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martes, 30 de agosto de 2022

Calesita policial

Un plan, un giro, y otra vez un plan…

Hablar de giros nos lleva a la idea de la calesita, infaltable juego de todo parque de atracciones. Hoy estamos otra vez en vueltas –valga la comparación- al hablar nada  menos que de la seguridad. Y nuevamente está la Policía en el medio de las volteretas políticas. Giros, vueltas o directamente rodamientos de cabezas que se dieron como remociones (impuestas o sugeridas) de importantes mandos policiales a poco de instalado este gobierno. Circunstancias que dan cuenta de la alta movilidad que tuvo (tiene) esta gestión en los principales puestos encargados de gestionar la seguridad pública. Imbuidos de una impronta refundacional que los impulsó desde el comienzo, barrieron a los altos mandos heredados, con el argumento de una afinidad ideológica con la administración anterior. En su reemplazo, lamentablemente, se nutrieron de viejos cuadros policiales (la vieja guardia) que no solo estaban desactualizados profesionalmente sino –algunos- afectos a viejas e ilegales prácticas que los llevaron a ser formalizados por la Justicia (Jefes de Cerro Largo y Río Negro, por citar algunos). Otros relevos (de hace muy pocos días), obedecen a una impericia manifiesta a la hora de gestionar la seguridad en sus jurisdicciones (San José, es el claro ejemplo), que confirmaron el rumbo errático que hace parte de esos giros. Cambios que responden más a una inestable gestión que a una verdadera comprensión del problema. Entre tanta vuelta algo parece recuperar sentido y es volver a sentir la voz de la Policía para hablar de la seguridad, dejando fuera a improvisados voceros que lejos de aportar enrarecen la propia gestión. Mientras tanto, los homicidios no cesan y la calesita policial sigue dando vueltas buscando un giro mágico que los salve del desastre…

Volviendo a los micrófonos

Tuvieron que ocurrir más de una decena de homicidios en pocas horas para que le devolvieran el lugar a la Policía a la hora de hablar de la seguridad. Una circunstancia que tiene dos lecturas posibles, a saber:

1 – cuando las papas queman ceden los espacios para que otros den la cara, desmintiendo lo que tantas veces salieron a manifestar del supuesto respaldo a la Policía;

2 – que, por fin, dejan lugar a los profesionales de la seguridad, quienes nunca debieron ceder ese espacio a la hora de hablar de operativos, estrategias y tácticas policiales.

Por supuesto que ahora no genera mucha confianza lo que diga un mando que asume protagonismo ante una emergencia que no supieron contener y mucho menos prever. De todos modos, es importante conocer la voz de quienes están en la línea de fuego, los que verdaderamente dan respuesta operativa, los encargados de esa prevención y respuesta que estaban invisibilizados por actores políticos irrelevantes a la hora de dar soluciones a la población.

Hasta el propio Presidente de la República tuvo que salir a hablar y reconoció ajustes a un desconocido plan para contener los homicidios. Al tiempo que mostró preocupación por la disparada de los homicidios, justificó que los ocurridos a raíz de una rapiña bajaron, un dato que no es nuevo ni relevante por cuanto en realidad han mantenido un mismo porcentaje (en la media del 10% del total) a lo largo del tiempo. 

Los homicidios son uno de los indicadores por los que se mide la seguridad de un país; tras la pandemia (que incidió en las estadísticas) y con la vuelta a la normalidad, los delitos volvieron a dispararse de forma descontrolada. Debieron pasar dos años casi para que las cifras fueran las que –finalmente- forzaran al gobierno a reconocer una emergencia que los llevaría a la confección de un plan que solo ellos conocen -algo que está bien- pero que no estaría dando resultados.

Un precio muy caro

Debieron morir víctimas inocentes para que se dieran cuenta al fin que había que cambiar lo aplicado para obtener resultados diferentes. Ya no era una cuestión de “dársela entre ellos” como afirmaron desde siempre para justificar lo que antes criticaban usando el mismo argumento.

Tuvieron que ocurrir desgraciadas muertes de inocentes que quedaron en medio de altercados entre bandas, para que reaccionaran y promovieran algún cambio a lo dispuesto. Debimos sufrir más de 40 muertes en lo que va de Agosto (279 en lo que va del año), para que decidieran cambiar lo que evidentemente no estaba siendo efectivo.

El patrullaje no lo resuelve todo pero es una señal, una presencia que mitiga los movimientos de las bandas que asolan algunos barrios de la capital, y que se imponía como urgente para empezar a pacificar esos rincones calientes por la acción criminal.

Lastimosamente se proponen “giros” a esa práctica policial que ya no responde a los mapas de calor (absolutamente abandonados), efectos del desestímulo a denunciar que lleva a que ya no se planifique la respuesta policial con base científica y de acuerdo a los puntos calientes de delitos.

El patrullaje es una presencia que, además, vuelve innecesaria la medida de los allanamientos nocturnos al limitar el tráfico nocturno de la droga, esa que se considera la principal razón de los homicidios que hoy nos afectan. Cortar el libre tránsito de la droga durante la noche, es cortarle el circuito al crimen que se cobra vidas uruguayas. Por ello es que el patrullaje es una medida que tendrá un efecto inmediato, pero que seguramente no será duradero, por lo que deberá complementarse con otras acciones.

Junto a esta, son necesarias otras medidas que den respuesta permanente a una situación que necesariamente debemos solucionar. Es urgente, por ejemplo, que se haga control de armas; que se promuevan campañas de desarme civil que empujen las cifras de homicidios a la baja. 

Ninguna sociedad ha revertido sus cifras de asesinatos sin que se promuevan acciones en tal sentido. Una sociedad con el nivel de armas per cápita como la uruguaya termina condicionada a sufrir este tipo de índices de homicidios de manera casi automática. 

Bienvenido el giro que se impone la Policía si con él viene la disminución significativa de los homicidios, aunque si ello acontece nos estaremos preguntando por qué no se lo dispuso antes.

De todos modos era hora que se impusiera alguna reacción ante la indignante cifra de muertes violentas que nos pega fuerte a los uruguayos. Vivimos tiempos violentos donde al crimen organizado se le suma una violencia estructuralmente instalada en los orientales para resolver sus conflictos, sean del tenor que sean (vecinales, ciudadanos, familiares, etc). Por ello es que la solución policial podrá ser un remiendo pero no cubrirá toda la rotura de un entramado social que sobrepasa los límites del mero accionar criminal y atraviesa a toda la sociedad.

Es imperioso que se promuevan campañas alternativas de mejora de la convivencia, junto con el desarrollo de programas que tengan similares objetivos si es que en realidad queremos reconstruir la convivencia perdida.

Solo con medidas policiales no se solucionará el problema, y más temprano que tarde, volverá a girar esa calesita policial para decirnos –una vez más- vicisitudes de algún otro plan que se les ocurra.

Y, mientras tanto, en la vuelta seguramente ruede alguna otra cabeza policial…


el hombre daba otra vuelta,
el perro ladraba a los caballos del carrusel… 


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