Tapa de El País, febrero de 2018 |
Aquel año de 2018 tuvo la particularidad de ser la inmediata consecuencia de la incipiente aplicación del novel Código del Proceso Penal, algo que en su momento el propio Bonomi calificó como “efecto noviembre”, en alusión a la fecha de vigencia del nuevo compilado normativo (1º de noviembre de 2017).
Pero aquella disparada de los homicidios tuvo sus serias advertencias previas, cuando el extinto Director de la Policía Nacional, Crio. Gral. Julio Guarteche, preveía un futuro incremento de la letalidad ni bien se afinara la puntería. La referencia tenía relación con la cifra de heridos de bala de la cintura para abajo que respondía a los entonces incipientes “ajustes de cuentas”, que pronto derivaron en cuentas saldadas con la muerte de los deudores como represalia y advertencia para futuros morosos.
Titulares eran los de antes
Eran otros tiempos también para la consideración mediática, por cuanto la culpa de todos los males se las llevaba el titular de la cartera, el ya fallecido Eduardo Bonomi. Alguien a quien no le dieron ni un poco de tregua, pues ni bien asumió en el 2010, tuvo que enfrentar la desgraciada instancia del incendio en la cárcel de Rocha (julio de 2010), que dejó 12 privados de libertad fallecidos y el único responsable –para la oposición de entonces- era el Bicho Bonomi.
De ahí en más comenzaría una escalada de puja política sin cuartel que puso a la seguridad en el foco de atención y al Ministro como su principal objetivo. Al estilo de Napoleón, acecharon contra un punto medular de la gestión del gobierno de Mujica, y fueron contra uno de sus principales figuras. Poco les importaban las profundas transformaciones que se iban gestando en la cartera, pusieron a la seguridad en la primera plana de los diarios apelando a las desgraciadas instancias que se habían advertido. Con El País liderando la estrategia, titulando como la imagen que ilustra esta columna, y pasando por una orquestada y sostenida campaña de desprestigio que tuvo sus picos altos en el asesinato ampliamente mediatizado del planchero de La Pasiva en el año 2012, la ofensiva siguió hasta el mismo día de su despedida, a pesar de haber sido el único ministro del Interior que se sostuvo en la gestión por dos períodos consecutivos.
Lamentablemente hoy Bonomi no está para ver cómo, los que venían a aportar todas las soluciones, nos dejan un país más inseguro y con cifras de homicidios históricamente tristes que son récord indiscutido desde que se lleva registro.
Si en aquel malogrado 2018 los homicidios dieron argumento para un titular que hablaba de una “Ola violenta: 9 homicidios en 4 días”, ¿cómo se titularía hoy con la friolera de 8 homicidios en un mismo día?
Claro que estamos en plena semana de las fiestas tradicionales y ni el editorialista ni el que titula estarán pensando en dejar constancia de un gobierno en retirada con la peor ola de homicidios que registra la historia nacional. Porque de eso se trata hoy, de no olvidarnos que ya no hay más tiempo para la mezquindad política pero sí para la memoria colectiva que no puede darse el lujo de olvidar todo lo que dijeron antes quienes son responsables de haber empeorado la seguridad pública en tan solo 5 años.
La peor gestión de la historia
La historia los recordará como una administración en la que cayeron: Ministro, Subsecretario, toda la cúpula de la Policía Nacional, junto con una pléyade de acólitos (fungiendo como ineptos asesores) y una abultada cantidad de Jefes de Policía, sin reparar en mandos medios que integran una larga lista de destituidos y/o formalizados por la justicia.
Una gestión en la que se apeló al marketing como estrategia, se intentó acumular resultados de una pandemia como propios, y se gestionó como si se tratara de un club político antes que una Secretaría de Estado (cesaron o apartaron funcionarios por el mero hecho de haber cumplido funciones en administraciones frenteamplistas).
