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jueves, 21 de mayo de 2015

Más allá del deber de informar


Pasó el clásico, pasaron los clásicos. Tres partidos considerados de alto riesgo a partir de la rivalidad cosechada durante años de competencia deportiva. Conceptos que fueron moldeándose y consolidándose al tiempo que la violencia comenzó a ganar espacio en las lides deportivas, robando lugar al deporte mismo. Espacio que no sólo ocupó en el fútbol sino también en el básquetbol  con tristes episodios como la muerte de “los Rodrigo de Aguada”, por citar un caso. Es que a los deportes de mayor convocatoria nacional los infectó el flagelo de la idiotez, la intolerancia, la idea de ganar como sea y dónde sea, sin importar el método, violando todas las reglas. Y lo que antes no pasaba en Uruguay y era cosa de otros lados, llegó para quedarse dando muestras de querer avanzar a pesar de las mayorías. Pero a pesar de ser menos hacen mucho daño y lo que pasa en otros lados pronto se copia acá. Todo se copia y la competencia se traslada también a los medios de difusión. En esa puja por ser primicia, se invierten los resultados beneficiando a los violentos, y se traspasan límites, más allá del deber de informar...


La historia vuelve a repetirse

El periodista se enteró el lugar donde se haría el operativo policial. Prestamente tomó su micrófono y advirtió al jefe de prensa que precisaba una cámara de forma urgente. Tenía el dato que necesitaba para ser punta en el rating del informativo central. Ese bendito rating también había infectado a los superiores que autorizaron inmediatamente al movilero. Ese día, las fuerzas policiales se desplegarían rápidamente en la zona de Carrasco Norte, (calle Oncativo), para -órdenes de allanamiento mediante- proceder a un nuevo operativo de saturación policial*. Pero ese día, el periodista de TV llegó antes que la Policía, y emitió una salida en vivo donde advertía que “en unas horas, esta zona estará llena de policías...” y así frustró la medida judicial y el operativo policial sólo encontró casas vacías.

Aquella vez, las autoridades de aquel canal supieron pedir disculpas por aquel hecho, que  develó cuán importante es el papel de los medios de comunicación que deben estar a favor de la sociedad y no en su contra. Porque aquella “noticia” fue un golpe contra la sociedad organizada, esa que se da una Justicia para dirimir sus conflictos y que sanciona los desvíos a ese contrato social que nos rige a todos. Es algo social y pacíficamente admitido, que aquella vez se rompió por aquella salida en vivo de un periodista que frustró la medida judicial. Conducta que le salió barata al periodista y al medio, por cuanto la Justicia pudo, perfectamente, tipificar un delito ante esa actitud. Porque el deber y el derecho de informar cede espacio ante un derecho superior, (el de la sociedad), ante un hecho que configura un delito. Ese día hubo -en esencia- un impedimento al accionar de la Justicia ocasionado por la difusión que hiciera aquel periodista.

Este recuerdo sirve de introducción para otro hecho que aconteció el domingo 17 de mayo pasado en ocasión de la revisión policial al Estadio Centenario. A escasas horas del partido, el plantel de perros K9 de la Guardia Republicana, había detectado -en un baño de la Tribuna Olímpica- una bolsa de tela conteniendo municiones vivas calibre 45 y 38, junto a puntas y un bisturí. Elementos camuflados en una rejilla de la instalación sanitaria que fuera detectado por perros especialmente entrenados para la detección de armas y explosivos. Seguidamente se dispuso la pericia del material incautado por parte de Policía Científica y el relevamiento del lugar para la investigación correspondiente. Al mismo tiempo que se disparaba un operativo policial -con personal encubierto- que intentaría dar con los responsables de dichos elementos cuando intentaran hacerse de los mismos durante el encuentro.

Sin embargo, la información se filtró a la prensa y un periodista dió la noticia por radio, y luego por TV. Noticia de la que se hicieron eco todos los medios, luego. El operativo policial se frustraba así y la impunidad ganaba su partido... una vez más.

El deber de informar

¿Tiene un periodista la obligación de informar todo lo que llega a su conocimiento? Uno podría responder rápidamente que sí, haciendo uso del derecho a la libertad de expresión y pensamiento que todos disfrutamos en un régimen democrático de gobierno. Pero cuando están en juego otros puntos no menos importantes, como es la seguridad pública, allí es donde comienza a delinearse una frontera que debiéramos respetar todos.

Porque la pregunta es clara: ¿importa más conocer el hallazgo o hacerse de los responsables de esos elementos que -a todas luces- responden a intereses delictivos? Pues al difundir el hallazgo, los únicos beneficiados fueron los que pretendían hacerse de esos insumos prohibidos. A los asistentes a un encuentro deportivo, que disfrutan y alientan desde la tribuna poco o nada le aporta el punto, y mucho le debe haber afectado saber que ese hecho quedará impune por la difusión hecha.

¿No será tiempo de poner en la balanza esos valores? ¿No será tiempo de evaluar la pertinencia del rating como valor de medida, cuando está en juego la seguridad de uno, de muchos o de todos?

La primicia es una fruta prohibida, tentadora, pero no puede cegarnos al punto de poner en riesgo la vida de alguien o la seguridad de una sociedad. Todavía recordamos -año 2010- el caso del secuestro de Rospide, donde la difusión que se hizo del caso puso en riesgo la vida de la víctima.

Este último hecho no llegó a ese límite, o sí, porque quien ocultó esos elementos en una tribuna de nuestro mayor recinto deportivo, no es un inocente espectador. Su conducta quedó impune y nadie puede asegurar que no intente otra vez hacer lo mismo, ó, lo que es peor, concretar su intención. 

Un periodista tiene el deber de informar siempre, el punto está en saber cuánto, más allá de ese deber...

*los operativos de saturación policial se efectuaron a poco de iniciada la administración de Eduardo Bonomi en el Ministerio del Interior, con la consigna de devolver a los barrios la seguridad y la tranquilidad alterada por la delincuencia. Esas operaciones eran notificadas a los medios de prensa – una vez asegurada y desplegadas las fuerzas en el territorio- para que fueran garantes del accionar policial.

el hombre miró la entrada,
el perro olfateó una duda...

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