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miércoles, 17 de julio de 2019

De profecías y realidades

Pasaron las elecciones internas y lentamente se va acomodando el mapa político de cara a las elecciones nacionales de octubre. La foto marca -nuevamente- un panorama similar a elecciones anteriores. Se repiten los mismos comportamientos de los últimos tres períodos electorales, casi sin cambios. Una alta votación del Partido Nacional (que sigue repitiendo sus pujas internas cada vez más virulentas), donde dejan todo en la cancha con una elección muy competitiva; un Partido Colorado que tuvo la renovación impostergable de su candidatura con la figura emergente de Ernesto Talvi venciendo todos los pronósticos con una aplastante victoria sobre el ya vetusto y anacrónico Julio María Sanguinetti; y el Frente Amplio, con una natural renovación que por más que debía definir la interna no contagió a sus militantes a la hora de elegir candidato. Más aún en un colectivo que ya tiene resuelto -hace bastante tiempo- lo más importante (el programa de gobierno) y que solo elige un responsable que lo ponga en práctica. La foto más reciente pos internas, (encuesta del Grupo Radar), dejó claro los números por ahora, donde el candidato del FA – Daniel Martínez -  lidera con 35,5%, seguido de Lacalle Pou con un 22,6%, Talvi con 19,5% y Manini con 9,5%. Una foto que seguramente irá cambiando con el transcurrir de las semanas (al asentarse el clima posterior a las internas que todavía puede estar contaminando esta muestra) y que marcará el rumbo para lo que vendrá.


Comparaciones intencionadas

Como la realidad de las últimas tres elecciones no les alcanzó ni les rindió como pretendían, ahora se hurga más atrás en el tiempo para intentar imponer una sensación de cambio que no se explica mucho a estar por varios indicadores de la realidad uruguaya. El recambio por la sola razón de cambiar no es motivo suficiente para justificar la alternancia en el poder, como pretenden hacer creer a la hora de justificar sus intenciones. La verdadera razón que tiene la oposición es que quieren volver al gobierno porque saben que hay otro país muy distinto a aquel que le dejaron al Frente Amplio en el año 2004.

Basta con repasar algunos indicadores para darnos cuenta que hace un buen tiempo que se ha instalado una agenda política y mediática que pretende justificar la necesidad del cambio enfocándose en razones que no se corresponden luego con la realidad nacional. Hace ya un buen tiempo -tanto como el tiempo que lleva el FA en el Gobierno- que se predicen crisis que no llegan a impactar en el país mientras que las mismas se instalan y arrasan la región y, fundamentalmente, a los países limítrofes de Argentina y Brasil. Potencias sudamericanas de las que seguimos siendo socios estratégicos pero con un nivel de dependencia mucho menor que antes, cuando al menor atisbo de riesgo sufríamos las consecuencias de manera inevitable. Ese desmarque de sus realidades nos ha permitido sortear con éxito sus crisis financieras haciendo gala de un blindaje que reconocen los organismos internacionales que nos auditan y que ratifican estándares como el grado inversor, por ejemplo.

Es cierto que nuestra economía ha desacelerado su ritmo de crecimiento y hasta experimentado un último trimestre recesivo, (-0,2% del PBI), pero el panorama más inmediato nos indica que vendrá -por citar un ejemplo- una reactivación con inversión pública (Ferrocarril Central), uno de los motores del rumbo económico de las administraciones frenteamplistas y cuyas señales empezarán a vislumbrarse en poco tiempo, seguramente.

A pesar de este panorama, imposible de ocultar, existe una campaña instalada por la oposición y replicada por los medios de prensa (que en su mayoría son parte de la misma), que ya velan armas y aventuran pronósticos de recambio político. La misma actitud que tuvieron en los años electorales previos donde se jugaron por la derrota del FA en varias ocasiones, tantas como las que la realidad transformaría luego en victorias y con mayorías parlamentarias.

