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lunes, 2 de diciembre de 2019

Uruguay, elección y después...


Uruguay vivió la fiesta de su democracia, esa que atraviesa su adultez pos dictadura y es ejemplo destacado de América Latina. Ostentamos orgullosos el único lugar con democracia plena en un continente convulsionado por crisis institucionales y financieras. Estados fallidos que ven interrumpido el normal curso de sus institucionalidades afrontando episodios de excesos de poder y resistencia popular donde el precio final lo termina pagando siempre el pueblo. En medio de ese triste y panorámico escenario, “la tacita del Plata” emerge como un oasis que respira democracia plena y que disfruta de la misma siendo ejemplo para la región y el mundo. Por eso, te pido que festejes sin rencores, sin violencias hacia nosotros que aceptamos la derrota como antes supimos asumir victorias, no te olvides que soy tan uruguayo como vos y que en este barrio llamado Uruguay, convivimos juntos...


Camiseteo innecesario

Estaba con mi coche debidamente embanderado, luciendo orgullosamente la insignia de Otorgués que nos identifica como frenteamplistas. Enfrente mio un coche -sin banderas- en el que viajaba una pareja de adultos ya entrados en años. Yo esperaba que pasara para salir del estacionamiento en el que me encontraba cuando aprecié que la señora algo comentaba referido a la bandera que flameaba en la antena de mi coche. El conductor -supongo era su marido- atinó a sacar algo y la mano de la señora se lo impediría. Pude ver que era una bandera del Partido Nacional y entonces en una especie de lenguaje de señas lo alenté a que la exhibiera mientras con el pulgar ensayaba una felicitación que siguió de un batir de palmas que confirmaría el deseo sincero. No puedo explicar la perplejidad de ambos cuando entendieron el gesto, no sé que habrían imaginado como respuesta, pero tengo la convicción que la misma terminó generando una notoria sensación de vergüenza en ambos. Se fueron sin decir nada y ocultando la bandera en una señal que interpreté como de arrepentimiento. 

Es que se perdió una elección en buena ley, con un empate técnico que debió dirimirse con el conteo de los votos observados. No había -a mi entender- escenario alguno que habilite un camiseteo como ese, menos sin existir provocación alguna, solo porque una bandera (que no es la suya) flameaba en mi coche. No se trata de entender la exhibición de nuestra insignia como una provocación sino todo lo contrario, es la reafirmación de nuestra identidad ideológica en un país que acaba de dar una lección de democracia al mundo. Y -además- porque la vida del país (que es la de su gente) no termina con una elección sino que sigue y nos debe encontrar a todos juntos para que sea lo mejor para su sociedad compuesta por uruguayos, todos, sin distinciones.

Felicitaciones a los militantes -de todas las colectividades políticas- que entienden la elección nacional como lo que es y que al otro día de elegir a quienes nos representan son capaces de entender que no se termina nada, que empieza un recorrido que nos necesita a todos juntos para poder construir el país que soñamos. 

Por eso es que es imprescindible que exista libertad siempre, sin ira ni violencias, libertad para disfrutar de este maravilloso lugar que nos tocó en suerte y al que tenemos la obligación de cuidar para que en él crezcan y se desarrollen nuestros hijo/as y nieto/as, esos que reciben como legado esta democracia que entre todos fuimos capaces de consolidar.

A poco de aquel hecho pasé por la rambla de Montevideo, más precisamente por la zona de Pocitos -bastión tradicionalmente blanco- lo hice a escasos minutos de que se hubiera confirmado el resultado indescontable a favor del Presidente electo, Luis Lacalle Pou. Un joven en solitario flameaba orgulloso y feliz su bandera con la imagen de Saravia por el cantero central. Varios coches -identificados con banderas de la coalición multicolor- tocaban sus bocinas y saludaban al protagonista de esa imagen. No pude menos que sonar también mi bocina ante la perplejidad del joven que pensó que mi reacción sería de reproche, pero no… otra vez ensayé un pulgar arriba y una felicitación que supo interpretar y responder haciendo lo propio.

No es nada del otro mundo, es más, seguramente muchos hayan tenido escenas similares con algún amigo, conocido o aún desconocido. Pero son pequeños gestos que nos permiten crecer como sociedad, justo en tiempos donde la violencia se transmite en 280 caracteres a cada momento.

Lo mismo que pudimos disfrutar y resaltar antes de la segunda vuelta cuando militantes (de la coalición y frenteamplistas), entonaron juntos el himno en la rambla y terminaron bailando sin que se registraran incidentes de tipo alguno. Eso, en definitiva, es la democracia.

Es tan simple como gritar los goles de Peñarol o Nacional, sin que hacerlo signifique un insulto para quien no comparte el mismo sentimiento. Con la misma e idéntica pasión puede celebrarse un triunfo electoral, pero sin olvidarnos que al otro día seguiremos siendo vecinos, amigos, conocidos (o no), que habitamos en el mismo lugar y que la suerte del país será la nuestra también. 

Seguiremos compartiendo el mismo cielo, el mismo territorio y gritando juntos los goles de Uruguay, por la sencilla y única razón de ser -todos- uruguayos...




el hombre tuvo un gesto,
el perro también...

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