Dedicaron todo su tiempo en denostar gestiones pasadas y se olvidaron de gestionar la suya, al punto que cuando quisieron acordar el agua ya los había rebasado. Recién al final del período primó algo de cordura y se apeló a buenos profesionales para dirigir los destinos de la Policía Nacional, pero el tiempo sería muy corto como para revertir una tendencia que dejaron crecer a niveles peligrosos.
Debilitaron programas exitosos como el PADO al punto de volverlo inocuo e ineficiente. Cesaron el programa de becarios en las comisarías para poner retirados policiales que deprimieron la atención al público con la lógica consecuencia de desestimular la denuncia. Dejaron de usar las tablets para registrar denuncias en el lugar de los hechos, no miraron las cámaras en tiempo real y estas pasaron a ser reservorio de prueba de hechos consumados. El ejemplo más evidente es la Ciudad Vieja, una península donde se instaló videovigilancia por saturación sin dejar rincón alguno que no sea oteado por las tecnologías. Sin embargo, a poco de asumir la nueva administración la península montevideana, el rincón más seguro de la capital al decir de sus vecinos, pasó a ser tierra abandonada y de aquella sensación de seguridad que tenían sus moradores no queda nada. Las cámaras no se miran en tiempo real y no hay prevención ni respuesta asociada a las mismas. Triste pero real.
El homicidio de cada día
En lo que va del quinquenio se llevan registrados -por fuentes abiertas de información- la friolera de 1825 homicidios, cuyo desglose se toma de cifras obtenidas en el Informe Rojido (que actualizó cifras de homicidios de la cartera), más las reportadas en los medios de prensa de este año que suman 397.
Por supuesto que las cifras oficiales que se difunden son inferiores, pero son poco creíbles a estar por las diferencias reportadas en la conciliación de los homicidios que reporta Fiscalía y los que dice el Ministerio del Interior, y el cúmulo inexplicable de muertes dudosas que no se incluyen en las estadísticas oficiales y entre las cuales hay muchos homicidios que elevarán la cantidad a niveles que ya superaron ampliamente las cifras de referencia del año 2018.
Hoy el país asiste a una suerte de ponderación de los homicidios en los que ni la prensa ni los técnicos que informan sobre su ocurrencia, se atreven a calificar la gestión y apuntan a las causas que llevaron a este estado de situación. Entonces surge rápidamente la pregunta de ¿por qué no actuaron de la misma forma con Bonomi? Y la respuesta no es otra que por la mezquindad que los impulsó siempre, esa que descalificó antes que aportar alguna solución para contribuir a mejorar un aspecto que nos concierne a todos.
Vivimos otros tiempos, todos pasaron por la prueba de fuego y FRACASARON con total éxito. Un éxito asegurado por la impericia y/o negligencia de sus mentores, pero dejaron huella de su pésima gestión con cifras escandalosas que no quieren repetir pero que están y son tangibles.
En este tiempo de renovación, bienvenida sea la decisión de apostar por técnicos que lleven a la práctica las desmenuzadas teorías y podamos dejar de lado la mezquindad política de pretender rédito electoral con la seguridad de los uruguayos. Ya no está Bonomi para echarle la culpa de todo, mucho menos de los desastres que dejó Heber y que heredó –sin poder cambiar nada- Martinelli. Pero quedará Sanjurjo, que en un rapto de sinceridad supo elogiar a Bonomi (para luego desdecirse de forma inexplicable pero lo dicho quedó registrado en nota de La Diaria). Esperemos, en tanto, que no esté Pedro agazapado para hacer de la seguridad –nuevamente- su botín principal.
En suma, que se haga realidad, de una buena vez, esa intención de generar verdaderas políticas de Estado y podamos cerrar una negra etapa de la política nacional.
Es hora de ponerse a trabajar en serio y con honestidad republicana por la seguridad, de lo contrario el crimen organizado terminará de colonizar el país y seremos rehenes sin patria ni lugar donde poder crecer y vivir en paz.
Estamos a tiempo, lástima que no está Bonomi para verlo…
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