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lunes, 17 de noviembre de 2025

Inclusión educativa, una materia pendiente



Ven, te presto mis zapatos,
Para que camines la vereda de mi vida
Y tal vez puedas comprender.
Ven, te presto mis zapatos,
Vive lo que yo he vivido, y dime si aún te molesta mi proceder.
Ven, ponte mis zapatos, siéntete como me he sentido, y entonces me cuentas si aún puedes ser tan cruel.
Solo sabes una parte de la historia
Y juzgas desde lo que puedes ver 
¿Quieres tener el panorama completo?
Ven, ponte en mis zapatos, camina mi trayecto y luego dime si te duelen los pies 


Mientras la agenda educativa se concentra en los reclamos por mayor presupuesto, la violencia en los centros educativos y/o la desafiliación del presidente de la ANEP – maestro Pablo Caggiani- los problemas no se reducen a esos puntos, exclusivamente. Hay otras circunstancias que hacen al diario acontecer de los educandos que quedan por el camino sin derecho a reclamo. Son los miles de estudiantes que necesitan apoyo para que el sistema no los deje afuera y los regrese al circuito, no sin contemplar las particularidades de cada uno, por supuesto. Y en ese punto hay un debe notorio que se plantea sin que el sistema brinde respuestas acordes…

El caso es particular pero no único, es uno que representa lo que sufren muchos estudiantes que no controlan su carácter y son víctimas de una condición que muy pocos saben tratar. Me refiero a los estudiantes con TEA (Trastorno del Espectro Autista), en sus diferentes grados. Particularísimos si los hay, hacen parte de un abanico de situaciones en las que su condición complejiza su conducta académica. 

No solo es cuestión de libros

Problemas de violencia intrafamiliar que se trasladan a los entornos educativos, jóvenes desamparados y aislados de sus vínculos directos (que pasan desapercibidos muchas veces por sus progenitores pero que estallan en el liceo o la escuela); peleas, discusiones, violencia física y sicológica; el uso de las redes sociales y la intimidad de los jóvenes, son tan sólo algunos de los múltiples problemas que enfrenta diariamente el sistema educativo. 

Son muchos los casos que acumulan los institutos -tanto públicos como privados- que afectan la situación de los estudiantes uruguayos y los entornos de convivencia que comparten en los respectivos centros.

Por supuesto que no es la generalidad, pero representan un número importante de casos a los que comprometidos grupos docentes (tanto de dirección como educadores mismos) dan cuenta de esas particulares conductas que los desvelan y a los que contribuyen a mejorar con un poco de empatía y comprensión.

Sin perjuicio de esos casos, están ellos, los que no tienen la capacidad de exteriorizar sus sentimientos y se presentan retraídos, inmersos en su mundo interior y abstraídos de un entorno que –muchas veces- no los capta ni los visibiliza. Padecen su aislamiento al punto que hasta dejan de asistir a los centros educativos porque los mismos son entornos que no soportan debido a la particular condición que los afecta y les impide un minimo relacionamiento. Son los chicos TEA, esos que parecen iguales, pero no lo son, esos que necesitan un tratamiento diferencial, los que no soportan ruidos, son estructurados, (y sufren cuando los sacan de sus esquemas de conducta); esos que -muchas veces- son brillantes en determinadas materias en las que dejan salir sus habilidades, pero que no logran un destaque curricular que, conforme a profesores o maestros, que no llegan a comprender que son jóvenes que necesitan un trato especial. Sin que el mismo implique dejar de integrar el colectivo, una atención que los incluya y enseñe al resto a contemplar al diferente.

Muchos no pueden -ni saben cómo- compartir entornos comunes o espacios colectivos, se recluyen en su interior y solo quien logra conectar con ellos puede entenderlos y asistirlos. No es tarea fácil, los padres de esos seres especiales tienen plena conciencia de esto.

Formados para la manada

La formación docente está diseñada para impartir conocimientos a la mayoría, respetando las individualidades que permiten el destaque según las virtudes de cada uno. Pero no está preparada –aún- para tratar con esos particulares y muy especiales estudiantes que tienen la dificultad de relacionamiento. Lamentablemente el sistema no contempla -adecuadamente- a estos casos y es un debe que tendría que ser atendido porque cada vez es más elocuente la necesidad de que esos chicos salgan de su aislamiento y compartan escenarios en los que puedan construir sus relaciones de forma adecuada y no terminen desarraigados del sistema educativo.

Una madre, profesora ella, sufre en carne propia las consecuencias de un sistema que se resiste a aceptar estas diferencias. Un sistema que pretende educar como al común de los estudiantes a quienes son y necesitan una educación diferencial, los chicos TEA.

La modernidad nos permite contemplar alternativas para que lejos de excluirlos se los incluya, aunque sea de manera remota o virtual, sin invadir su fuero íntimo al que solo es posible llegar luego de un largo y mesurado proceso. Algo que no se logra de forma automática, algo que solo los padres o un especialista en la materia, puede entender. Algo que no quita que un profesor, también comprenda y lo aplique convenientemente.

Reclamar los mismos resultados que al resto, a estos estudiantes puede empujarlos al desarraigo y el abandono curricular, echando por tierra todo el esfuerzo que se haga por mantenerlos dentro del sistema. Por ello, es medular que -además de lo curricular- existan espacios de intercambio sincero con el núcleo familiar para que se pueda contextualizar correctamente el proceso de un estudiante de ese tipo.

Pretender que asista presencialmente o que se grabe en el celular para una clase, puede afectar su comportamiento curricular y su conducta, por entender que viola su intimidad; puede provocar el efecto contrario al buscado, afectar la estructura que tiene establecida y lo empuje a una reacción que lo retroceda en el proceso de aprendizaje.

Hay que formarse para educar a este tipo de estudiantes, y hay que ponerse en el lugar de quien comparte todos sus días para poder entender que no hay otra alternativa que intentar que la conexión se haga en los tiempos y con las herramientas que ellos crean las más adecuadas.  Sin que ello parezca un privilegio ni nada parecido.

Cuánto darían esos padres para que sus hijos pudieran acudir como cualquier otro chico a la escuela o al liceo, que disfruten su vida en relación y se formen como el común de los jóvenes de su edad para que puedan soltarlos a la vida cuando estén listos. Lamentablemente eso no ocurre.

Seguramente este relato sea injusto con muchos docentes que se ponen en sus zapatos, pero son los menos o son insuficientes para el creciente número de casos que empiezan a visibilizarse. Porque si algo está pasando hoy es que son cada vez más los casos de jóvenes estudiantes que terminan excluidos de un sistema que avanza más lento de lo que en verdad se requiere.

Hay que actuar de forma diferente con los que necesitan ser atendidos de manera diferente. 

Hay que formar educadores capaces de entenderlos y educarlos como ellos necesitan…

Hay que ponerse en sus zapatos...


el hombre buscaba conectar,
el perro acompañaba en silencio…


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