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viernes, 18 de septiembre de 2015

Valorar la Vida


Fue sin estridencias, sin reclamar renuncias ni venganzas. Fue en silencio. Un silencio que aturde, un grito ensordecedor. Un grito ahogado por el dolor que busca consuelo en la justicia y en el perdón. Ya nadie les va a devolver lo perdido, pero saben que tampoco el odio les dará consuelo. Son ASFAVIDE y volvieron a “gritar” su reclamo en silencio con velas encendidas en una escalinata del Palacio Legislativo que emitió su voz en forma de luces que iluminen a quienes tienen responsabilidades en alcanzar soluciones ante la violencia que nos roba vidas de forma inexplicable. “Valoremos la Vida” fue el mensaje, y ese silencio aturdidor aún resuena por el Palacio de las Leyes...


Más de 300 luces de atención

La noche caía en el barrio de la Aguada, y desde la Avda. 18 de Julio se podía apreciar la luminosidad de una intervención urbana que realizaba el colectivo de la Asociación de Familiares Víctimas de la Delincuencia – ASFAVIDE – en la escalinata del Parlamento uruguayo. La antesala del Salón de los Pasos Perdidos se iluminó por espacio de más de una hora con velas que permitían leer desde varias cuadras la frase que dio motivo a esta intervención: “Valoremos la Vida”.

Allí no hubo gritos, ni cacerolas, no hubo reclamos destemplados (bien que podrían hacerlos). Tampoco hubo multitudes que acompañaran un reclamo justo de un colectivo que representa mucho más que los intereses de quienes sufrieron en carne propia las consecuencias de la delincuencia. Nos representan a todos, en tanto ninguno de ellos pensó que algún día podía estar integrando grupo semejante, como tampoco pensamos muchos de nosotros... pero, nadie está libre. 

Entonces, si el azar o vaya uno a saber qué determina que pasen estos hechos, debemos tomar conciencia que a todos nos debiera importar conocer o ser parte de colectivos como este para que podamos intentar un cambio y prevenir hechos dolorosos a otros. 

Graciela Barrera perdió a su hijo por un hecho desgraciado que nunca imaginó. Las rapiñas eran a otros, los homicidios eran de otros; formaban parte de un noticiero y poco más, mientras, ella seguía con su vida de madre, abuela y comerciante. Hasta que un día la desgracia hizo que la noticia fuera alguien de su familia, allí empezó un camino sin retorno y el principio de un proceso de duelo que no tiene fin.

Inspirada en la tesis de no aumentar el dolor con más dolor, no buscó revancha ni venganza y concentró todas sus fuerzas en hallar justicia para su hijo Alejandro junto a un mensaje de vida para su nieta, a quien le regala cada día un trabajo silencioso de esperanza, perdón y reconciliación. 

Su colectivo nuclea a familiares y a víctimas de la delincuencia a quienes asisten en el duro trance de recomponer el entramado roto por el accionar delictivo. El foco lo ponen en  la asistencia a los que quedan, esos que necesitan fuerzas para seguir los caminos de la vida a pesar del inmenso dolor por la pérdida sufrida. Pujan por cambios legislativos que prevengan de resultados como los que les tocó vivir y que a otros no les pase lo que les ocurrió a ellos. Tamaña solidaridad no tiene forma de medirse, y eso agranda hasta el grito, sus demandas. 

Su osadía la llevó hasta la cárcel de Punta de Rieles donde brinda charlas a los privados de libertad, para que sepan su dolor, para que sepan que no guarda rencor, para que sepan que pueden y deben rehabilitarse, promoviendo un cambio entre todos. Los hace parte de la solución. Justo a ellos, los “responsables” del problema que la ubica en el lugar que ocupa hoy al frente de ASFAVIDE.

La intervención fue en silencio, las velas formando aquel mensaje hablaron y gritaron su dolor en reclamo de justicia y ayuda. Las fotos de sus familiares muertos a manos de la delincuencia eran otro grito que aturdía fuertemente mientras la fría brisa de una primavera en ciernes se hacía sentir también.

Fueron pocos los que acompañamos la movida – legisladores, ninguno, aunque hubo mensajes por los que se excusaron varios y alguno envió un representante – estuvieron los propios familiares, los medios de prensa que dieron cobertura y pocas personas más. 

Sin embargo el mensaje se transmitió fuerte y claro, y aquellas velas encendidas aún mantienen viva su llama pidiendo justicia. 




el hombre prendió una vela,
 el perro acompañó en los escalones...

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