de la que somos parte y a la que debemos sumarle un rol protagónico que nos permita disfrutar lo que vayamos construyendo. Es así que no pude encontrar mejor título este día, el día después del anuncio de la mayor inversión de toda la historia que recibe Uruguay. Porque sólo quien cierre los ojos o los tenga en la nuca puede expresarse de forma negativa ante semejante anuncio. Bien, así los escuché a los líderes de la oposición referirse al hecho, seguramente pensando más en el perjuicio electoral propio que en el beneficio público de un Uruguay que sigue atrayendo inversiones -cada vez de mayor porte- que traen consigo trabajo para los uruguayos.


Botnia es nuestra!!

Con mi madre habíamos ido a ver el espectáculo teatral “¿Quien le teme a Italia Fausta?”, donde Fernando Enciso (Petru Valensky) hizo las delicias con su acostumbrado histrionismo. Entre los cuadros que recuerdo entonces había un personaje de una mujer que relataba su asistencia a un recital en Argentina de no recuerdo que artista (creo que los hermanos Pimpinela, pero era parte de la anécdota), donde en determinado momento el personaje relata que le brotó el uruguayismo ante lo que parecía ser un ataque al que estaba siendo sometida la visitante por su condición de oriental. Eran tiempos de los puentes cortados y entonces, en medio de los ataques contra la horda porteña anti-uruguaya, esta ensayó su grito de guerra: “Botnia es nuestra, la puta que los parió!!!”… y el auditorio estalló en unísona carcajada.

El recuerdo viene a cuento en estos momentos en que el país recibe un nuevo respaldo internacional con la llegada de la mayor inversión en toda su historia. Ese golpe de confianza no ya de organismos internacionales -que lo siguen dando y hacen parte de las razones que abonan a este tipo de decisiones también- sino de inversores privados, esos que no arriesgan sus capitales sin explorar antes donde volcar sus capitales de forma segura. Entonces, es cuando uno imagina que esta noticia debiera trascender los colores partidarios, donde todos deberíamos sentirnos como aquel personaje de Petru y juntar nuestras voces en un solo grito como si fuera un gol celeste. Porque este anuncio no es solo del Frente Amplio, es un logro de todos los partidos políticos que gestaron este país. No reconocerlo sería vivir de espaldas a la historia misma del Uruguay, que no nació ni se gestó con el Frente Amplio en el gobierno, pero vaya si este joven partido político ha contribuido a hacerlo más competitivo y confiable a los ojos de los grandes capitales internacionales, esos que traen trabajo y desarrollo para los uruguayos.

Durante mucho tiempo asistimos a la idea de un Uruguay financiero, vendedor de servicios, donde se dieron cita capitales golondrinas que al menor atisbo de riesgo emprendieron vuelo dejando carteras incobrables que fueron mermando nuestras reservas a niveles tristemente históricos junto con la peor crisis de nuestra historia! Hoy es otra realidad diametralmente distinta, y así lo dejan ver los que mejor nos auditan, aquellos que deciden el destino de sus inversiones y eligen a nuestro país como refugio para las mismas. ¿O acaso alguien piensa que los inversores son tontos comerciales que despilfarran sus capitales en lugares que no son confiables? El prestigio ganado es un intangible que debemos proteger entre todos, y flaco favor le hacen (nos hacemos) poniendo en duda un emprendimiento de este porte donde lo primero que se debe hacer es pensar en los miles de puestos de trabajo que trae consigo y el desarrollo que implica en infraestructura asociada al mismo. El dinamismo que acompaña un proyecto de este tamaño es inocultable para cualquiera y vaya si nos deben estar envidiando en la región quienes contemplan cómo es posible que un país tan pequeño como el nuestro recoja el beneplácito internacional de inversores de este nivel. Vaya si lo habrán querido en su país más de uno de nuestros vecinos americanos!!

Un proyecto que fue puesto en duda por líderes de la oposición uruguaya con aspiraciones presidenciales, que de no ser por la seriedad y buena imagen que brinda el gobierno desde hace una década y media -mal que les pese a muchos- hubiera significado el fracaso de lo que hoy es una venturosa realidad. 

La dualidad de criterio a la hora de evaluar esta mega inversión es sugestiva y deja ver los intereses electorales por encima de los nacionales constituyendo un mal precedente para quien pida el voto luego a los mismos a los que niega -con sus dichos- oportunidades de trabajo y desarrollo. Ese bipolar comportamiento es difícil de digerir y menos de entender pues más allá de todo, este tipo de proyectos contienen minuciosos procesos de control ambiental implícitos al modelo de negocio. No se concibe un emprendimiento de este volumen sin contemplar el riesgo ambiental, pues de no hacerlo el efecto contrario se traduce en juicios y desprestigio que hace bajar las acciones. Son comerciantes, no estúpidos…

Nada asegura el triunfo electoral en octubre, no basta con la concreción de un mega proyecto como el de UPM si no viene asociado a un proyecto de país. Pero, más allá de quien gane, lo que importa ahora es que el país siga creciendo de forma sustentable, y que haya trabajo para todos los uruguayos.

Cuando asumió el Frente Amplio el gobierno, el país tenía gran parte de su territorio forestado -incluso con tierras afectadas que no reunían las condiciones para ello- en lo que fue una de las pocas políticas de Estado que trascendería a los gobiernos de turno. Con ese panorama no quedaba margen para otra cosa que apostar al desarrollo de una nueva industria que abría un mercado posible. Hacerlo de forma sustentable era el desafío. Un desafío que competía con intereses comerciales de nuestros vecinos que veían nacer un competidor en el rubro. Así se generó el conflicto por Botnia y el cierre de los puentes con Argentina, que nos llevó a un juicio en La Haya donde si algo quedó demostrado es que Uruguay cumple con los controles ambientales y hace cumplir a sus inversores.

Hoy esa experiencia y la respuesta oficial brindada lleva a estos resultados que algunos valoramos positivamente y otros, con recelo, dado el peso electoral que presumen en la concreción de un proyecto convertido en el buque insignia del Gobierno de Vázquez.

Más allá de toda especulación, nadie puede obviar que es mucho mejor que lleguen inversiones a que sigamos estancados en nuestra economía; nadie puede negar que es mejor que haya trabajo a que no surjan oportunidades laborales para nuestra gente. Si no, vayan y pregunten en Pueblo Centenario y zonas aledañas, a ver qué opinan. La respuesta es obvia.

La naturaleza le dio al hombre un sentido maravilloso como el de la vista, y al dotarlo le dio no uno sino dos ojos y se los puso para ver hacia adelante, para que se proyectara y pudiera soñar con imágenes montadas en un horizonte que él mismo se vaya construyendo. 

De haber querido que no se proyectara ni soñara, se los hubiera colocado en la nuca, ¿no?

el hombre pensó un negocio,
el perro ladró una oportunidad...

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