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viernes, 19 de febrero de 2016

En(red)ados

Ya nos hemos acostumbrados a escuchar o leer la palabra viral; ya no es un término ajeno a nuestro vocabulario y cuando nos referimos a él no pensamos en ningún virus propiamente dicho sino en la propagación por las redes sociales de algo que llamó la atención de muchos. Un video, una foto o una simple afirmación basta para que se comparta y salga de nuestro dominio; alcanza para ser multiplicado y compartido hasta el infinito por la inmensa red mundial. Una poderosa herramienta comunicacional que puede ser letal si, llegado el momento, lo que se difunde no solo no es cierto sino que lleva aparejado el infundir miedo generando una crisis colectiva. Pasó con Orson Welles y su “Guerra de dos mundos” en la ciudad de Nueva Jersey y no aprendimos nada. Muchos lo hacen inocentemente, otros con indisimulada intención, y están los que lo originan que son movidos por vaya uno a saber qué intereses. Todos, contribuyen a la difusión de información falsa y con ello arrastran un peligro en ciernes que puede tener consecuencias irreparables.


La burundanga y el tráfico de órganos

Caso 1: se propagó rápidamente, las redes comenzaron a difundir descontroladamente los mensajes que daban por cierto la existencia de una gavilla de falsos fumigadores que iban casa por casa y desvalijaban a los incautos montevideanos. Nadie sabía a ciencia cierta quienes eran ni tampoco conocían a ninguna víctima uruguaya de estos atracadores, sin embargo difundían la información como si fuera verdad. Pocos -muy pocos- reparaban en una palabra clave “municipalidad”, un vocablo más argentino que nuestro y que revelaba claramente que el mensaje no era autóctono, sino de otras latitudes.

Caso 2: unos audios que duraban entre 12 y 14 minutos advertían de una maniobra que elegía víctimas jóvenes a las que adormecían mediante una droga poderosa que se activaba al pasar los dedos por la pantalla táctil de un celular. La supuesta víctima era afectada cuando accedía a colaborar con una persona que, aludiendo problemas de visión y con acento extranjero, solicitaba ayuda para verificar un número telefónico de su aparato, circunstancia que “activaba” a la droga para su inoculación. El relato -siempre de oídas- hacía hincapié en el perfil de las víctimas, personas jóvenes a las que desmayaban para luego hacerlas desaparecer. Incluso hay un audio que refiere a una farmacia de una ciudad de Canelones la que fue consultada por la prensa negando la ocurrencia de evento alguno de esa naturaleza frente a su local y mucho menos que hayan atendido a una víctima. Solo uno de los audios refiere haber visto a una chica lastimada que se habría evadido de quienes la habrían drogado pero hasta allí llega la información. No se sabe quien era esa chica, ni tampoco hay denuncia alguna que avale dicho relato.

Caso 3: un joven periodista de radio desapareció del balneario donde lo habían visto sus amigos. Lo hizo sin dejar rastro alguno y enseguida disparó la alarma entre sus familiares y allegados más cercanos que empezaron su búsqueda por las redes sociales. La alarma fue creciendo y lo hizo aún más cuando se hicieron eco los principales portales de noticias haciendo que lo que empezó como una búsqueda entre amigos trascendiera a un evento de seguridad pública donde el protagonista era un periodista. Al otro día de que esa bola de nieve había comenzado a rodar y crecer, las autoridades informaron que quien se buscaba había viajado a Brasil embarcando por el Aeropuerto de Carrasco. 


Casos varios: se murió Jackie Chan, (también), Cacho Castaña”, así como tantos otros que tuvieron que salir a desmentir por las redes la burda y morbosa información de sus decesos. Y, entre tanta información de dudosa credibilidad que viaja por las redes, yo también fui víctima de esa práctica. Compartí la información de un conocido montevideano que se sienta todos los días en San Martín y Propios a beber varios litros de cerveza, evidenciados por las botellas prolijamente en fila junto a él por el tiempo que insume en esa rutina. Fue panadero y le acompaña la versión sobre una vida trágica al haber perdido a su mujer e hija en un accidente en esa misma esquina (la verdad es  que perdió a su mujer y a partir de esa pérdida comenzó esta rutina, actualmente vive con dos hijos). Un posteo a mi publicación en facebook puso en duda la historia, advirtiendo que este hombre desmintió la versión -convertida en leyenda urbana- al ser entrevistado por la prensa*. Confieso que fue recién al escribir esta columna que busqué información al respecto para chequear la veracidad de ese posteo. Algo que debí hacer antes, claro.

Todos estos casos -a cuenta de muchos más- representan el poder de las redes sociales en la generación de información que es imprescindible chequear antes de su propagación. Método que no siempre aplicamos, ante la facilidad de dar un clic sin mayor discernimiento sobre la veracidad o no del contenido que se comparte.

Nadie niega la buena intención que, seguramente, empuja a muchos de quienes así lo hacen, pero esa mínima acción conlleva un peligro latente que puede viralizar una falsa información así como generar una alarma pública sin control.

De mala fe

Pero así como hay quienes viralizamos una información con la intención de ayudar, no faltan los que la divulgan con espurias intenciones y solo para dañar la imagen de alguien o -incluso- de un país.

Por esa razón no es descabellado pensar que se utilicen las redes sociales persiguiendo otros intereses, algunos impregnados de profunda mala fe. Así le pasó a una conductora televisiva a la que se le atribuyó una frase que nunca dijo sobre el origen de la cepa del dengue autóctono uruguayo. Precisamente la misma conductora que muchas veces se hace eco de lo que difunden las redes sociales utilizándolo como insumo para su programa. Esta vez fue ella quien debió padecer los perjuicios del irresponsable posteo de un cibernauta que adujo a una broma (de mal gusto) su accionar.

Y si a la mala práctica le faltaba algo, por estos días inundaron las redes con el rumor de la renuncia de Bonomi, tan falso como lo que le pasó a Victoria Rodríguez, con la salvedad que el Ministro no precisó desmentirlo pues alcanzó verlo en su puesto y enfrentando los problemas de su cartera con el mismo ahínco de siempre. Solo alguien que no lo conoce pudo creer ese falso rumor. 

Este siglo será recordado, sin dudas, como el de las comunicaciones, pero hacer de estas un instrumento de crecimiento y desarrollo dependerá del buen uso que hagamos de las nuevas tecnologías. 

No enredarnos entre la maraña de información, será el principal desafío.

*http://oceanofm.com/abrepalabra/el-hombre-de-la-calle-el-cervecita.html

el hombre lo dejó de seguir,
el perro le gruñó un me gusta...

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