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jueves, 18 de agosto de 2016

No me llamen blanco

Díganme “europeodescendiente”

Fuente imagen: desmotivaciones.es
Me crié en el barrio Puerto Rico, cuna de negros y tambores, de candombe y comparsas que hacían sus llamadas tradicionales cada domingo. Hoy se mantiene esa tradición con cierta regularidad, oportunidad que acompañan más de un centenar de personas (familias enteras y mucha gurisada). Es un espectáculo gratuito que nos regalan a los vecinos que acertamos a salir a contemplar aquel despliegue que aprendimos a apreciar en toda su dimensión durante todo este tiempo. El tamboril y el candombe es de los negros, y lo digo así porque es así como me lo enseñaron ellos mismos. Los Olivera y compañía de entonces, junto al “Negro Malumba”, por citar a los más representativos de entonces que llenaban de ritmo la calle Lucas Moreno del barrio Puerto Rico. Ese callejón hormigonado de los números repetidos e identificados por letras, que inmortalizara Manuel Capela en su candombe “Por la Unión y por la Blanca”. Por todo esto y mucho más es que me cuesta aceptar el uso de un término alternativo para definir a nuestros negros, esos que nos enseñaron a convivir con sus ritmos, que nos prestaron sus tambores y nos dejaron pintarnos la cara con su color para convertirnos en lubolos y acompañarlos en sus agrupaciones. Todo cambia y seguramente uno se esté poniendo viejo, entonces asumo el reto y pido que no me llamen blanco, que me digan europeodescendiente...


Todo llega


Por favor, que se entienda que uno hace uso de la ironía para entender una medida que busca un noble objetivo en tiempos del bullyng maldito que tanto mal nos hizo (aunque uno no sabía que se lo estaban haciendo). El suscrito sufrió de ese acoso escolar que entonces aceptaba sin mayor preocupación, mitigado -seguramente- por la ausencia de los medios de difusión tan masivos (e invasivos) como son hoy las redes sociales, por ejemplo. 

Pero hoy son otros tiempos, otras tecnologías, y los mensajes adquieren otra dimensión que uno debe aprender a ponderar y medir en su justo término. Por más que me siga rechinando la medida, debo admitir que se han traspasado límites impensados, fruto de nuevas herramientas que nos han superado y a las que no hemos podido -aún- manejar con responsabilidad muchas veces. Lo que parece tan fácil y obvio a veces, puede terminar siendo un mensaje equivocado que genere perjuicios a alguien.

Entonces, así planteadas las cosas nos vemos obligados por las circunstancias y los nuevos tiempos. Es parte del aggiornamiento necesario que necesitamos entender para hacer el mejor uso posible del lenguaje pensando en el otro, destinatario del mensaje o de la expresión en cuestión. Todo ello sin dejar de pensar que tanto prejuicio nos va achicando el margen de acción y nos obliga a prever escenarios que antes no cuidábamos ni nos preocupaban.

Porque la verdad era esa, antes no nos preocupaban ciertos temas que hoy marcan la agenda. ¿Será que éramos menos libres o será que aceptábamos las diferencias sin discriminación alguna? También puede ser que no se viera como un derecho y éramos tan brutos que ofendíamos sin querer y sin saberlo -ni siquiera- el ofendido.

Sea como sea, hoy disfrutamos una agenda de derechos que hacen otro Uruguay y es parte del acuerdo social aceptar esos nuevos derechos y reconocer que hay otras connotaciones que acompañan a las mismas palabras. Connotaciones que pueden lastimar mucho.

Ese es el punto que se pretende evitar con las recomendaciones de la ANEP cuando exhorta a los docentes a no promocionar el término “negro” y sustituirlo por el uso de “afrodescendiente” en escuelas y liceos. Al punto de promover una guía educativa elaborada entre la ANEP y el MIDES (“Educación y Afrodescendencia”), según consignó el semanario BUSQUEDA.

Está bueno que esto se hable y se trabaje, pues ese trabajo irá indisolublemente atado a una cultura en valores de respeto y convivencia que debemos promover entre nuestros jóvenes, verdadero semillero del Uruguay del futuro.

El mundo cambia y con él cambia la gente, lo que antes parecía correcto hoy termina vulnerando derechos conquistados y reconocidos. Aunque nos cueste reconocerlo, aquellos queridos “negros” fueron objeto de múltiples abusos y destratos haciendo que ello afectara al colectivo que hoy tiene un legítimo derecho a ser identificado de otra forma.

Los uruguayos quizás no entendamos cabalmente un tema como este, ya que si algo nos ha caracterizado siempre es esa convivencia armónica de su población sin importar la raza, religión u orientación sexual. Pero el mundo da ejemplos cada día de las atrocidades de la discriminación interracial, y hay que estar preparados para dar respuestas efectivas a esa problemática.

Yo confío en que sigamos siendo diferentes al resto del mundo, y que nuestro país demuestre que no hay diferencias étnico raciales entre su gente. Gracias a la idiosincracia criolla y a tener hábitos como el mate -por ejemplo- que nos enseñan a compartir y disfrutar las diferencias, mientras dure la cebadura.


el hombre salió a ver la comparsa,
el perro ladraba al ritmo del tambor...

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