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miércoles, 31 de agosto de 2016

Ceibalitos uruguayos

No sería un Consejo de Ministros más, y no lo sería porque los protagonistas del mismo fueron niños y niñas -escolares todos- que supieron hacerse de una instancia democrática consolidada en la administración del Presidente Vázquez. Esta vez llenaron la sala con sus reclamos, sin miedo ni vergüenza, alzaban sus manos mientras el murmullo de los maestros al fondo parecía reclamar la misma participación en las aulas. No faltó la crítica posterior que dejaran entrever una organización pautada previamente en esta iniciativa. Seguramente alguno de los chicos tuvo la ayuda adulta para ensayar su reclamo, pero en todos se pudo apreciar frescura y una sincera preocupación por su pedido. Y, por supuesto, esa cuota de inocencia repentina que mereció el aplauso de los asistentes a cada una de las intervenciones. Fueron los dueños del acuerdo, la anécdota simpática y esperanzadora de una generación de uruguayitos que se calzaron el sayo de ser la voz de los que serán dueños del país en poco tiempo más. Son los ceibalitos uruguayos, esos que nos permiten afirmar que hay futuro para el Uruguay.


Francesca y su pregunta al Presidente


El salón de la sociedad recreativa La Estrella del complejo ANGLO de Fray Bentos, fue el lugar elegido para acoger una nueva instancia del Gobierno de Cercanía. Un espacio de democracia directa donde pueblo organizado y Gobierno se dieron cita para escucharse y ejercer soberanía.

Así lo vienen entendiendo en cada rincón del país hasta donde llega el pleno del Poder Ejecutivo haciendo de aquella práctica impuesta en el primer gobierno de Frente Amplio una herramienta fermental de ciudadanía y ejercicio de gobierno, que se consolida en este tercer período.

Esta ocasión fue la ciudad de Fray Bentos la elegida para un nuevo #GobiernoDeCercanía, con la particularidad que esta vez fueron los más chicos los que se apropiaron de los micrófonos.

No faltó el reclamo en ninguno, con lugar para el agradecimiento en todas las intervenciones. Uno de los reclamos vino de un alumno de 6º de escuela, “por que nosotros ya nos vamos pero el barrio creció y quisiéramos que la escuela también crezca para los chicos que vengan...” manifestó. Otro de los reclamos buscaba que “el ómnibus pueda llegar hasta la escuela porque tenemos un compañero que viene con la hermana en bicicleta y tienen que hacer muchos kilómetros”, reclamó otra.

Entre reclamo y reclamo infantil algún vecino metía una pregunta en clara desventaja numérica ya que las manitos levantadas seguían firmes esperando la elección presidencial que les diera la palabra.

Las caritas atentas de todos los escolares eran la envidia del grupo de maestros que nos precedían una fila adelante nuestro. “Ojalá estuvieran tan activos en clase como acá”, decía una maestra mientras otro maestro hacía suyo el comentario.

En el fondo mismo del salón estaba un grupo de escolares muy activos, muy atentos a lo que se estaba diciendo en un instrumento de Gobierno que tenían ahí mismo, en su barrio. Entre ellos, la más chiquita de la clase extendía su brazo pidiendo ser vista por el Presidente. El Consejo de Ministros avanzaba inexorable entre preguntas y reclamos pero nadie la veía. Ella permanecía inamovible, sin importarle nada, manteniendo en alza su brazo mientras los compañeros hacían coro para que la eligieran.

Poco faltó para que fuera un pedido al que nos sumáramos unos cuantos que allí estábamos para que aquella diminuta ciudadana hiciera uso de su legítimo derecho a ser oída por el Gobierno en pleno. Fue una suma silenciosa de voluntades que pujamos para que esa determinación tuviera su premio, como ocurrió finalmente.

Con paso resuelto, se trasladó al medio del salón, posición ideal para que los micrófonos inalámbricos operaran sin inconvenientes. Su delicada y aniñada vocecita le ganó al murmullo generalizado, nadie quería perderse lo que tenía para preguntar Francesca.

El fondo bullicioso de túnicas blancas hizo lo propio, y el salón se preparó para la ocasión. Los ojos atentos del Gabinete, encabezado por el Presidente, dieron marco a ese instante que jamás olvidará aquella niña bajita de estatura pero inmensa de coraje y resolución.

“Quería preguntarle ¿si alguna vez soñó con ser Presidente?”, dijo y el aplauso nació espontáneo, mientras el primer mandatario llenó su rostro con una enorme sonrisa de satisfacción y orgullo.

La respuesta fue que jamás lo había soñado ni de grande, pero que agradecía la posibilidad cada día. Rematando que estaba seguro que un “ceibalito o ceibalita” sería Presidente de los uruguayos algún día.

Uruguay tiene futuro asegurado en esos niños y niñas que nos dieron una clase de civismo que jamás olvidaremos. 

Son los ceibalitos uruguayos, un capital invalorable; cuidarlo es parte del compromiso colectivo que tenemos como Nación.



el hombre se emocionó,
el perro salió ladrando para la escuela...

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