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jueves, 14 de junio de 2012

Cali: ciudad de arepas y cuchibarbies

Las "cuchibarbies" se sacuden en la planta alta

Tras más de 11 horas entre escalas y vuelos, la hermosa ciudad de Cali nos recibiría para compartir tres días de intenso trabajo que nos dejaría algún tiempo para conocer a los caleños y sus costumbres. Un país al que la naturaleza regó generosamente sus dones en frutos y vegetales que hacen de la cocina caleña un rincón de sabores que atrapa a cualquier visitante. 


  
Los caleños están mejor pero no se regalan...
 
Lo que sí regalan es amabilidad y hospitalidad. A cada petición que se nos hace la expresión surge inmediata "¿me regalaría una firma por aquí?... ¿me regala su nombre por favor?"; "con mucho gusto" es la respuesta permanente a cada agradecimiento que hacemos ante tanta gentileza. Y paramos de agradecer a riesgo de convertir aquello en un empalago verbal que nos inmovilice y evite cualquier otra actividad en tiempos tan escasos para las mismas.

A poco de transitar por sus rutas, la presencia militar es un llamado a la atención de quienes parecen estar frente a lo que muchos pretenden para nuestro país. Justo en tiempos en que el debate sobre la seguridad está planteado y se escuchan voces que reclaman la presencia militar en las calles, la sola aparición del primer piquete que detiene a nuestro "carro", nos hace sentir como en un viaje hacia el futuro. Pero pronto se nos aclara un poco el panorama; la realidad Colombiana es muy diferente a la nuestra y vienen de vivir momentos de mucha inseguridad que llevó a la militarización como contrapeso. Si bien Colombia no es lo que fue diez años atrás, donde el narcotráfico y la guerrilla se repartían la razón de la inseguridad, aún mantiene una fuerte presencia militar y policial en rutas y calles. Al escuchar los relatos nos damos cuenta de lo que significa Uruguay para el resto de América en términos de seguridad, y verdaderamente estamos lejos de realidades como la que nos cuentan aquí.

Atrás quedaron los tiempos en que los jóvenes salían a bailar y en medio de la noche, la llegada de un narcotraficante y su pandilla cerraban el lugar para que nadie saliera ni entrara, y con ello la inseguridad ganaba el espacio, pues no estaban libres que vinieran por ellos y un efecto colateral se llevara a algún inocente que había asistido esa noche.

De todos modos, y salvando las distancias, hoy Colombia no es la de hace una década. A fuerza de intervención militar se ha ido ganando territorio que antes era de la delincuencia o de la guerrilla, según la zona. Particularmente donde nos afincamos -sur de Cali- es más notoria la presencia policial que por sí misma disuade, y eso se nota. Y aún así, la advertencia surge de inmediato y nos invitan a no arriesgarnos en incursiones por la ciudad a fin de evitarnos inconvenientes.

Pero no son todas flores. Hay espacios impenetrables para la Policía, salvo cuando incursiona junto al Ejército en operativos puntuales. Siloé se llama el barrio, y está en la ladera del monte que bordea la ciudad. Una sucesión de casas apiladas entre las pendientes encumbradas donde no entran otros coches que no sean del lugar. A la vista se asemejan a las favelas de Río de Janeiro, y en los hechos, también...


De arepas, mangos y sancocho

La mesa caleña está muy bien servida siendo un regalo para la vista y los sabores. La generosidad que les dio la madre naturaleza es bien aprovechada por quienes hacen de los frutos autóctonos los manjares más sabrosos que pudimos probar en tan corta estadía. Y lo que mejor hacen es compartir esa cultura culinaria convirtiéndolos en anfitriones de lujo para cualquier visitante.

Cada fruta encierra el sabor del trópico y nos invita a degustarlo sin ocultar la avidez por percibir los sabores que encierran. Mangos, aguacates (palta), piña (ananá), papaya, plátano, (que no es lo mismo que el banano), lulo o naranjilla (con el que se hace una bebida riquísima), son algunas de las variadas frutas que hacen de la mesa colombiana una excusa exquisita para quedarse. Frutas que son utilizadas en variadas formas y que son presentadas a la mesa con maestría de gourmet que las hacen más atractivas aún.

