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miércoles, 2 de noviembre de 2016

Las patas a la sota


Así como los zapallos se acomodan en el carro cuando este echa  a andar, según un dicho popular, también las mentiras se caen a pedazos en menos de lo que canta un gallo o lo que dura un presidente de una comisión de seguridad de Peñarol. En puridad, los hechos -tristes y lamentables por cierto- terminan dando la razón a unas autoridades que si algo tuvieron desde siempre fue el rechazo puro y duro a sus apreciaciones, haciendo de las mismas una prédica estéril que una y otra vez desacreditaron gratuitamente los que ahora hacen silencio o emprenden la retirada. Bonomi fue por séptima vez al Parlamento para ser interpelado y en lugar de recibir esa instancia para recabar la información de calidad que llevó el Ministro se dedicaron -en todas- a denostar su gestión y desconocer los avances. Las mentiras tienen patas cortas y la verdad termina por salir a la luz siempre, aunque alguno intente hacerse el sota, al final, siempre se le ven las patas…

Fútbol y política


Durante la última interpelación se despachó en ironías y afirmaciones falsas que pretendió hacer pasar por verdaderas fracasando con total éxito. Así afirmó no una sino varias veces que el Ministerio del Interior repartió entradas a barras bravas, algo que no solo es falso sino que se le informó oportunamente cuando se trató el tema. En aquella ocasión fue a pedido de la AUF (Asociación Uruguaya de Fútbol) que solicitó a la cartera la intermediación para que un grupo de referentes de las parcialidades de Peñarol y Nacional desplegaran banderas en las cabeceras del Estadio Centenario en ocasión de  partidos por las eliminatorias que disputaba nuestro seleccionado nacional. La medida era una más de las tantas que se efectuaron como forma de generar acciones positivas con las hinchadas como protagonistas, casos que -aunque aislados- tuvieron su impacto positivo en su momento. No las pagó el Ministerio las entradas, sino que le fueron aportadas por la AUF y a su pedido, entregadas para aquel fin específico. Claro que para el legislador como para quienes incumplían los protocolos acordados, aquel hecho les vino bien para justificar lo que sabían hacían mal desde siempre. Así fue como ocurrió con la detención de un barrabrava al que además de droga se le incautaron 50 entradas de las que Peñarol tenía derecho para el partido con su par Velez Sarfield de Argentina, iniciando una serie de infelices episodios que demostraban “per se”, la connivencia entre dirigentes y barras bravas.

Era la comprobación de una práctica prohibida por protocolos acordados que incumplían recurrentemente los dirigentes de fútbol. A tal punto que usaron aquellos partidos puntuales de la selección para justificar su incumplimiento mezclando situaciones sin reparar en los detalles de cada caso. 

Si le faltaron argumentos para interpelar a Bonomi, al Senador Bordaberry los hechos del fútbol le darían alguno aunque más no fuera por un breve lapso. El tiempo que demorara en saberse más detalles de los hechos desnudando la realidad de una interna que padece las inconsistencias propias de quienes no tienen rumbo ni idea de cómo gestionar la seguridad de su institución.

Presididos por Julio Luis Sanguinetti, montaron un espectáculo que duraría muy poco en cartel. La improvisación fue manifiesta y los hechos irían desnudando la falta de profesionalismo de quienes estuvieron al frente de la seguridad de uno de los más grandes del fútbol uruguayo. Las comparaciones son odiosas pero a veces se imponen por sí mismas. Mientras el otro grande invirtió tiempo, recursos y mucho esfuerzo para dotarse de un cuerpo de seguridad capacitado y preparado, el otro no dejó de  improvisar nunca. Mientras “el club del parque” registraba a sus funcionarios como una empresa de seguridad y les daba capacitación, el otro grande se esmeraba -es cierto- aunque sin éxito, por hacer de aquella fachada algo parecido a un equipo de seguridad.

Lo cierto es que tuvieron una persistente ausencia que los dejó indefensos y expuestos en contra de sus propios intereses. Lo sufrieron en su propio estadio, un estadio FIFA al que todos elogiamos pero que adolece de la infraestructura adicional necesaria para asegurar la masiva concurrencia a la que tiene capacidad. Encima, la idea de hacerse cargo de la seguridad del mismo se quebró ni bien se inauguró siendo objeto de varios casos de tumultos y hasta denuncias de rapiñas en su tribuna Cataldi (la Amsterdam del CDS).

Es que la fachada pronto dio muestras acabadas de su debilidad, el equipo de seguridad ni era equipo ni aportaba seguridad alguna a los asistentes. Hinchas que se dicen tales rapiñando a otros hinchas en su propio estadio, era de no creer. Disputas por el estacionamiento del CDS decían era el botín ansiado que se disputan las barras, lo cierto es que pronto comenzó a quebrarse la frágil seguridad aurinegra.

