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martes, 22 de noviembre de 2016

La vuelta (de la) Olímpica

No me voy a referir a la gloriosa práctica impuesta por la celeste como forma de celebrar un campeonato. No, lamentablemente no estoy pidiendo esa vuelta sino otra muy distinta o tan inmensa y gloriosa que fuimos perdiendo hasta llegar a extremos como los que vaticinan los entendidos del fútbol uruguayo. Hoy el tema es volver a aquella Olímpica que supe disfrutar con amigos que éramos hinchas de cuadros distintos pero compartíamos el mismo lugar, veíamos el fútbol desde el mismo lugar, celebrábamos juntos las mismas bromas, nos hacíamos juntos las mismas bromas, nos gritaban los goles y les gritábamos los goles, y, al final, nos íbamos igual que como llegábamos: juntos. Quiero esa Olímpica, la vieja, la querida, la de la familia, la de los amigos, quiero que vuelva la Tribuna Olímpica al Estadio Centenario!!


Uruguayos, ¿dónde fuimos a parar?

En el año 2010 el ministro Bonomi lo dijo claro y fuerte al referirse a la discusión de aquel entonces en la Comisión de Seguridad del Deporte que resolvía la suerte de otro clásico del fútbol uruguayo, “podrán ponerse de acuerdo con el tamaño del pulmón pero el problema seguirá existiendo. El cambio que se precisa es cultural”. 

En ese momento la discusión se concentraba en el tamaño de un pulmón en la que fuera la Tribuna de la Familia, la vieja y querida Tribuna Olímpica. Esa inmensa y lateral tribuna de nuestro principal estadio, la que guarda vigilante a la Torre de los Homenajes a su espalda, la que elegíamos los que nos gustaba ver el fútbol con amigos o la familia, la que invitaba a disfrutar juntos un encuentro de fútbol que hacía parte de la fiesta del domingo.

Hoy asistimos -a seis años de aquellas palabras- a la misma, (o aún peor), situación pues se arriesga decir que no habría público en la Tribuna Olímpica ante la falta de presencia policial en el pulmón -si, ese mismo que había dicho Bonomi que no resolvería nada- al que no solo le siguen dando vida sino que ahora lo quieren nutrir de policías para que siga respirando. ¡Increíble!

Ahora todos concentran su voz en el reclamo de la presencia policial, nadie quiere hacerse cargo de su propia responsabilidad, la del organizador del espectáculo. Se resisten a aceptar esa cuota parte que les pertenece en cuanto dueños del espectáculo, y lo que es peor, alimentan con su postura la irritación de los aficionados que consumen sus dichos sin detenerse a pensar que hay otras soluciones posibles.

Por ejemplo: ¿qué pasaría si en lugar de pedir policías para un pulmón, piden que vayan  amigos de ambos cuadros y compartan la tribuna? ¿Qué pasa si en lugar de alimentar la división se dedican fuerte y claro a dar señales de otro camino posible, e invitan a la familia -en las que muchas dividen pasiones por uno u otro equipo, pero siguen siendo familia- a que vayan juntos a la Olímpica? No sé, yo intentaría otro camino en lugar de seguir dividiendo y separando. La medida de separar las hinchadas y darles tribunas individuales lleva varias décadas de aplicación, sin embargo el problema de la violencia lejos de solucionarse se incrementó. Entonces, ¿no será que hay que hacer algo diferente? ¿No será que hay que ensayar un camino alternativo al de seguir aumentando la separación y presionar por la presencia policial como si esta fuera la solución a todo?
La convivencia hay que fomentarla con acciones ciudadanas y no con medidas policiales. La Policía podrá dar una respuesta puntual, pero no será la solución al problema de fondo, para ello hay que intentar otras acciones que no son precisamente las intervenciones policiales.

Si para poder ver un partido de fútbol es imprescindible la presencia policial hay que parar todo y barajar de nuevo porque tenemos un problema más grave del que aparenta. No intentar una vuelta de timón -estamos a tiempo de hacerla- sería dejar pasar la ocasión para que el fútbol uruguayo vuelva a ser un espectáculo recomendable y familiar, como lo fue siempre, hasta hoy.

Una vez estuvo en nuestro país -invitado por el Ministerio del Interior- Jorge Melguizo, ex Secretario de Cultura Ciudadana de Medellín, la ciudad que supo ostentar el primer lugar en violencia. En ocasión de aquella visita supo informar que para cambiar un escenario donde campea la violencia es necesario llenarlo de ciudadanía. Así un lugar público como una plaza, que fue copada por las pandillas, hay que nutrirla de juegos y servicios, hacer de ese lugar uno atractivo para la familia. Si hay juegos infantiles irán los niños, con estos irán los padres, con los padres habrán clientes para servicios y así la plaza se llena de ciudadanos y no hay espacio para los violentos.

En la tribuna Olímpica habría que hacer lo mismo. Llenarla de familias, de esas que tienen hinchas de uno y otro cuadro, que vayan juntos. Que compartan el mismo espacio, que se llene de dirigentes de ambos equipos, que den ejemplo que se puede convivir sin problemas. Que se llene de amigos, de esos que hay por cientos de miles, que se saben amigos antes que hinchas o sin dejar de ser ninguna de las dos condiciones. Se trata de un juego, en el que no se puede ir la vida de nadie, debe ser un espacio lleno de vida y colores compartidos, sin fanatismos.

No debería haber pulmones ni policías, tendría que haber una tribuna repleta y multicolor, como era -y no debió dejar de ser nunca- la Tribuna Olímpica. 

Yo quiero otra vez esa Olímpica. Quiero la vuelta (de la) Olímpica...




el hombre quería ir,
el perro también...

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