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martes, 11 de agosto de 2020

Una madraza al Senado

“No estoy llorando, se me metió una Graciela Barrera en el ojo” – así lo estampó Maqui en su cuenta de twitter (@maqui13) el pasado 5 de agosto, tras la intervención de la protagonista de esta columna en La letra chica de Tv Ciudad. Una expresión que encuadra de forma perfecta el sentimiento que inspira la trayectoria de una madraza –en toda la acepción de la palabra- que transformó su dolor en amor de una forma que muy pocos llegarían a comprender. Una mujer que atravesó el peor duelo que un ser humano puede sufrir en su vida como es la pérdida de un hijo, pero al que pudo transformar en algo sanador no solo para sí misma y su familia, sino para muchos que, como ella, empezaron a transitar ese camino de curación espiritual. 

Una década buscando justicia

Los hechos van sumándose a lo largo de nuestras vidas, impactan de forma distinta, y nos van moldeando cual cincel a la dura piedra; la vida nos va dejando cicatrices –algunas, abiertas todavía- que terminan marcándonos el recorrido. 

Así como pasa a cada uno de nosotros, esta madre no fue la excepción a la simple condición humana de existir. La vida se encargó de golpearla de manera injusta, y aquello que les pasaba a otros un día lo sufriría en carne propia.

Aquella mañana del 14 de enero de 2009, sintió que el portón se abría muy temprano como cada jornada en que Alejandro se prestaba a comenzar la jornada laboral. Sin esperar a que ella le abriera, la saludó con un “hasta luego, vieja” sin pensar que sería la despedida. Su día empezó como siempre, atendiendo el negocio familiar, hasta que sonó el teléfono con una llamada que nadie espera. El anuncio de un “accidente” sufrido por Alejandro cortó toda actividad y la prioridad pasó a ser ese hijo que había prometido verla luego.

Ahí empezó todo, la llegada al lugar del hecho; ver la camioneta abandonada y no encontrarlo; recibir el anuncio de que había sido víctima de una violenta rapiña. Una acción que no solo le arrebató la recaudación, también, se llevaría su vida. “Hoy no tenemos ofertas, sólo tenemos dolor y tristeza; tres o cuatro bestias nos quitaron a Ale”, fue su primera reacción al día siguiente de los hechos. Una reacción de la que después se mostraría arrepentida pero que dejó al descubierto la humanidad de una madre herida.

Pero la virtud de esta mujer saldría a la luz meses después cuando en la soledad de su casa y masticando la diaria angustia de no tener a Alejandro, un picaflor le hizo ver que había una luz que podría empezar a iluminar su vida. A ese diminuto ser vivo le preguntó que hacía ahora y allí mismo tuvo la respuesta de empezar a transformar todo ese dolor en algo positivo para ella, para su familia y para los demás. Allí empezó a nacer la idea de impedir que otros sufrieran lo que ella, allí empezó a gestarse la idea de ASFAVIDE.

La primera reacción al dolor es la venganza, esa ley del talión que implica obtener una reparación infligiendo el mismo daño que sufrimos a quien lo causó. El ojo por ojo, que –en resumidas cuentas- no es otra cosa que venganza pura y dura. Es decir, transformarnos de víctimas en victimarios como si con ello nos devolvieran la vida de nuestro ser querido. Pero Graciela tuvo un maravilloso y virtuoso adicional, ella transformó todo su inmenso dolor en amor por el prójimo, sin importar –incluso- si entre esos prójimos estaban los que un día se llevaron la vida de su hijo.

Inició un fecundo recorrido por cárceles llevando un mensaje que pocos podían entender… hasta que la escuchaban. Así llegó a convertirse en una imprescindible de esas que son necesarias para poder transformar el mundo, o –al menos- una ínfima porción, que ya es bastante.

Todo ese tiempo la tuvo trabajando por las víctimas del delito y no solo las sufrientes del daño propiamente sino también de aquellos protagonistas del dolor ajeno, que también devienen en víctimas de un sistema que los fue empujando y cerrando caminos. Algo que solo ella pudo ver y transmitir con la legitimidad de haber sufrido el peor dolor posible.

Construyó una asociación de familiares y víctimas de la delincuencia, pero lo hizo con la generosidad propia de quien busca sanación transmitiendo amor antes que buscando venganza. Y así lo fue regando en su colectivo y en cada charla con reclusos que la tuvo al frente. 

Una década demoró en hacerse justicia por Alejandro y la causa se cerró con la condena de los responsables. Esos que ella tiene aún pendiente ver a los ojos, como se prometió el mismo día que murió su hijo, para “ver los últimos ojos que vio Alejandro”. Una historia de dolor es cierto, pero de mucho, muchísimo amor por el prójimo, como solo una mujer como Graciela pudo regalar.

Un mensaje especial

Julio Guarteche atravesaba la etapa final de su enfermedad, sin embargo –en una actitud que se equipara con la de esta madre- no vaciló en dejar un sentido mensaje para Graciela Barrera. “Díganle que me perdone…” en referencia al inconcluso caso de la muerte de su hijo con el que había inaugurado un grupo de investigadores de hechos complejos sin resolución. La historia se encargaría de devolver justicia a ese sentimiento y paz no solo para los padres de Alejandro Novo sino a la memoria del extinto Director de la Policía Nacional.

Tras su presentación en TV Ciudad, su imagen se hizo viral -como el tweet de Maqui- con lo cual muchos empezaron a conocer más sobre ella generando situaciones de honda emotividad. Así le pasó hace pocos días, cuando en ocasión de dejar a su nieta se le alineó un coche al costado del suyo y sin más una pareja le preguntó si “era la señora que había salido en la tele”. Ante la confirmación, el hombre solo atinó a decirle que le agradecía su existencia porque a partir de haber conocido su historia el mundo era –sin dudas- un poco mejor. Las lágrimas le brotan al narrar la situación y uno no puede evitar sentir algo parecido.

Jorge Luis Borges relataba que, en ocasión de visitar el desierto del Sahara, tomó un puñado de arena y lo soltó al viento mientras expresaba “estoy modificando el Sahara”. Algo similar hace Graciela, ella llega y nos toca con su voz pausada y un mensaje que se convierte rápidamente en acción para generar más acciones que transforman lo imposible. Ella dice que todo es fruto de aquel mensaje que supo traducir de aquel diminuto colibrí que se posó en la cuerda de su ropa y se quedó escuchándola durante un buen rato. Señales que supo decodificar al punto de convertir el dolor en acción y de ahí a generar caminos de sanación al que fue sumando voluntades de uno y otro lado. 

Hoy, a los once días del mes de agosto de 2020, la historia escribe otro capítulo teniendo a esta mujer como protagonista. Renunciante de la Presidencia de ASFAVIDE, asumió como Senadora de la República para seguir construyendo ese mensaje de amor y convivencia que viene acuñando hace más de una década. Una renuncia que llega a días de celebrar el 8º aniversario de su ASFAVIDE y con la obra iniciada de una Fundación Alejandro Novo que empieza a dar sus primeros pasos en busca de mejorar la vida de los liberados en comunión con las víctimas que sus hechos generaron. Porque, como suele decir ella misma, solo el amor puede cambiar vidas y en eso está.

Por todo esto, señoras y señores… pónganse de pie, una madraza entró al Senado!!


el hombre escuchó el juramento,
el perro se frotaba un ojo con la pata…


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