Otro de los manjares del lugar son las "arepas", una especie de torta hecha con harina de maíz que es muy sabrosa. También el "sancocho", uno de los más tradicionales platos colombianos, sirvió de agasajo en nuestra visita y fue la carta de presentación del sabor caleño. Junto a las sopas -con los más variados ingredientes- son otra de las delicias de la cocina del Valle, presentadas en su tazón y con una masa muy suave y exquisita que sirve de tapa. Motivos que hacen de las mismas una razón de peso para desdecir a Mafalda en su cruzada anti-sopa (dicho además por otro confeso mafaldesco que supo degustar varios platos por estos días).

En la recorrida por la ciudad, visitamos el casco antiguo de San Antonio, un rincón de casas coloniales que registran la historia de una ciudad de más de cuatrocientos años. En la cima misma de uno de estos cerros un anfiteatro natural sirve de escenario para los "cuenteros", personajes populares que hacen del relato de historias y fábulas un singular atractivo.  La Avenida de los Cerros es el lugar más pintoresco sin dudas, y regala la mejor vista de una ciudad que se derrama por un profundo y extenso valle que se pierde entre el verde de los cañaverales de azúcar que bordean la ciudad.

En una de esas salidas pudimos apreciar que los Bingos y Casinos abundan; también los sitios bailables donde se oyen las orquestas al ritmo de la salsa colombiana que invita a mover el cuerpo. Precisamente Cali ostenta orgullosa el título mundial de salsa, y realiza todos los años la feria internacional donde se dirime dicho galardón. Uno de los rincones salseros por excelencia fue el disparador de esta nota junto a la simpática expresividad de nuestro ocasional chofer, (Diego), quien nos informara que "allí es donde están las cuchibarbies".

Luego de escuchar su explicación, concluyo que lo más parecido que tenemos en Uruguay es el Club de Anita. Con esta comparación se hacen una idea de cómo son las cuchibarbies caleñas (más cuchis que barbies).

"La suerte es loca, y a cualquiera le toca"

El lenguaje caleño es también particular, y abundan las expresiones cargadas de entonación que distingue a sus habitantes. "Súper chévere" (super bueno); "mi negra/o" (mi querida/o);  "oye chico" ; "ese anda como afanado" (quien anda muy rápido). Por supuesto con el énfasis característico y pronunciando las "y" como "ll".

El tránsito es cosa seria. Los caleños manejan muy "rapidico" (adjetivar con la terminación ico es muy común aquí). Por otro lado, no son muy respetuosos de las reglas de tránsito lo que obligó a la municipalidad a ser más severos con las multas. La instalación de cámaras de seguridad vial, dotó a la ciudad de inspectores a tiempo completo, que hacen llegar la "fotica" con la "multica" a domicilio.

Los "motoratones" y mensajeros, se agrupan en puntos de la ruta o esquinas de la ciudad. Son transportistas de personas los primeros, y de mensajería los segundos, y para circular en regla deben portar casco con el número de la matrícula impreso en el mismo y en horas de la noche, con un chaleco reflectivo. 

Contra la polución y la superpoblación automotriz implementaron el "pico y placa", sistema de restricción de circulación vehicular por día y por hora. De acuerdo al último dígito de la matrícula se organiza la circulación restringiendo la misma una vez por semana dentro de horarios determinados (7 a 10 y 17 a 20). 

La ciudad avanza tras varios años sin obra pública, y estas se retomaron con buen impulso y son evidentes los trabajos viales por diferentes puntos de la ciudad.

Cali, una bonita ciudad  que puja por dejar atrás su pasado de violencia y corrupción, y que invita al visitante a querer volver en "cuantico se pueda, chico..."


el hombre volvió con su barbie,
 el perro siguió en su cuchi...


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