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miércoles, 27 de marzo de 2019

Se despertó...

Empiezan a despejarse las dudas y las fotos que sacan las encuestas (con sus manifiestas debilidades expuestas en el último proceso electoral), empiezan a mostrar otra tendencia dejando en claro que la realidad no era la que se mostraba con aquellas instantáneas que se hartaron de festejar los que hace tiempo solo festejan derrotas. En suma, el Frente Amplio empieza a desperezarse y sacude la modorra propia de quien se descansó en el disfrute de los avances obtenidos pero no puede ni debe seguir en esa siesta profunda si es que quiere mantener lo logrado, profundizar los cambios y plantearse nuevos desafíos. Los uruguayos saben bien que es necesario defender un proceso virtuoso que -mal que les pese a algunos- es reconocido mundialmente por organismos internacionales que nos auditan permanentemente. El gigante se despertó, un gigante que no se conforma con mantenerse sino que quiere avanzar en un mundo que no se detiene...


Las patas a la sota

Cuánto tiempo pasó, cuántos titulares de prensa marcaron la agenda de cada día y cuántos se ilusionaron con el final de un ciclo que no pueden admitir más (a pesar que se han beneficiado como nunca con el mismo). Es una cuestión de clase, fueron los dueños del país durante más de siglo y medio, eso lo perdieron como perdieron las banderas que los llevó a ostentar ese sitial pues se olvidaron de la gente.

Es claro y manifiestamente cierto, que hoy el Batllismo no está en el Partido Colorado así como la defensa de los trabajadores rurales no está en el Partido Nacional, por ejemplo;  fue el Frente Amplio el que contempló los derechos de los más necesitados tras décadas de abandono que hacía sufrir los efectos de las crisis en los que menos tenían. 

Cuántas veces escuchamos decir que las políticas económicas aplicadas durante los gobiernos tradicionales pos dictadura buscaban el beneficio de las clases más altas para que estas invirtieran más y con esas inversiones se derramaran los beneficios a las clases más bajas. Así sufrimos ajustes tras ajustes esperando ese derrame que las políticas neoliberales prometidas (con fórmulas fondomonetaristas) producirían, pero que nunca llegaron. En consecuencia, las clases más bajas y -fundamentalmente- la clase trabajadora, pagaba los gastos de esas crisis. Mientras tanto, las inversiones no llegaban, los dueños del país se enriquecían y aseguraban su riqueza sin apostar por el país. Eran tiempos del Uruguay plaza financiera… hasta que los especuladores quisieron.

Así llegamos a la madre de todas las crisis en el 2002 y la llegada de la izquierda fue inevitable, demorada tras la reforma constitucional que impuso el ballotage. 

La única fuerza política que crecía era el Frente Amplio y en el 2004, se concretó la llegada al gobierno para consolidar una sucesión de tres períodos consecutivos en los que el crecimiento del país no cesó nunca. Una década y media de crecimiento junto a múltiples indicadores que han echado por tierra toda explicación esgrimida sobre aspectos externos atribuibles a ese guarismo de un país inserto en una región en crisis. Los grandes hermanos fronterizos, se hundían en problemas económicos, mientras la isla uruguaya expandía su economía merced a una conducción firme y con objetivos concretos que nunca abandonó y le permitió despegarse del contexto regional que siempre lo tuvo atado… hasta ahora.

Entonces, con ese contexto geopolítico claro donde la única explicación posible y cierta es que al Uruguay lo gobierna una fuerza política que tiene un rumbo claro, que distribuye mejor su riqueza y que es la única responsable de la conducción de su economía, resultaba inverosímil creer aquellas fotos que ponían en duda la continuidad en el gobierno, esgrimiendo una situación que no existe.

Porque es absolutamente inverosímil aceptar que el país está en crisis, como se han encargado de hacernos creer durante los últimos meses, mientras los organismos internacionales continúan calificando positivamente al Uruguay y su economía. 

Es cierto que Uruguay es una piedra en el zapato de América del Sur, principalmente en el Río de la Plata donde la derecha alcanzó a los grandes del MERCOSUR sin poder replicarse en la Banda Oriental. Enquistada entre los grandes y citada como proceso exitoso en el manejo de su economía, significa un mal ejemplo para esa corriente que tuvo en la oposición uruguaya a su principal asociado. Claro, subestimaron la capacidad de los frenteamplistas, perdón… de los uruguayos, porque aún los que no nos votan saben que solo el Frente Amplio puede asegurarles la estabilidad que hoy disfrutan. Basta con mirarse en el espejo argentino o brasileño para darse cuenta que la alternativa es retroceder, no avanzar.

Pero volviendo al gigante, el mismo se despertó a tiempo (como lo viene haciendo hace 14 años), y está dispuesto a defender lo alcanzado porque sabe muy bien que solo podemos avanzar y desarrollarnos con un cuarto gobierno frenteamplista.

Los uruguayos son, (somos), tradicionalmente conservadores, son, (somos), “pantalón gris y saco azul”, al decir de los más veteranos. Ese conservadurismo nos mantuvo bajo la égida de estructuras tradicionales durante siglo y medio, pero todo cambia y… todo llega. Así fue que los cambios fueron gestándose de forma silenciosa primero, clandestina después, y legítimamente institucionalizados, hoy. Es la historia misma del Frente Amplio, con sus 48 años de existencia que fueron consolidando una estructura para ser ejemplo mundial de acumulación de fuerzas de izquierda, con sus improntas particulares pero unidos por un mismo programa; esencia consagrada en la consigna de la “unidad en la diversidad”. Coalición y movimiento, que a sus 48 años da señales de madurez política al frente de un país que es modelo para el mundo que nos mira con asombro en medio de una región sumida en crisis políticas y económicas, de las que estamos blindados.

Ellos lo saben, apelaron a campañas de desprestigio mediático y difusión de noticias parcializadas o sin fundamento para instalar la idea de crisis que nunca llegaron. Y no pudieron hacerlo porque estaba él, ese gigante que podrá estar dormido pero que -llegado el momento- despierta y pone las cosas en su lugar...



el hombre desenrolló la bandera,
el perro se desperezaba tras la siesta...




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