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martes, 6 de diciembre de 2022

El efecto “Astesiano”

Fuente imagen: wrike
Con la “renuncia” del subdirector de la Policía Nacional, se confirma la implicancia que le cupo en el affaire que tiene al ex Jefe de la Seguridad Presidencial como principal protagonista. Un protagonismo que empalagó a muchos que se creyeron el cuento de estar cercano al poder, confraternizando con quien hizo uso y abuso de una posición de privilegio. El dulce pica los dientes, y a estar por los resultados que empiezan a revelarse, no será el único que deberá consultar a un buen dentista (que también sea abogado). Aquello de que todo era “manija, manija, manija” según palabras del propio Presidente, se choca con una realidad que va confirmando cada asunto revelado en los chats obtenidos del celular del “Fibra”. Un teléfono que terminó siendo una verdadera granada de fragmentación con un alto poder destructivo en la carrera pública de varios jerarcas como el “extinto” subdirector de la Policía Nacional, Héctor Ferreira. El “efecto Astesiano” es una verdadera cruz de caminos para un gobierno que hace agua por varios flancos y donde la transparencia que tanto predicaban, ha quedado en falta. Hoy se ha instalado en la opinión pública la idea de un gobierno que miente, y al que resulta muy difícil creerle…
Fibras calientes

El derrape presidencial ha tenido, en el caso de su ex Jefe de Seguridad, la causa principal de su ocurrencia. Un Presidente que se lo ve nervioso, alejado de aquella imagen de seguridad que transmitía en tiempos de pandemia. Es que aquel “profesional intachable” que supo calificar entonces, devino en una suerte de incontenible contaminación que afectó todo lo que tocó, y vaya si el Presidente tuvo puntos de contacto.

Además, cada aspecto que se atrevió a desmentir o minimizar el séquito presidencial, terminó siendo confirmado por la sucesión de hechos que fueron comprobándose al ritmo de las filtraciones de los chats de Astesiano. Filtración a la que tendremos que reconocerle el mérito de ser la que permitió conocer aspectos que de otro modo hubieran permanecido ocultos y –seguramente- impunes.

Convengamos que este caso fue creciendo al impulso de esa filtración, tan criticada  como útil para el conocimiento de la verdad y la posterior actuación de la Justicia.

Así las cosas, los chats de Ferreira con “el Fibra” lejos de colocarlo en el lugar de privilegio que esperaba, terminaron condenándolo al punto que comprometió su actuación y terminaron constituyendo la razón principal de su “renuncia”. En efecto, fueron esas conversaciones filtradas las que lo pusieron en una posición tan incómoda que lo terminaron instalando como indagado en la mega causa y –hoy- terminaron empujándolo a una inevitable renuncia, presagio de una posible condena.

Todo por la caprichosa decisión de un Ministro que lejos de separar del cargo a todos los involucrados con el ex Jefe de la Seguridad Presidencial, los mantuvo en el puesto, siendo superiores jerárquicos de los equipos encargados de dirigir una investigación en la que estaban implicados.

Así como cae ahora Ferreira, no es descabellado pensar en otras “renuncias” y no sólo de quienes están siendo indagados en la causa Astesiano. Porque hay responsabilidades como las del propio Director de la Policía Nacional, que deberían asumirse, haciendo honor a aquello de que se iban a hacer cargo. Por acción o por omisión, es uno de los máximos responsables de los actos que realizaron sus subordinados, y no cualquiera precisamente, sino quien le secundaba en el escalafón más alto de la Policía Nacional.

Herencia maldita

Aunque cueste decirlo, esta es la herencia que dejó el fallecido Larrañaga, sin desmedro de las responsabilidades que también le caben a Heber. Al primero por la designación de cuadros policiales integrantes de una casta perimida y desactualizada, que –además- trajo consigo a una vieja conocida de la institución: la corrupción policial; al segundo, por su confesa impericia y por delegar el mando de la cartera en la Policía, permitiendo que asumiera el control la Dirección de la Policía Nacional con las consecuencias que hoy se padecen.

El mando político cedió terreno y hoy es la Policía la que dirige las políticas de seguridad, siendo que esta es una fuerza civil subordinada al mando político (al menos así había sido hasta ahora). Estamos viviendo una inversión de roles, o más directamente una delegación del mando a quienes no están mandatados para dirigir las políticas públicas sino para ejecutarlas bajo la orden civil. En ese embarullado ámbito se gestiona la cartera más complicada del gobierno, y a la vista están los resultados.

La corrupción policial volvió a ocupar espacios que se creían estancos al flagelo, sin embargo permitieron que volviera. La vieja guardia, esa que se creyó el versito de un recreo que nunca se terminó para una delincuencia que sigue vivita y coleando, es la misma que no se hace cargo de nada y presume que la responsabilidad siempre es del político y no suya. Un viejo artilugio que volvió a estar presente, donde la Policía sabe muy bien que los políticos pasan pero ellos quedan.

Es hora que se ordene la cartera más sensible para los uruguayos, en razón de ser la que nos cuida y debe velar por nuestra seguridad.

Hay un evidente descontrol interno que está demostrando el camino equivocado de una administración que destruyó años de lucha contra la corrupción y la falta de profesionalismo en la Policía Nacional. 

Ya suman muchos, demasiados cargos de altísima jerarquía que debieron renunciar o fueron cesados por actos de corrupción, ahora se suma el del subdirector de la Policía Nacional, lo que representa un síntoma inequívoco de una institución enferma por la peor enfermedad que puede afectar a la función pública.

El caso no parece mostrar -aún- su última ficha, pues cada día que pasa surgen nuevos elementos que comprometen a otros actores.

El efecto Astesiano actúa cual efecto dominó, resta saber cuál será la última ficha que pueda caer…


el hombre hizo su jugada,
el perro esperaba el fin del juego…


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