Así como no estuvieron afinados en los vaticinios de las recientes elecciones internas -por más que se aferran a decir lo contrario, ninguna leyó correctamente la intención de voto de los uruguayos ni aún en el anticipo de los “boca de urna”- resulta aventurado que se arriesguen a seguir empecinados en subestimar al pueblo frenteamplista una vez más. Y que lo hagan a partir del resultado de una elección interna que nunca fue real reflejo de lo que la ciudadanía vota luego en las nacionales. Nadie puede afirmar que no pueda ocurrir el augurio, pero lo que sí podemos decir es que no se puede asegurar que haya un cambio usando esos mismos antecedentes como argumento, pues de hacerlo las conclusiones deberían ser otras. 

Las predicciones se parecen más a una expresión de deseos personales que a pronósticos basados en datos objetivos, forzando una realidad que no deja de ser una foto o la parte de una película conocida cuyo final terminó siendo otro hasta ahora.

Por supuesto que la victoria no vendrá por simple acción de la naturaleza, a la victoria tendremos que construirla. Con ejercicios de memoria por ejemplo, que nos permitan recordar el país que éramos antes de 2004 y el diametralmente distinto que tenemos hoy. Un país que empieza a dar señales claras de transitar hacia el desarrollo productivo que le permita ese salto de calidad para el que se preparó durante esta década y media.

Es cierto – además – que se ha instalado un clima interno donde se abona la idea de oscuros presagios en la economía nacional, haciendo que la opinión pública se hunda en pronósticos negativos donde se proyecta la desaceleración del crecimiento de la economía y la pérdida de puestos de trabajo que, sin disparar la tasa de desempleo, no dejan de ser un llamado de atención para las autoridades. Ante la preocupación y el tratamiento real del problema, se instala -por parte de la oposición- la idea de crisis que busca generar un estado de desánimo que invite a rotar el rumbo político y llevar votos para sus partidos.

También es cierto que ese estado de ánimo que se pretende imponer debe corresponderse con la realidad, y eso todavía está lejos de cumplirse por más que machaquen y repitan hasta el hartazgo lo contrario. Pero, también es cierto, que es necesario que los militantes tengan la fortaleza necesaria para no caer en el desánimo que intentan imponer con ese discurso e impedir que nos pinten la realidad que ellos quieren dibujarnos.

Un Gobierno presente

En vísperas de esta columna la Presidencia de la República informó del retiro de Petrobrás del país conjuntamente con el anuncio de la restitución de todos los trabajadores despedidos y el cese de todas las concesiones que tenía la empresa en el país que vuelven al Estado “sin reclamos de especie alguna” como expresa el comunicado. Una clara señal de una forma diferente de gobernar el país pensando en su gente, muy distinta a la que tuvo el Uruguay antes de 2004, donde había quienes se ufanaban de "no perder ninguna huelga" o "hacer que les pagaba mientras hacían que trabajaban" (Sanguinetti y Lacalle Herrera, respectivamente).

Un dato como cierre para ilustrar una realidad uruguaya que, a pesar de las dificultades, no es como la pintan desde la oposición:  con la recaudación de los peajes fue posible cumplir el plan de inversión vial. Un promedio mensual de 3 millones de tránsitos generaron una recaudación de casi 100 millones de dólares entre los 15 puestos a nivel nacional en el año 2018. Esa recaudación habla de un Uruguay que lejos está de vivir una crisis, habla de uruguayos que transitan las rutas nacionales para vacacionar, de turistas que nos visitan, de camiones que trasladan valor agregado, hablan de trabajo y tiempo libre, hablan de divisas que se generan y que se reinvierten en mejorar la infraestructura. Hoy recorrer el país es diametralmente diferente con rutas nuevas, de primer mundo.

Hoy quieren imponer la sensación de un escenario similar al año 1999 para justificar que hay señales de alternancia en el gobierno del Uruguay; se olvidan que han pasado 20 años y que si bien estamos más viejos, tenemos la memoria intacta. Hay un país al que no queremos volver y es precisamente ese país de entonces donde nos sumimos en la peor crisis que registra nuestra historia. 

Hay un país que ya fue y dependerá de nosotros mismos evitar que vuelva...

el hombre leía una encuesta,
el perro ladraba un dato...


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