La sota a la vista

José Luis Otero, presidente de la Asociación de Funcionarios de Recaudación dijo que los referentes de la seguridad de la barra permiten el ingreso de un grupo de 25 o 30 hinchas a cuenta del club en un arreglo entre la Tesorería de la AUF y la Comisión de Seguridad de Peñarol: "A través de un trámite administrativo entre la Tesorería de la AUF y la Comisión que preside Julio Luis Sanguinetti, los colaboradores de la hinchada de Peñarol dejan pasar a un grupo de personas para que no armen lío afuera ni generen situaciones de conflicto y Peñarol paga por ellos. La Comisión de Seguridad de Peñarol lo maneja. Nosotros acatamos la orden de Tesorería y pasamos el número aproximado de hinchas que ingresan", según consignó el suplemento Referí de El Observador publicado el 28 de octubre pasado.

Por si hacía falta, tanta honestidad fue un golpe de gracia que tendría otros más en los días siguientes. Nadie le creyó a Bonomi, menos a Layera o al subsecretario Vázquez. Lo repitieron muchas veces en Comisión del Parlamento o en notas referidas al tema fútbol, pero los intereses clubistas primaron siempre y la versión más aceptada era que no se daban entradas a los barras y bla, bla, bla...

El partido entre Peñarol y Danubio en el CDS tuvo un hecho muy criticado por los “expertos” de seguridad del fútbol que enseguida reclamaron -micrófono en mano- ante la inacción policial. Una avalancha de hinchas descontentos irrumpió por los molinetes y sorteó los controles. El motivo: les habían dado menos entradas de las prometidas, según el informe del jefe del operativo policial montado en las afueras del CDS y ratificado por el propio director de la Policía Nacional, Mario Layera. El grito destemplado del entonces Presidente de la Comisión de Seguridad de Peñarol no se hizo esperar. “Miente Layera” fue lo menos que dijo, y bla, bla, bla…

En la madrugada de la noche de brujas, un referente de la barra brava de Peñarol apodado “el nandito” fue recibido por una metralla de balas 9 mm en la puerta de su casa en Villa Española. Salvó su vida de milagro con un roce en la cabeza y fractura de una pierna, derivado a un hospital sin riesgo de vida. La policía incautó en la escena 34 vainas  y registró 17 impactos en el coche del involucrado. Ese coche tendría muchas más sorpresas a develar, ya que en su interior se hallaron 23 entradas de socio de la Tribuna Amsterdam y varios listados con cientos de nombres de integrantes de la barra brava. Todos indicios que presumen una organización en la distribución de entradas tantas veces negada por la dirigencia con su bla, bla, bla...

Si algo faltaba para confirmar la connivencia presunta, tres integrantes de la Comisión de Seguridad aurinegra renunciaron y al día siguiente -conocido este ataque al referente- el mismo Presidente de la comisión, (Julio Luis Sanguinetti), dimitió. Demasiadas coincidencias en tan poco tiempo.

Parece tan lejana y tan cercana aquella mañana del año 2010 en vísperas de un clásico, donde la discusión mayor pasaba por el tamaño de un pulmón en la Tribuna Olímpica. El mismo Bonomi cerró el tema diciendo que podrían ponerse de acuerdo en el tamaño pero esa no era la solución. La misma pasaba por generar un cambio cultural que nos lleve a volver a disfrutar del fútbol como un deporte que cultive convivencia y deportividad sin violencia. Allí mismo comenzó a gestarse el programa Pelota al Medio a la Esperanza que promueve ese espíritu deportivo por encima de cualquier resultado.

Hoy los hechos hablan por sí solos. Un atentado pergeñado por barras de Nacional llevó a dos chicos de Peñarol a debatirse entre la vida y la muerte (uno aún corre riesgo de vida), por hacerse de unos trapos a fuego y muerte. Hay 12 procesados por ese hecho, y las redes arden. En el partido Peñarol – Rampla en el Centenario, a un hincha le disparan dos veces en el baño y el partido se suspende. Luchas entre bandas fue el detonante. A pocos días ocurre el incidente en Villa Española y la caída de la Comisión de Seguridad carbonera. Muchas coincidencias, reitero, en tan poco tiempo. 

El fútbol es un espectáculo público organizado por privados, dueños del derecho de admisión no lo ejercen por miedo, según ellos mismos confesaron. Ahora se han dispuesto contar con tecnología que sirva para esos fines, principio quieren las cosas. 

Ojalá hubieran escuchado un poco al Ministro, se hubieran evitado tanta demora... 



el hombre rompía el carné de socio,
el perro mordisqueaba una pelota...

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