Fuente imagen: Telenoche |
Tiros en la madrugada
Los tiros siguen siendo moneda corriente en muchos barrios de la capital, la crónica roja da cuenta luego de los resultados de ese clima que empieza a naturalizarse en los montevideanos. La vieja Tacita del Plata empieza a ser noticia por su crueldad criminal que -como bien escuché decir al periodista Gabriel Pereira- tiene al “crimen desorganizado” como principal protagonista.
Un concepto acertado por cuanto al crimen organizado, el que lava dinero y trafica grandes alijos de drogas, no le conviene este clima de violencia extrema que se cobra vidas cada vez más jóvenes. Adolescentes que se deslumbran por el dinero fácil y los lujos pasajeros que les prometen y que terminan acribillados y calcinados en un auto tras una emboscada, como fuera el último y reciente caso de asesinato múltiple en Lezica.
Parece algo guionado, pero no, basta que salgan a ventilar datos sobre la seguridad para que “el libretista del Diablo” los deje en la peor evidencia, a estar por sus cruentos resultados. A esta altura resulta inexplicable que las autoridades ministeriales sigan insistiendo con un relato tan alejado de la realidad, pues esta se encarga -cada vez- en ponerlos en su sitio de la peor manera. Esta actitud -reiterada- habla de una ausencia total de tacto o directamente les importa nada ser desmentidos rápidamente por esa porfiada realidad que desconocen o ignoran.
Es tal el nivel de abstracción que padecen que los deja en una posición no ya incómoda sino desesperante para quienes vivimos en este país y aspiramos a ser protegidos por quienes, teniendo la obligación de hacerlo, muestran un nivel tal de ignorancia e improvisación que asusta.
Las cifras de homicidios son lo que son y no debieran -por sí mismas- el dato que represente una gestión. Porque una gestión no puede medirse correctamente por las cifras. Bastaría con que una administración regule esa fuente para que los datos suban o bajen según su arbitrio o su interés por -realmente- conocer la realidad. Así fue con la gestión del fallecido Bonomi, en las que se registró todo lo que se pudo, a conciencia que subirían los registros pero que nos acercaríamos a esa realidad que se quería cambiar. Así nacieron los mapas de calor, los puntos calientes y el Policiamiento de Alta Dedicación Operativa – PADO.
Las cifras pueden ser un buen dato para medir la realidad, pero nunca serán el único. No obstante, los que hoy gobiernan se atribuyeron la condición de ser los más preparados y demonizaron a Bonomi usando las cifras que este no ocultaba, sino que fomentaba. Porque no hubo reunión de Mesas Locales en que no instara a los vecinos a que denunciaran; así como también impuso el uso de las tablets para tomar denuncias en el lugar de los hechos; impulsó la denuncia en línea; la APP 911; los servicios 0800 5000 y 0800 2121, para denuncias anónimas de delitos y bocas de drogas, etc.
Las cifras no son -ni por asomo- el único indicador a considerar, pues a una gestión no la hacen solo las cifras sino un cúmulo de acciones que le dan contenido y sustento a lo largo del período. En ese punto, precisamente, han fracasado con total éxito. Basta con repasar los cambios inducidos por la mala gestión y los escándalos en que se ha visto involucrada esta administración, para concluir que los resultados acompañan el rumbo de una errática e improvisada gestión.
Desde la cúpula de la Policía Nacional removida tras el caso Astesiano, y hasta la remoción de la propia dirección política de la cartera (Ministro, Subsecretario y Director General de Secretaría), dan sobrada razón al descalabro de una gestión que no pudo demostrar nunca un rumbo que diera seguridad a los uruguayos. Solo a partir de los resultados provocados por una razón exógena y de alcance mundial como fue la pandemia del covid-19, pretendidamente expuestos como propios, intentaron mostrar un resultado que rápidamente fue sometido a los embates crudos y duros de una realidad que no ha dado respiro.
Esos años de pandemia fueron absolutamente desaprovechados, al punto que el rebote posterior no solo los pasó por encima, sino que los expuso claramente al punto de estar a escasos días de superar un triste y pesado récord de homicidios en un quinquenio. Un quinquenio que tuvo -reitero- casi dos años de baja acción criminal por efecto del covid.
Dudosas y creciendo
Las cifras han sido parte de una forma de gestionar la seguridad de forma muy equivocada, por cierto. A pesar del intento, el descrédito popular ha ido en aumento ante las dificultades que ha impuesto esta administración para radicar una denuncia de hurto o rapiña. Porque ya no las toman con las tablets en el lugar -aunque pretendan afirmar lo contrario- y la derivación a una Seccional a esos efectos es la regla hoy. Una derivación que va acompañada de una larga espera que termina desestimulando a las victimas que desisten de realizar tal registro. Así bajaron esas denuncias, no los delitos como pretendieron hacer ver.
En lo que a los homicidios refiere una gran duda ha ido creciendo en esta administración al punto de ser una triste tendencia que siembra de incredulidad a la cifra de homicidios consumados. Y lo han hecho a varias bandas, en una cuasi magistral movida que la cruenta realidad se ha ido encargando de desarmar.
Las muertes dudosas han tenido un inusual crecimiento durante esta administración y siguen subiendo sin explicación plausible que las justifique. Por otra parte, la publicación casi inmediata de datos una vez cerrado los períodos de tiempo (trimestre, semestre o año), dan sentido a un interés por congelar esos números y publicitar bajas que luego son modificadas sin que la población se entere. Al tratarse de una base viva, los períodos de difusión de datos necesitan un tiempo prudencial para que se asienten (heridos que hay que esperar su evolución pues un caso de lesiones graves puede derivar en homicidio según evolucione el herido, por ej.). El dar los datos enseguida conlleva ese diferencial de peso que lo hace poco representativo de la realidad que se compara, pues siempre se apela a la comparación con cifras del pasado que tuvieron – estas sí- ese tiempo de espera y han sufrido variaciones significativas que favorecen circunstancialmente a la comparación.
Estas prácticas parecen tener un único objetivo de no superar la cifra infame del año 2018, en que los homicidios se dispararon considerablemente, y que -actualizados hoy- registran la cantidad de 426 casos, según el último informe actualizado de los datos del Observatorio a partir del informe Rojido.
Tamaña obsesión por no superar esa cifra los llevó a descuidar que para ello había que trabajar en políticas públicas de largo aliento, que había que mantener equipos profesionales antes que propiciar su desmantelamiento. Tales acciones llevaron a consecuencias que hoy se sufren y que tienen -además- otras causas asociadas que las complementan.
A pesar de un cuestionado informe las muertes violentas derivadas del microtráfico parecen ser moneda corriente en la actualidad, el PADO fue desnaturalizado y está en franca retirada de muchos de los lugares donde había tenido comprobada eficacia. Los controles y patrullajes son esporádicos y de forma reactiva a partir de acontecimientos puntuales y no se aprecia una planificación al respecto. Las Mesas de Convivencia son historia y los espacios públicos empiezan a ser abandonados por efecto de esa violencia extrema que campea en muchos barrios.
Triste y cruel realidad que nos duele a todos.
Las denuncias bajan, pero los homicidios y las muertes dudosas siguen creciendo…
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