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lunes, 3 de junio de 2024

Soberbia: el empedrado camino del presidente Lacalle Pou

Fuente:@leosarro
Hace pocos días el periodista Leo Sarro posteó uno de sus acostumbrados videos en el que se pudo apreciar lo que se ha vuelto reiterativo en la imagen presidencial. Un mandatario que muestra su peor semblante y que esquiva con soberbia extrema una pregunta que nos hacemos hoy día sobre qué piensa el presidente de la inseguridad que preocupa en primer lugar a los uruguayos. No hace mucho tiempo lo veíamos vociferando desde el otro lado del mostrador, blandiendo promesas a diestra y siniestra, que no solo fueron incumplidas, sino que desnudaron ser inútiles y llevadas adelante por pésimos gestores que terminaron renunciados. Con menos soberbia se puede gobernar mucho mejor y -además- se puede empatizar con una ciudadanía que sufre los embates de una delincuencia que se incrementó al influjo inoperante de los que prometieron los mejores cinco años de nuestras vidas y nos regalaron los peores sin levante…

De la “fábrica de chicles” a hoy…

Durante la pandemia supo alternar diferentes situaciones que lo tuvieron como protagonista (por acción u omisión), pues estuvo al frente al principio, alardeando en plena crisis sobre su don de mando. Un rol que se vio opacado por un correo electrónico que negó la llegada a las vacunas estrellas (las Pfizer), y que se cortó por el delgado hilo de echar al mensajero ocasional, para luego llegar al camino intermedio de una vacuna china (de dudosa efectividad) como puente para la llegada definitiva de aquellas primeramente desechadas.

Esa actitud de “cancherear” en plena crisis lo expuso a ser el principal y único responsable de lo que ocurrió después, aunque se cuidó muy bien de elegir cuándo salir a dar la cara. Un rostro que tomó la posta para los buenos anuncios mientras dejó los malos a su hoy candidato -Álvaro Delgado- o apelando al silencio cuando los números de muertos superaron la barrera de los 70 por día, lo que le valió el reproche de un periodista de primera línea como Aldo Silva.

En otro episodio fue tal fue el nivel de soberbia presidencial que no tuvo reparo en reconocer que no fue “una fábrica de chicles” sino la empresa Monte Paz la que le solicitó los cambios en la regulación de la política antitabaco. Una política que había posicionado al país en el podio mundial y que retrocedió muchos casilleros tras esa decisión. 

El registro lo condena no una sino varias veces, pero una de ellas tuvo tal notoriedad que vale recordarla nuevamente. Fue en ocasión de una de las tantas interpelaciones al fallecido Eduardo Bonomi cuando de forma teatralmente sobreactuada enfatizó en que era un absurdo que un ministro del Interior argumentara el aumento de los homicidios en la participación que le caben a las bandas de narcotráfico. Un argumento que -casualmente- fue el mismo que usaron sus respectivos ministros de la cartera (Larrañaga, Heber y el actual, Martinelli). No hubo uno que no pusiera el foco en las bandas de narcotraficantes como principales responsables de los asesinatos que se registran a lo largo y ancho del país y que llevarán a este quinquenio a ser el más violento desde que se lleva registro.

Lo hizo Larrañaga a poco de asumir con su referencia a “se la están dando entre ellos" (en referencia a los narcos), o el propio Heber en no una sino varias de sus desopilantes declaraciones donde responsabilizaba al narcotráfico sobre la situación de violencia que vive el país; y lo hace -también- el ministro de la transición que funge actualmente, (Martinelli), sin otro recurso que administrar los últimos estertores de un gobierno en retirada que ya tiró la toalla.

La soberbia es mala consejera y no debiera ser la constante en un mandatario que pretende sostener buena imagen a base de encuestas un tanto increíbles.

¿Presidente, va a hacer declaraciones?

Un cuádruple homicidio fue el detonante de una pregunta cantada que eludió responder el presidente de todos los uruguayos. Sí, el mismo que antes tuiteaba pidiendo renuncias y que se hicieran cargo de lo que pasaba a las autoridades de turno, ahora rehúye a los periodistas con posturas desafiantes cargadas de alta soberbia. En lugar de hacer frente a la realidad prefirió hacer una valentonada propia de quien no tiene respuesta alguna a un problema que subestimó cuando era oposición.

Al presidente se lo ve molesto y mucho más cuando algún periodista independiente se atreve a desafiarlo públicamente, eso lo descoloca y saca al verdadero protagonista de esta historia. Ese que no resiste archivo y que se incomoda cuando lo sacan del libreto y lo dejan expuesto a lo que realmente es, una construcción mediática que supo interpretar su papel pero que, a falta de apuntadores, no puede ni sabe improvisar una respuesta sensata o creíble.

A muchos nos quedó grabada esa imagen desafiante del primer mandatario que una vez obtenida la pregunta que le impuso al periodista, (“Leo, Leo, Leo... Primero: presidente, ¿va a hacer declaraciones?), se dio vuelta para clavarle la mirada y decirle quien sabe qué comentario.

Esta vez se encontró con un periodista independiente, que no responde a otro que a sí mismo tras su desvinculación de un medio de prensa como Radio Montecarlo. No sé si tal desvinculación tuvo relación con la que sufriera a poco de comenzar este gobierno, Eduardo Preve, de Canal 10. Pero a muchos nos generó suspicacia su salida intempestiva tras décadas en ese medio de alcance nacional. A muchos otros les habrá quedado flotando la idea de una presión indebida hacia los medios para deshacerse de un periodista que resultaba incómodo al poder.

El presidente está nervioso, y tiene motivos para estarlo. La inseguridad se les fue de las manos y en gran medida por responsabilidad propia de su gestión. No hace falta repetirles las razones que sostienen esta afirmación, basta con repasar los titulares para darnos cuenta de que no es casual sino hasta una lógica consecuencia:

 No hay controles en ruta (eliminaron el SICTRAC)
Los contenedores con la droga salen del puerto de Montevideo sin control alguno.
El Uruguay pasó de ser país de tránsito a país de acopio; esa droga -que circula por las rutas nacionales- se almacena en algún lugar antes de ser transportada al puerto por donde sale hacia Europa.
Esa acumulación (acopio) requiere de vigilancia, para lo cual se contratan grupos criminales a los que se les paga con parte de la droga que abastecen las bocas, así el  circuito se potencia y la violencia crece.

Mientras tanto, la soberbia sigue siendo el camino elegido por un gobernante que pasará sin pena y mucho menos con gloria…


el hombre fruncía el ceño,
el perro gruñía desde su casilla…


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