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jueves, 3 de septiembre de 2015

Maestras de ¿negro?

Volvieron las clases pero lo hicieron con las reivindicaciones intactas. Pasaron muchos días sin clases y al retorno no pasó desapercibido el conflicto a la vista de niños y padres. Particularmente en muchos de estos la singular forma de protesta activa no cayó bien y fue motivo de sumar un día más de “vacaciones forzadas” para sus hijos (y del cese de las “vacaciones” para muchos abuelos). Es que las maestras no tuvieron mejor idea que recibir a los educandos vistiendo túnicas negras en señal de luto por lo que consideran un regreso bajo protesta por falta de acuerdo y solución a sus reivindicaciones gremiales. “Abuelaaaaaaa, paquetes!! “- gritó aquel padre- y la abuela abrió los ojos sin entender nada, mientras recibía a los mellizos por otro día más de vacaciones obligadas...

La revolución de las túnicas blancas

Si los reclamos por una mejor educación eran esencialmente justos, el Decreto de Servicio Esencial anunciado fue el condimento que precisaban los gremios de la educación para conseguir las unanimidades que añoraban. Todos alineados en un mismo reclamo: negar un decreto que lindaba con la ilegalidad y que jamás aplicó gobierno alguno en la materia. El triste privilegio de ser el primero fue un punto de inflexión que a todos nos dolió como frenteamplistas.

Por un lado, escolares, estudiantes y los padres de ambos que pretenden la mejor educación para sus hijos Por otro lado, los maestros y profesores que aspiran un mejor salario que les permita dedicación total, algo que pretende quien ama su profesión y vivir de ella. 

Pero los recursos son finitos y hay que administrarlos bien. El Ministro de Economía quiere que le cierren las cuentas, los maestros y profesores, vivir de su salario. Encontrar el punto medio es la cuestión; ese es el desafío ineludible que tenemos que alcanzar -y contribuir a que se alcance- entre todos.

Con el reclamo intacto de llegar al 6% del PBI, (promesa de campaña), la ansiedad les ganó a todos. El ámbito de negociación se fue encrespando y las posiciones se endurecieron al punto que nada parecía colmar a nadie y así se llegó a extremos que ninguno pensó podrían alcanzarse. En ese punto, volver atrás no era descabellado y menos en un gobierno de izquierda cuya base social es escuchada siempre, mal que pese a los partidos de oposición (que perdieron tres gobiernos consecutivos siendo esa una de las razones de sus derrotas).

Con ese antecedente en carpeta era dable pensar que el Gobierno revocara su medida, sin que ello significara debilidad ni mucho menos. Un Presidente que escucha a quienes le otorgaron su mandato no hace otra cosa que agrandar su estatura política y fortalecer su liderazgo. 

Por otra parte, hoy se reconoce un aumento en la afiliación a los sindicatos de la enseñanza a partir de la medida de esencialidad. Esa unanimidad lograda por la decisión del Ejecutivo tiene dos interpretaciones posibles: una, que se fortalecieron los gremios de la educación a expensas de una medida que enojó a muchos no afiliados que optaron por sumarse a su gremio para sentirse representados; y otra, que basa la alta afiliación en una necesidad de ser parte activa de un gremio que los está llevando a callejones sin salida y  es solo participando activamente que pueden hacer posible un cambio de rumbo. 

Cualquiera fuera la razón, las aguas comenzaron a bajar y las clases empezaron. Atrás quedó la esencialidad -sin efecto- y la propuesta de aumento salarial llegó a su última versión (sin cambios). Con un desfase entre primaria y secundaria, las clases comenzaron.

Un hecho particular ocurrió en una escuela de un barrio de Montevideo. El papá llevaba a los mellizos al primer día de escuela tras varias semanas de vacaciones forzadas. El descanso a los abuelos, la tranquilidad a los padres. Los chicos retomarían su ciclo educativo y todos en paz.

Los mellizos estaban felices, volvían a reencontrarse con sus amiguitos de clase, con su Maestra. Volvían los recreos y los juegos, volvían felices a su escuelita. Entonces pasó algo que llamó la atención del papá. No estaban las clásicas túnicas blancas en la puerta. Moñas negras adornaban el enrejado de la entrada y las maestras vestían indumentaria de color negro absoluto. Las muecas de felicidad de los “melli” desaparecieron, la incredulidad les ganó a los tres, y el ceño comenzó a fruncirse en la cara del padre.

”¿Qué pasó” - le comenzó diciendo a la maestra que esperaba con cara circunspecta en la puerta.
       - “Estamos de luto por la educación” - respondió aquella, mientras el papá apretaba más las manos de sus mellizos.
     - “Ok- le respondió el papá – cuando se les pase los traigo” - y se volvió sobre sus pasos, no sin expresarles que él “traía a sus hijos a la escuela no a un velorio”.

El caso es solo una anécdota. El relato de un hecho real que ocurrió en una escuela de barrio en Montevideo. Una escuela que recibe el apoyo incondicional del grupo de padres que hacen del lugar un mejor lugar para sus hijos y los hijos que vendrán de otros padres que también enviarán a sus chicos algún día. Padres que comparten los reclamos salariales de aquellos a quienes confían sus hijos cada día. Padres que, entendiendo la justicia de ese reclamo, no comparten la forma de expresarlo, no por ellos sino por sus hijos que no entienden porqué -un lugar de alegría y diversión- se convertía en un espacio triste y negro, fruto de una intervención como la que eligieron ese día.

Los niños se merecen lo mejor. Por ellos, solo por ellos, bastaría un poco de reflexión al momento de elegir formas de protesta de reclamos que todos sabemos justos y apoyamos.

Por eso, por favor Maestras, de negro... no.




el hombre apretó aquellas manitos,
 el perro acompañó hasta la casa de la abuela

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