Había una vez…
Así debería empezar esta columna pues hay que remontarse más de una década para atrás para contextualizar un caso que hoy llevó al exsenador Charles Carrera, a enfrentar una denuncia en los estrados judiciales, tal como llegó, sin privilegio alguno.
El caso si bien es conocido, intentó ser desfigurado de manera malintencionada y burda bajo la figura de un supuesto encubrimiento que nunca existió. Una sucesión de malos procedimientos policiales posteriores, pericias no concluyentes y la desaparición del arma que efectuó el disparo que dejó parapléjico a Víctor Hernández, fueron algunas de las razones que impidieron el justo resarcimiento a la víctima. Razones en las que Carrera no tuvo incidencia alguna, pues su participación fue -siempre- la de asistir en la emergencia a la víctima tras sendos pedidos de la INDDHH (un mandato más que pedido), y de otras organizaciones sociales como SERPAJ, IELSUR, y hasta del diputado de Rocha, José Carlos Cardozo al propio Bonomi.
No voy a entrar en los detalles, aunque son importantes, no es el punto medular de esta columna. La misma se referirá a la condición humana de quien se despoja voluntariamente de todo privilegio para responder ante la justicia como lo que es, “un hijo de vecino” más.
Mientras los mismos que decidieron su suerte hace mucho tiempo atrás, (cuando conformaron una comisión investigadora para montar el espectáculo que tuvo su escena final con la aceptación de su renuncia), siguen atornillados al sillón de los privilegios y se pelean por un lugar en las listas que les garantice mantenerlos a futuro, este “hijo de vecino” renuncia a los fueros sin pedirle nada a nadie.
Los mismos que no votaron un desafuero para que otro senador enfrentara denuncias relativas a la desaparición de personas, son los que levantaron su mano para deshacerse de un incómodo plebeyo que supo molestarles en el cuasi feudal hemiciclo de la cámara alta del Parlamento Nacional. Un plebeyo que, en pleno ejercicio de su rol de oposición, osó controlar y denunciar lo que entendió estaba mal, enfrentándose al poder. Ese mismo poder que no le perdonó las denuncias y que se las ingenió para montar un escenario que hoy tuvo su acto final.
Iguales ante la ley
Su renuncia no es otra cosa que una genuina manifestación del concepto de igualdad, no como un eslogan, sino de una igualdad para ejercer derechos y para asumir obligaciones. Igualdad para enfrentar responsabilidades; igualdad para defenderse y mostrar verdadera integridad. Sin temor alguno de ir ante la justicia " como cualquier hijo de vecino”, a sabiendas de que su accionar público no fue inspirado en ningún interés espurio. Mucho menos en una arbitrariedad.
Le atribuyeron una discrecionalidad en la toma de decisiones que nunca fue tal. Siendo el número tres de la cartera, tenía dos autoridades que le precedían en el mando: Ministro y Subsecretario. Sus decisiones se concentraron -principalmente- en una de las 33 unidades que forman parte del Ministerio del Interior: la Secretaría General, donde ejercía su poder discrecional.
Esa condición le dio su lugar en la cadena de mando, pero, administrativamente, no podía ordenar quien se atendía o no en el Hospital Policial, por ejemplo. Una importante unidad ejecutora que tenía sus propias autoridades y sus procedimientos establecidos (desde mucho antes que llegara el FA al gobierno), para autorizar atenciones extraordinarias (más de 200 por año desde hace muchas décadas).
Chasquetti, el ranking y una lamentable pérdida
Charles Carrera demostró en la “cancha” legislativa ser el mejor jugador sin lugar a ninguna duda. Un ranking sobre la actuación parlamentaria lo ubicó en el primer lugar de forma holgada, destacando sus asistencias, intervenciones, proyectos de leyes, pedidos de informes y actuaciones parlamentarias de altísima significación.
Un mérito bien ganado a base de esfuerzo personal de quien es líder indiscutido de los equipos que conforma. Hace unos días, el politólogo Daniel Chasquetti hizo alusión a la significativa pérdida que implica la renuncia a ser candidateable en el próximo acto eleccionario del 27 de octubre. Un tercer lugar merecidamente conseguido tras cinco años de trabajo intenso que lo llevó a enfrentarse con el poder ante lo que se calificó como la mayor entrega de soberanía que registra la historia uruguaya: la entrega del puerto de Montevideo a una transnacional belga.
Fue -sin dudas- a partir de ese episodio y su posterior denuncia penal que se inició una increíble persecución política en la que no se vaciló en utilizar los aparatos del Estado para perseguir a la disidencia. A tal punto que se comprobó -condena mediante de la Justicia- el espionaje a su persona junto a la del senador Mario Bergara. Una condena que dejó instalada la interrogante de no conocerse el mandante de ese espionaje, por el que se buscó información que permitiera extorsionarle (junto con Bergara), para que retiraran la denuncia contra el acuerdo entre el Estado y Katoen Natie. Un acuerdo que otorgó el monopolio exclusivo del manejo de contenedores en el puerto de Montevideo por 60 años (12 períodos de gobierno).
La renuncia a los fueros y a la candidatura al Senado deja un hueco imposible de llenar, expresó Chasquetti, y lo comparto. En la próxima legislatura faltará el legislador más esforzado en esta, alguien que supo conducir una bancada difícil de asumir tras la derrota electoral, y mereció el elogio de todos en su momento. El Senado pierde un exponente que vino a enaltecer la política con un renunciamiento a todo privilegio que, lejos de ser un demérito, lo engrandece.
Mientras otros se refugian o buscan desesperadamente ampararse en los fueros para estar a resguardo de cualquier responsabilidad, quien nada teme y tiene la tranquilidad de conciencia de haber actuado de forma humanitaria y asumiendo la responsabilidad de hacerse cargo de una desgraciada situación, renuncia a todo privilegio para dejar en absoluta libertad a la justicia.
Eso, lo hacen y solo lo pueden hacer, quienes no usan la política para beneficio propio sino para el bien del colectivo, y quienes, cuando hay que responder, van a la justicia como “cualquier hijo de vecino"...
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