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miércoles, 30 de octubre de 2019

Todavía no

No, todavía no es, aunque te lo quieran imponer por la tele y se te pegue el shingle… Todavía falta para que eso ocurra, que no te subestimen. La soberbia no es buena compañera nunca y por aquello de que no hay que vender la piel del oso antes de cazarlo, no es conveniente dar por ganado lo que todavía sigue siendo una mera expectativa. Y menos, si enfrente hay una fuerza colectiva que tiene décadas de acumulación, punto incomparable con una coalición circunstancial formada para llegar al gobierno a cualquier precio. No, todavía no...


La primera en borderline

La primera vuelta nos dejó un sabor amargo, eso es innegable, aunque -les confieso- no llegué al nivel de bajón nunca. Seguramente la procesión irá in-crescendo pero -también- la vida misma enseña que nada es para siempre y que llegará el día en que se dará un paso al costado por orden y gracia del mismo que nos llevó a ser gobierno: el pueblo soberano.

Pero, también debo confesar que siento que no llega el momento aún de que ese paso ocurra, más allá que es cierto que el panorama no es el mismo que en 2014 y que al Frente Amplio le faltaron casi 200 mil votos para empatar aquella instancia. Seguramente no se tuvo la suficiente claridad comunicacional para que la ciudadanía pudiera entender que estos 15 años fueron de calidad y notoriamente superiores a las dos décadas previas pos dictadura. Basta repasar indicadores para confirmarlo pero alcanzaría con que cada uno se comparara a sí mismo cómo estaba entonces y como está ahora. Alcanzaría con reconocer -cada uno- que hay un país diferente a aquel que recibió el Frente Amplio y que hoy hay cientos de miles de personas a las que les cambió la vida realmente con políticas de inclusión y distribución de la riqueza.

Claro que todo ello hay que saber transmitirlo en mensajes simples, que le lleguen al elector al momento de prestar su voto, y ello -por lo menos a casi 200 mil- no les llegó el mensaje en forma clara. Un viejo amigo, ya desaparecido – Raúl Legnani – me enseñó que la memoria colectiva es relativamente corta, a lo sumo tiene 6 meses de retención. Después de ese tiempo lo que se recuerda se torna borroso y hasta se transforma en algo diferente. Así ocurre con los derechos que un gobierno otorga, esos que se traducen en beneficios (hasta económicos), mientras transcurre ese tiempo hay gratitud y reconocimiento, luego se muta a considerarlo un derecho adquirido por mérito propio, y luego es de absoluta propiedad y hasta se entiende que era una deuda pendiente (que lo era sin dudas) pero sin reconocimiento alguno para el responsable de esa mejora. Por ello, me decía, hay que hacer un ejercicio de memoria permanente, para que la gente recuerde quien hizo posible el reconocimiento de ese derecho merecido que disfruta. Hoy parece ser que hay algo de ello en el ambiente, porque de otro modo es incomprensible que el Frente Amplio, único responsable de la situación de solidez económica que hoy disfrutamos en una región en crisis, no logre consolidar el apoyo de la mayoría de la población. Algo hicimos mal, seguramente.

Pero si bien es cierto que estamos en la frontera misma del quiebre de década y media de gobiernos progresistas en el Uruguay, todavía queda mucha agua por correr bajo los puentes y hasta el 23 de noviembre vamos a dar pelea para que la cuarta oportunidad sea una realidad. Ahora es una cuestión de dos fórmulas bien diferenciadas, una -que logró el 40% de los votos- y otra que no llegó al 30% pero que ya suma a todo el espectro opositor en una coalición circunstancial que pretende -como único punto programático común- sacar al Frente Amplio del gobierno. Está bien, está muy bien y es respetable esa consigna pero… ¿y después qué?. ¿Acaso creen que con sólo terminar la era frenteamplista alcanza para dirigir un país? Si así piensan, están muy equivocados y -lamentablemente- viviremos negativas consecuencias de darse esa circunstancia que, aclaro por las dudas, todavía no se da.

Polaridad electoral

El domingo 24 de noviembre votaremos por dos modelos bien distintos y eso hay que tenerlo claro. Por un lado el modelo que vivimos de prosperidad continua, con indicadores que así lo avalan, reconocimiento internacional que no solo mantiene grados de inversión favorables sino que contribuye y estimula la llegada de nuevos inversores. Un país energéticamente sustentable que ha cuidado no solo su economía sino el bienestar de su gente, un país que ha crecido y ha repartido mejor su riqueza. Un país donde la educación y la salud de calidad es accesible para todos sin distinción.

“Pepe” Mujica, con su acostumbrada claridad, ha sabido explicar la diferencia entre un modelo y otro cuando hizo el ejercicio de memoria de los 20 años previos al FA, donde el PBI creció 51%, mientras que los salarios y las jubilaciones bajaron un 8%; en tanto, durante los 15 años de gobierno del FA el PBI creció un 67%, con una coyuntura favorable -es cierto- pero que se supo aprovechar; y, en ese contexto, el poder adquisitivo de salarios y jubilaciones subió (en promedio) un 54%. Entonces, ¿cómo es posible no ver la diferencia de algo que parece tan obvio? La respuesta parece estar en una falla comunicacional que se está a tiempo de corregir. Hay que decir -además- que los salarios marcan el rumbo de nuestra pequeña economía y son el verdadero distribuidor de la riqueza por decisión política de un gobierno dispuesto a repartirla mejor, permitiendo que se constituyan en el motor del mercado interno. Sin olvidar -tampoco- que son los salarios los que marcan el incremento -por mandato constitucional- de las jubilaciones y pensiones. En definitiva, un gobierno del Frente Amplio es el único que garantiza ese reparto de la riqueza del país, porque el otro modelo ya se sabe que apuesta todo al mercado y el mercado nunca reparte lo que genera, lo acumula y lo saca del país las más de las veces.

Por eso, y volviendo al inicio de esta columna, todavía no es tiempo de bajar las banderas ni mucho menos. Al contrario, es tiempo de levantarlas con más fuerza y decisión, hay que salir a mostrar lo hecho, a decir fuerte y claro que no hay nada perdido ni mucho menos, que el país que construimos es el que vamos a defender y que no es ahora porque mientras haya Frente Amplio el tiempo del pueblo está primero. Por eso… TODAVÍA NO


el hombre salió de barriada,
el perro a ladrar más alto...

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