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viernes, 29 de abril de 2016

“Fatto in casa”

Daniel Garín, Comuna Canaria, hablando a Prod. Fliares.
Representan el 15% del PIB, una cifra nada despreciable para una economía como la uruguaya en la que el mercado interno comenzó a tener incidencia al punto de ser un motor anti-crisis. Son familias, son trabajadores que producen con sus propias manos insumos para alimentar a gente y dinamizar un sector indefenso durante mucho tiempo. Son los productores familiares, un colectivo de emprendedores que empiezan a disfrutar las virtudes de juntarse para potenciar sus posibilidades como proveedores  serios y confiables para el Estado. Particularmente lo hicieron en una experiencia inédita para la administración pública, encontrando tierra fértil en los responsables de una cartera que jamás imaginaron sería la puerta de ingreso al mercado. Hoy surten las cárceles uruguayas como primer paso que ya empieza a transitar un largo recorrido avalado por una producción responsable y seria que genera confianza. Son productos “fatto in casa”, de mejor calidad y a mejor precio.


Un comprador seguro, un vendedor responsable

Golpearon muchas puertas, hasta que una de ellas se abrió para tender una mano que no soltaron más y que sumó otras manos ávidas de romper los vicios burocráticos de las inaccesibles compras estatales. Encontraron la oportunidad y no la desperdiciaron, se organizaron, se asesoraron, tuvieron confianza y se arriesgaron. A dos años de aquel salto recogen los frutos de una experiencia formidable que demuestra con números concretos la correcta decisión tomada.

Son los productores de cerdo, fasoneros de pollo y agricultores familiares – junto a los trabajadores de Molinos Santa Rosa y Caorsi- que coordinaron para firmar un acuerdo con el Ministerio del Interior y las Intendencias de Canelones y Tacuarembó. Por el mismo, abastecen de sus productos al Instituto Nacional de Rehabilitación mejorando la calidad de los insumos comprados por el Estado a un mejor precio, sin intermediarios.

El tiempo transcurrido sirvió para generar conocimiento mutuo en una relación comercial que potenció a todas las partes involucradas. Cada sector -con su impronta particular dado el rubro que trabajan- fueron acumulando experiencias y compartiendo ese conocimiento para beneficio de todo el colectivo sin recelos.

Los primeros que lideraron el proceso fueron los productores de cerdo y los fasoneros de pollo, quienes recibieron el apoyo incondicional del grupo de trabajadores del Molinto Santa Rosa, verdaderos mentores de la organización de un proyecto productivo que necesitaba del pienso necesario para montar el plan de negocios y volverse atractivos para la administración. Con ese capital intangible de conocimiento, pronto comenzó a cuajar el acuerdo que necesitó de espacios genuinos de confianza para dar los primeros pasos bajo su propio riesgo.

Ese fue el diferencial que pautó una relación que se fue consolidando a medida que los desafíos iban concretando objetivos y cumpliendo compromisos. Producción de calidad, segura, en tiempo y forma, hicieron del trabajo un capital adicional que pronto empezó un circuito virtuoso entre productores familiares y el Estado.

Más de 300 familias forman parte de este acuerdo que sigue creciendo y que espera germine en otras áreas de un Estado que tiene, en la producción familiar, un socio privilegiado que puede satisfacer sus necesidades ahorrándole divisas.

Si algo necesitaba el Estado para cerrar ese circulo de virtudes era una experiencia exitosa como la que el Ministerio del Interior generó a partir de estos emprendedores familiares que hoy proveen la tercera parte de los alimentos que consume la cartera. Una buena práctica de administración de los recursos públicos que -además- genera oportunidades a las familias uruguayas e incorpora a otros actores públicos calificados como las intendencias, que contribuyen con planificación y fomento de la actividad familiar.

Nueve departamentos concentran a los productores de cerdos mientras que los fasoneros de pollo se concentran en Montevideo y Canelones, pero ambas ramas sirvieron para generar confianza a otros sectores como los agricultores familiares que se incorporaron hace un año al proyecto. 

Escuchar el relato de los trabajadores de Tacuarembó, que recuperaron la confianza en sí mismos y consolidaron su fuente de trabajo dejando atrás penurias que creían insalvables. “Recuperamos el vínculo familiar que se estaba rompiendo a partir de la crisis laboral que estábamos viviendo”, contó uno de los trabajadores de Caorsi.

Hoy, la experiencia de los convenios tripartitos (Ministerio del Interior, Productores familiares e Intendencias) es un punto de inflexión para la contratación con el Estado que va camino a extenderse, para beneficio de las familias trabajadoras uruguayas. 


el hombre hablabo orgulloso,
el perro disfrutaba un huesito...

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