Traductor

miércoles, 8 de junio de 2022

Homicidios “insuflados”

Tras el triunfo del NO en 1980, la dictadura uruguaya empezó una retirada dando cabida a un incipiente proceso de reconstrucción democrática que tendría su primera prueba en 1982 con las elecciones internas para elegir candidatos. Una democracia renga porque todavía quedaban figuras proscritas, pero fue la salida pergeñada tras el acuerdo del Club Naval. Por aquel entonces, y previo a la contienda del domingo 28 de noviembre de aquel año, todos los partidos contaron con espacios televisivos para difundir su propuesta. Uno de ellos fue Alberto Gallinal Heber, quien se postulaba por la Lista BCF, sublema “Partido Nacional Presente”, quien en uso de dicho espacio deslizó su recordada consigna de “¡cuidado con los insuflados!”, en clara alusión a los votos ocultos de la izquierda que acompañó en gran número a la lista ACF encabezada por el historiador Juan Pivel Devoto, junto a dirigentes del Movimiento Nacional de Rocha y Por la Patria. Una lista que representaba a muchos de los proscritos e impedidos de participar (entre ellos nada menos que el por entonces exiliado y “prófugo” Wilson Ferreira Aldunate). Aquella consigna se hizo famosa, no por el acierto de su contenido sino por ser objeto de burlas y ser minimizado por los integrantes de su partido que se arrogaron el insuflado a sabiendas que esos votos eran circunstancialmente un préstamo que pronto volvieron a su legítimo dueño: el Frente Amplio. Hoy recuerdo aquella expresión de insuflados para referirme a la cifra de los homicidios que –al igual que hicieran aquellos jóvenes líderes blancos de Adelante Con Fe- es considerada como sobredimensionada por quienes fungen al frente de la cartera liderada por el ministro Heber. Cuidado con los homicidios insuflados, parece advertir el Ministro, perdiendo la perspectiva y desconociendo que la inflación criminal es una triste realidad descontrolada que, de no detenerse a tiempo, superará el récord del año 2018. 

No es solo Mayo, Ministro…

En momentos que comparecía en el pleno de la Cámara de Senadores en régimen de Comisión General convocado por el Frente Amplio, se conocía la noticia de otro femicidio que aumentaría la cifra del mes más crítico de esta administración en materia de homicidios. Una cifra escandalosa que entristece y que no puede ser nunca objeto de camiseteo por la naturaleza misma de su trágico contenido: muertes violentas.

Con los dos femicidios conocidos en las últimas horas (jovencitas de Paysandú y Tacuarembó que estaban desaparecidas desde el mes de mayo), la cifra ascendería a 44 homicidios, dejándolo en el limbo del peor mes del peor año de las administraciones frenteamplistas (Mayo 2018, 45).

Pero no se trata de un mes en particular, aunque impacte y coincida con el peor registro de la administración pasada, sino de una tendencia que invita a ver toda la película y no solo las fotos por separado. En ese sentido es que se aprecia -desde Julio de 2021- un marcado incremento de la violencia que se mide a través de los homicidios. Y ocurre –coincidentemente- con el regreso a la normalidad pausada durante la pandemia, significando una contundente comprobación de los efectos de una crisis sanitaria que incidió en todo el mundo y no solo en nuestro país. Por eso es que no era buena estrategia apropiarse de resultados que no les correspondían, porque la realidad se encargaría –como lo hace ahora- en poner las cosas en su lugar.

Desperdiciaron mucho tiempo en ventilar resultados ajenos como propios de su gestión al tiempo que la misma hacía agua por muchos frentes, acompañados por decisiones de gobierno que repercuten irremediablemente en los entornos donde se producen los altercados violentos. 

Sabemos que no hay una sola causa detonante del fenómeno, sino que son muchas las que concurren y terminan potenciándose. Pero una que nos debe preocupar y no podemos permitir es la derivada del retiro paulatino del Estado de los territorios, porque deja espacios que son ocupados –rápidamente- por el crimen organizado. Así ocurre, por ejemplo, con la interrupción de programas como el SOCAT (Servicio de Orientación, Consulta y Articulación Territorial), un servicio que apunta al desarrollo comunitario a partir de la participación de los vecinos junto a instituciones públicas y privadas que conviven en un mismo territorio. Espacios que, con los recortes presupuestales operados, ha cedido terreno en muchos lugares a lo largo y ancho del país, dejando a muchos usuarios (en su mayoría jóvenes) a la intemperie y a la merced de contextos complicados que los termina reclutando. 

Ese retiro –incomprensible- deja en indefensión a muchas personas, pero principalmente afecta a sectores juveniles que tenían un espacio de contención y aprendizaje que les daba instrumentos socializadores que ahora faltan. Como ven, la seguridad no es solo un tema policial.

Muertes, dudas y el NO fácil

Un pedido de acceso a información pública que contestó la Fiscalía General de la Nación permitió conocer algunos datos preocupantes respecto al incremento notorio de la categoría de muertes dudosas que pasó de un promedio de 80 anuales a 165 en los últimos dos años (159 en 2020, 171 en 2021). Un dato que no se cuenta en las estadísticas y que debería interesar conocer con certeza cómo se produjeron, ya que no dejan de ser muertes violentas que tienen al homicidio sobrevolando sin que parezca importar demasiado a las autoridades. Y es un grave error pues no es sino conociendo donde estamos parados como se puede intentar cambiar la realidad.

De ahí que en la comparecencia del ministro Heber en el Parlamento, quedó sobrevolando la idea de la negación de una realidad que parece no querer asumirse. Siguen sosteniéndose en una baja de los delitos –que también está en duda- cuya principal razón radicó en la pandemia y a la que se le suma una precarización del registro y desestímulo a denunciar, haciéndole más difícil el acceso a las víctimas para dejar constancia de un evento delictivo. Cada vez más se conocen casos de víctimas que sufren un hurto y que al sufrir otro registran el segundo como una ampliación del primero, con lo que no suma para las estadísticas, bajando las cifras. Del mismo modo, es dable pensar que se oculten homicidios bajo la calificación de muertes dudosas y así bajar los registros. Un recurso que, de comprobarse, nos asemeja al avestruz que esconde la cabeza y deja todo el cuerpo indefenso.

La escalada de homicidios genera lógica preocupación en los pocos que mantienen “una percepción compartida de la amenaza” (como decía Guarteche). Aunque, lamentablemente, se desperdician instancias que permitan llegar a políticas públicas sostenibles en el tiempo y seguimos administrando crisis tras crisis, sin soluciones duraderas.

En estos tiempos donde todo sube, no sólo los precios están al alza, lastimosamente, también lo hacen los homicidios en una tendencia que no parece tener solución en el mediano plazo. 

Entre tanta y desgraciada suba hay algo que sí baja: la aprobación del Gobierno y su Presidente estrella.

Algo es algo... 


el hombre sacaba cuentas,
el perro ladraba un resultado…


No hay comentarios:

Publicar un comentario