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martes, 18 de septiembre de 2018

Frontera colada


No… no es el nombre de un cóctel de verano ni mucho menos, es el concepto que le merece a un preocupado Senador que descubre ahora los intersticios perennes de la frontera uruguaya inserta en una región donde prima el concepto de la “libre circulación de personas”. Se insiste en enumerar fallas a partir de trascendidos de prensa sin que ello inspire por el contrario, a reclamar la intervención de la Justicia uruguaya -  que sería lo más adecuado- antes que flamear recortes de diarios argentinos. Mientras tanto, “el colador” uruguayo es lo suficientemente calado como para permitir el pasaje libre de un montón de dólares argentinos que -dicen- entraron y salieron por nuestro país sin que  halla pruebas de ello, más que los anuncios de prensa ampliamente consumidos por el tribuno uruguayo.

Coca barata

Cada vez que viajamos al Chuy -recalando en el camping de Santa Teresa- volvíamos al campamento con sendas cargas del popular refresco adquirido en góndolas brasileras. El gusto no es el mismo pero el precio justificaba el sacrificio. Las incursiones en territorio gaúcho se volvían infinitas para uno cuanto más para los miles de habitantes y turistas que visitan la localidad fronteriza del Chuy-Chui. A estar por los dichos del legislador, se impone urgentemente un muro que impida el trasiego de personas a riesgo de que los dólares (de cualquier procedencia) fluyan a territorio extranjero habiendo pasado por nuestro país. Situación que habría que contemplar a lo largo de toda la frontera seca con Brasil y también por el Río Uruguay, el que muchas veces es transitable a pie en épocas de bajantes conspirativas (o proclives a la permeabilidad fronteriza).

“Estamos regalados”, acertó a decir el asambleísta, mientras nadie le ofrecía un bintén por su figura a pesar del bajo precio de su necesidad expresada en el adjetivo.

- “Estará regalado pero para mí es carísimo” - le escucharon decir a doña María mientras seguía pelando papas frente al televisor…

- “Regalado es poco” - retrucó don Cosme, mientras envolvía el tabaco de su cigarro, armado con hojillas traídas del Chuy.

- “A mi si me lo regalan no lo quiero” - comentó el flaco Tito, que sabía muy bien aquello del caballo regalado al que le encontraron dentadura postiza.

- “El ingreso de dinero sin denunciar es delito” - dijo un funcionario de Aduanas al tiempo que el dueño del boliche consultaba a un despachante amigo -de larga experiencia- que había introducido con total éxito un cajón de refrescos paraguayos sin declarar, que le desmintió de forma categórica aquella afirmación.

Y toda la clientela siguió debatiendo por espacio de más de hora y media las vicisitudes del ingreso al país por las fronteras uruguayas tan coladas como siempre pero tan celadas como nunca.

Nunca tantos vinieron tantas veces… ¿o sí?

El número de visitas de un argentino a nuestro país pasó a ser relevante ahora, pero no ya porque su elección de Uruguay como país turístico tuviera algo que ver sino porque consigo traería dólares de dudosa procedencia. A pesar que el ingreso de divisas sin declarar constituye una mera falta administrativa que merece una multa al ser detectada, no parece ser de recibo para el legislador convocante para quien toda sugerencia de ingreso no comprobada es prueba más que suficiente de la complicidad uruguaya en la “ruta del dinero K”.

No importa saber fehacientemente si las veces que dijo salir con rumbo uruguayo fueron tales, o si por el contrario el misterioso “señor Clarens” dijo salir con destino uruguayo pero se limitó a navegar por el Río Uruguay con su barquito y retornar sin pisar tierra oriental ninguna de las más de 60 veces que anunció el Senador en comisión.

Asimismo, rasgarse las vestiduras por los controles a requerimiento mostrando una orden interna de un director regional de Migración como si fuera una orden dictada por el Ministro del Interior, parece a todas luces un exceso que deja en harapos al dicente, de forma innecesaria.

Durante décadas los controles fueron similares, en muchos lados, a requerimiento de Prefectura, autoridad competente en las riberas de los cursos de agua. Durante décadas, el ingreso al país se vio favorecido por la alta movilidad propiciada tras el acuerdo regional que significó la creación del Mercosur. Durante décadas, el ingreso por el puerto del arroyo San Juan en Anchorena, fue moneda corriente hasta que el primer Presidente de izquierda del país le puso fin imponiendo el control migratorio obligatorio -en Carmelo- de quienes pretendan ingresar por allí. Durante décadas fue así, pero parece ser que recién ahora se dieron cuenta.

¿Acaso se mostró tan preocupado en épocas del Uruguay plaza financiera, vísperas de la peor crisis sufrida en la historia, cuando al país llegaban -y pasaban de largo- los camiones con divisas argentinas huyendo del corralito? 

Mucho más efectivo que limitar la alta movilidad de personas que propicia el acuerdo regional del Mercosur, es dictar normas contra el lavado de activos (delito que se configura una vez que el dinero que ingresa de forma irregular al país se pretende blanquear en actividades comerciales). 

Normas que -dicho sea de paso- no acompañaron en su sanción los que hoy se muestran tan preocupados.



el hombre se bajó de la lancha,
el perro ladró un control a la visita...

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