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sábado, 14 de abril de 2012

Los de afuera no son de palo...


88 homicidios en el primer trimestre del año produjeron un impacto fuerte en la sociedad uruguaya. No fue inesperado pues ya se advertían señales que hacían posible este desenlace que algunos explican como coyuntural pero que una visión diferente desde quien tiene a su cargo la seguridad pública, no puede aceptar como causa principal de los hechos. Algo cambió en la sociedad uruguaya que la ha vuelto más intolerante, y así lo explican otros que estudian el mismo problema desde adentro.


En las páginas del diario El País, del sábado 14 de abril, se instaló una suerte de contrapunto sociológico entre dos connotados exponentes en la materia. Uno de ellos estuvo al frente del Observatorio sobre Violencia y Criminalidad del Ministerio del Interior (Soc. Rafael Paternain), y otro se ha incorporado al trabajo de la cartera encabezando programas de Convivencia Urbana que en poco tiempo estarán poniéndose en práctica, (Soc. Gustavo Leal).

Parecería que según sea el lugar desde donde se actúe, las respuestas a un mismo tema difieren, y el sesgo de las mismas permite aventurar un enfoque por lo menos diferente (si no opuesto), entre profesionales que comparten una misma materia de estudio.

Seguramente por estar también del mismo lado del “mostrador”, tendremos una visión parcializada pero que nadie puede tildar de ajena de pragmatismo. Un pragmatismo necesario para una sociedad harta de tanto diagnóstico y que reclama para ayer las respuestas que se enuncian a partir de estudios y análisis que poco aportan a la hora de brindar resultados.

Y si algo no puede negarse es la realidad. Imposible tapar el sol con las manos. Los homicidios se han disparado y eso es un dato concreto, real y preocupante, para quienes tienen la responsabilidad de velar por la seguridad. No es someterlos a un estado de indefensión el reconocer que de los 88 homicidios del primer trimestre del año, 75 obedecen a causas ajenas al hurto o la rapiña (delitos que más atormentan a los uruguayos), los que se explican por ajustes de cuentas, violencia doméstica o violencia interpersonal espontánea.

Tampoco el reconocer que aún resuelta la seguridad policialmente reclamada, ello reduciría 13 casos de los 88 referidos (por citar números actuales), y el problema seguiría existiendo en los restantes 75 que obedecen a causas que no son resorte del Ministerio del Interior sino de la sociedad toda.

Es responsable diagnosticarlo sí, pero aportando respuestas concretas a cambio. Ahí entra a jugar su rol el otro protagonista de esta nota, ya que la incorporación de Gustavo Leal al equipo de trabajo apunta a atacar precisamente esas causas que no tienen una solución policial propiamente dicha pues obedecen a razones culturales y a un cambio de valores sociales que llevaron a que los uruguayos resolvieran sus conflictos en forma más violenta. Precisamente porque hay que curar esa enfermedad es que hay que mejorar la convivencia, enseñar técnicas de resolución de conflictos interpersonales, brindar alternativas a los jóvenes que los alejen de la droga y el delito, y sumar soluciones entre todos los integrantes del colectivo social.

No basta con hablar de coyunturas y esperar a que se nos pase. Hay que actuar para dar respuestas adecuadas a los problemas que hoy son triste noticia en estos primeros tres meses del año.

Desde el inicio mismo de la gestión, el ministro Bonomi hizo referencia al problema de la inseguridad como un tema de carácter colectivo que necesariamente debe contar con una “percepción compartida de la amenaza” para poder encarar correctamente el tema. Si no se comparte esa percepción y se entiende –como en este caso- que son fenómenos coyunturales, de momento, no podremos encontrar una solución efectiva a los problemas. Y menos, una que sea duradera.

La intolerancia social no parece ser un argumento convincente para algunos, pero es real y está pasando.

Algo cambió en la sociedad uruguaya y es un fenómeno disruptivo claro – afirmó Leal, tan claro que está trabajando en la construcción de herramientas que enfrenten ese problema y constituyan un cambio cultural que mute la situación.

Convivencia, esa es la vacuna contra esta epidemia que se expande por el continente (aunque solo nos importe el Uruguay). Si no logramos mejorar ese aspecto, lo coyuntural –si fuere tal- dejará de serlo y a ese estado de situación no se quiere llegar.

Y como los de afuera no son de palo, bienvenido sea el debate para generar ese intercambio que construya alternativas y complementen las soluciones que se planteen.

Todo aporte es necesario para construir la seguridad que nos merecemos.



el hombre dejó la calculadora,
y el perro dejó entrar al gato...

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