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lunes, 28 de marzo de 2022

Todos ganamos, todos perdimos

Fuente imagen: Teledoce
Y finalmente salió la foto, la instantánea que muestra la verdadera encuesta. Se terminaron los pronósticos, las proyecciones y demás predicciones que intentaban interpretar a una opinión pública que si algo tiene hoy es un mareo tremendo, a estar por la instantánea final. Es que ayer todos celebraron algo, claro que no fueron lo eufóricos que nos esperábamos porque no daba para celebrar mucho. La realidad todavía no golpea lo suficientemente fuerte como para despabilar a muchos. Pero, las luces de alarma ya están encendidas y si bien algunos no las han percibido aún, no falta mucho para que sean encandilados por sus destellos. El bolsillo seguirá pulsando a una ciudadanía que más temprano que tarde terminará sintiendo la realidad del impacto de sus decisiones. Aquello de "no me importa que suban los combustibles porque yo no tengo auto" es una triste paradoja de quien empezará a entender (si todavía no le cayó la ficha), una ecuación a la que no le interesa si tiene o no libreta de conducir. Salió la foto y más de uno sigue confundido entre celebrar o deprimirse por el resultado. Pero así nació esta campaña donde para apoyar una ley había que votar negativamente y para anularla había que hacerlo "por la positiva" (algo que a más de uno puso al borde del surmenage)…

Un país, dos mitades

Confieso que me fui a dormir desorientado; los partidarios del SÍ celebraban como si se hubiera conseguido el objetivo de la derogación propuesta y, por el otro lado, los del NO también celebraban –mesuradamente al principio- porque en puridad no lograron una ratificación plena (es decir, la mitad más uno a su favor). De todos modos, la LUC se mantiene intacta.

Es que la desorientación venía de tiempo atrás, desde que se supo que habría una instancia y luego, cuando se definieron las opciones y los colores de las papeletas. Primero, la paradójica cuestión que, votando negativamente, se apoyaba la norma y en viceversa, votando positivamente se pretendía su derogación. Con semejante entrevero dialéctico ya se hacía difícil encarar una campaña como esta, porque para derogarla había que ir “por la positiva”, con todo lo que ello implicaba para los promotores de la papeleta rosada.

A eso se le sumó la cuestión cromática, donde se hizo abuso de posición dominante para definir la opción celeste para los partidarios del NO y rosada para los del SÍ, con episodio "Pink Panther" y "la celeste de todos", incluido

Pero, la foto del domingo también trajo otras conclusiones; por ejemplo, terminó poniendo en blanco sobre negro los verdaderos apoyos tan promovidos por las encuestadoras sobre la gestión presidencial. En efecto, quedaron lejos los guarismos promocionados que no llegaron al 50%, con lo cual hay una pérdida de varios puntos en la popularidad del primer mandatario, quien asumió el protagonismo de la campaña. Quizás haya sido esa la razón que explicara el semblante serio y hasta ofuscado que mostró quien salió a “celebrar” un resultado que terminó siendo a favor de forma muy ajustada y que sólo sumando los votos en blanco, superó la mitad de los votos válidos emitidos.

Con los números a la vista, quedaron lejos de los números de Octubre de 2019 y hoy contamos con una ley que no tiene consenso social. Una ley cuyos artículos impugnados en este plebiscito no contaron con el apoyo siquiera que tuvieron los legisladores electos en aquella ocasión (54%)

Hoy tenemos un escenario de país dividido en dos mitades casi idénticas, y con la diferencia de haberse achicado aquella diferencia obtenida en Noviembre de 2019, lo que daba motivos suficientes para celebrar a los impulsores del SI.

Por otro lado, con la no impugnación de los 135 artículos de la LUC, se produjeron varios efectos colaterales inmediatos que el propio Presidente dio a conocer a la medianoche del domingo. Uno de ellos es que ratificó a los Ministros, entre ellos los más cuestionados como el del Ministerio del Interior, Luis Alberto Heber. Eso me hizo acordar a la barra brava de Nacional cuando, allá por el año 2000, desde las tribunas cantaba a viva voz "Ribas no se va, no se va… Ribas, no se va", en un campeonato en el que llevaba varios puntos de ventaja sobre los carboneros y la gestión del DT estaba siendo duramente cuestionada por los manyas y sostenida por los albos que buscaban prolongar la supremacía manteniendo al DT del tradicional rival.

Irónica coincidencia con la realidad que vive hoy la cartera de seguridad con una gestión que hace agua por varios frentes y que celebra una victoria pírrica con la ratificación de los artículos sometidos a referéndum. Porque con esta ratificación, se quedan sin excusas para cuando tengan que dar cuenta del estado de la inseguridad creciente que atraviesa el país. Un estado que la LUC no ha solucionado ni menguado en lo absoluto.

Entonces, con este panorama se me ocurre que todos tienen algo para celebrar pero también mucho para lamentar. Los promotores de la derogación, lamentan no haber logrado el principal objetivo pero celebran la conformación de un bloque social que se mostró sólido y firme en levantar una bandera que defendieron hasta el final y que puso a la gente como la principal protagonista. Menudo mensaje para la dirigencia opositora que deberá abrir bien los oídos para escuchar y atender los reclamos de una sociedad civil organizada y -ahora- movilizada.

Pero por el lado del gobierno si bien celebran una conquista lo disfrutan con el retrogusto amargo de una diferencia exigua que no esperaban y que repite un plato que ya degustaron en noviembre de 2019 cuando no pudieron festejar hasta que la Corte Electoral terminó de escrutar los votos observados. La paliza electoral que esperaban no se concretó y hasta puede leerse una pérdida mayor a la que significó no llegar a la mitad más uno para los impulsores, pues lejos de consolidar un modelo de gestión el mismo tiene el respaldo de un poquito más de la mitad del electorado sin consolidar la mayoría que esperaban a estar por el resultado de la primera vuelta.

Todo parece indicar que tampoco habrá el diálogo que se podría esperar en un escenario tan parejo y donde gobernar para todos implica contemplar -inexcusablemente- a esa otra mitad que no los votó. 

El tiempo dirá cómo resuelve el gobierno este dilema, lo claro es que sea cual sea no podrá eludir los efectos que puede significar ignorar los reclamos de una porción tan grande de la población, a la que también gobierna. Salvo que crea que para gobernar alcanza con ganar la elección y poner en piloto automático la gestión. O que sólo se gobierna para quienes le votaron, algo inimaginable por cierto.

Ni lo uno ni lo otro, la marcha de la economía y de la seguridad serán los principales problemas a resolver en lo inmediato y para esos temas no hay manual de conducción que aconseje hacer oídos sordos y mucho menos, abandonar el volante o ponerlo en manos de un tercero por más automático que sea…

el hombre seguía el escrutinio,
el perro mordisqueaba un plan circuital…  


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