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sábado, 28 de septiembre de 2013

Recibimos y publicamos

Fuente imagen: escribirapesardetodo.blogspot.com
Carta abierta a Luis Mario Vitette

Esto no lo escribió ningún hacker. De por hecho que lo escribí yo y que se a quien se la estoy dirigiendo. Escribo lo que quiero decir. Y le digo que no lo quiero meter preso por ladrón. Usted robó, lo agarraron, lo juzgaron y lo condenaron. Después, según las leyes de la República Argentina, cumplió la pena, lo soltaron y está de vuelta en nuestro país. Tampoco lo quiero meter preso por homicidio. Usted rapiñó y mató, lo agarraron, lo procesaron y lo penaron. No cumplió la pena, pero se fue y aparentemente, según nuestras propias leyes, eso ya pasó.


Ese no es el problema. Yo no se si usted se da cuenta y no le importa, o si ni siquiera se da cuenta cuál es el problema…

Hace mucho tiempo que tenemos la intención de construir un país productivo, solidario  y con justicia social. Después de la crisis de 2002 mucha gente se puso como objetivo recuperar el país productivo que se nos había caído a pedazos. Las grandes mayorías nacionales se lo plantearon y, a partir de 2005, le dieron la oportunidad al Frente Amplio y, desde entonces, está tratando de construir un país distinto. Yo creo que lo está haciendo bastante bien. Pero eso no alcanza: esa construcción necesita apoyarse en una cultura de esfuerzo y de trabajo, de estudio y de construcción de solidaridad.

La consolidación de estos valores es más difícil porque, a menudo, se interpone el ansia de un consumo desmedido: yo diría se interpone la cultura del tener y no la del ser, usando al revés los conceptos que usted lamentablemente manejó para defender la voluntad de seguir siendo un ladrón. Se interpone lo que hacen algunos que se creen vivos y eligieron lo que consideran que es el camino más rápido: en lugar de trabajar y cultivar el esfuerzo y la solidaridad, eligieron el camino de quitarles a otros el fruto de su trabajo y de su esfuerzo. No les importa si, para hacerlo, lastiman, hieren o matan a los que consideran unos giles que no saben hacer las cosas.

De esa forma han instalado el miedo y un dilema que todavía se discute en  nuestra sociedad. Se debate respecto a si esto se combate mejor a través del uso de la mano dura y la baja de la edad de imputabilidad, o si se termina desarrollando más políticas sociales, junto a una política de seguridad que apueste a la vida y la convivencia, al mismo tiempo que se persigue a los delincuentes y se amplía la aplicación de verdaderas medidas de rehabilitación a quienes están privados de la libertad. A los que eligieron la vía corta, equivocada y sin sentido.

Esos, lamentablemente, son los más jóvenes: los que necesitan que aparezca inequívocamente un camino distinto. Ello requiere un gran esfuerzo de diferentes actores sociales. Entre ellos, claramente, tienen que participar los medios de comunicación. Y este es otro debate. Yo no estoy hablando acá del control de contenidos. Me refiero, fundamentalmente, a que la libertad de prensa supone la responsabilidad de los que tienen la posibilidad de ejercerla. Y no siempre es así.

El problema al que me refería antes es que usted, en un reportaje que le hicieron, apareció marcando un camino a los que se ponen al margen de los esfuerzos por construir un país basado en el trabajo, la educación, el esfuerzo y la solidaridad. Palabras, estas, que a muchos les pueden parecer huecas: a usted mismo le pueden sonar huecas.

Pero a las grandes mayorías de esta sociedad no les parecen huecas. Porque las grandes mayorías viven de su trabajo: trabajan ocho o más horas al día, porque un sueldo no les alcanza. Levantan casas o construyen maquinarias; educan y curan enfermos: curan heridos de tiroteos en los que algunos  participaron como víctimas, pero otros participaron como victimarios y también fueron heridos; cultivan la tierra o cuidan ganado; trabajan en un supermercado o en un Banco; estudian para ejercer su profesión o recogen basura…

Esos son los verdaderos héroes de nuestra sociedad. Los que la sostienen y construyen su crecimiento, y lo que usted predica consiste en vivir quitándoles el sueldo, la jubilación o el ahorro que han podido hacer. Los transforma en las víctimas de los que eligieron el  camino corto y van a tratar de robarlos sin medir las consecuencias ni los métodos que utilizan para ello.

Ese es su delito. Ayudar a construir los antivalores que sustentan una subcultura marginado delincuente. Un delito con hondo contenido social. La apología del delito no contiene todo lo expresado anteriormente: que es lo más grave; pero la denuncia por apología del delito permite poner de relieve todo lo que usted hace cuando, sin quererlo o queriéndolo, no es relevante, se pone como ejemplo de lo que se puede hacer si se roba “bien”.

Usted no puede ponerse como ejemplo de los vivos que ya están en una carrera delictiva o apenas la están empezando. O por lo menos no puede hacerlo sin que tenga consecuencias. No importa si compulsivamente siente la necesidad de hablar de lo que hizo y sugerir que es muy inteligente porque nadie lo pudo evitar. No importa si no puede callarse y sigue reivindicándose como ladrón y defendiendo su carrera. Ese, precisamente, es su problema: el que no se puede dejar pasar

Pero le repito: no quiero mandarlo preso por ladrón. Antes que eso preferiría que nuestras leyes comiencen a considerar al hurto calificado, delito precedente del lavado de activos, para que los jueces puedan exigir a los que han hurtado grandes cantidades que justifiquen cómo han adquirido legalmente sus bienes y, si no pueden hacerlo, les confisquen las propiedades que no pudieron justificar.

De todas maneras, ese es otro tema. Lo principal ya lo plantee. Lamento si lo molestan mis comentarios o los propósitos que he mencionado. Yo tampoco puedo evitar hacerlos.

Sinceramente
MINUS

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