Traductor

martes, 30 de junio de 2009

Hasta siempre “Varelita”



Lo conocí hace unos doce años más o menos. Nuestro común trabajo -en la empresa encargada de editar la normativa uruguaya en el Diario Oficial- nos juntó a pesar de tener varias décadas de diferencia. Su porte señorial y solemne era parte sustancial de una presencia que emanaba la misma oficialidad que corregía cada día desde su Sección de Publicaciones Oficiales. Viejo corrector de documentos -que luego serían parte del Registro Nacional de Leyes y Decretos- celosamente custodiaba la tarea y se sentía orgullosamente parte de esa historia oficial. Supo registrar su paso en sendos libros que mantienen vigencia y utilidad. Aún hoy, ese caudal de información, sigue siendo objeto de consulta y es respaldo de gran parte del trabajo de otros que saben que “Varela lo debe haber registrado...”.

Una pose gardeliana, junto a su berretín de cantor, eran la seña informal de quien fuera del horario sabía lucir sus dotes artísticas en cuanta reunión hubiera. Un extenso repertorio de tangos y música folclórica desfilaban por su gola mientras sus añosas y enormes manos hacían vibrar la bordona en compases conocidos que todos disfrutaban.

La jubilación llegó, merecida, tras décadas de estar al pie de la letra forjando el día a día de una publicación que lo tenía como referente ineludible. Durante muchos años formó parte del grupo editorial de su querido Registro de Leyes. Entre copetes y números rojos transcurrió su longeva actividad hasta que hizo uso del premio de retiro.

El descanso le dio tiempo para lo que más le gustaba. Entre guitarras y guitarreros supo darse dique allende el Plata, disfrutando sus salidas y compartiendo con amigos tan guitarreros como él. Hasta hace poco tiempo no más, cuando la infamia disfrazada de gente bien, lo engrupió y casi sin darse cuenta fue una víctima más de la violencia.

Con una recuperación lenta, muy lenta, fue perdiendo poco a poco su porte y su presencia. Se hizo dependiente. Él, que a pesar de sus ochenta y nueve carnavales se jactaba de ser autosuficiente y lo demostraba siempre que podía. Aficionado de las radios, lucía orgulloso su tallercito donde reparaba los viejos transistores que luego regalaba a los amigos. Una radio siempre viene bien – decía. Ahora era él quien requería un service y no hallaban los repuestos adecuados. Es que la maquinaria estaba vieja y se negaba a ser emparchada por más que los técnicos hicieran el intento.

Hoy fui a visitarlo como días atrás, si bien esperaba verlo demacrado y débil como estaba, esperaba verlo. Encontré la misma sala, la misma gente, la misma cama, pero no lo encontré a él. Se había ido hacía pocos días. Seguramente a un lugar donde ya no sienta más dolor y recuperara la sonrisa junto a las ganas de salir de guitarreada. Seguro de todo eso, me volví sobre mis pasos y dediqué una sonrisa al cielo. Entre las nubes me pareció ver la estampa gardeliana que una vez conocí.

¡Hasta siempre Campeón!

Al amigo Angel Varela
Jefe de Publicaciones Oficiales del Diario Oficial

1 comentario:

  1. Tal cual lo describís era todo un personaje dentro del Diario. Siempre dispuesto a ayudar a los compañeros, de una memoria increible. Recuerdo una vez que me llevó al Diario unos cuadernos grandes, con aspecto de antiguos, en los que él había pegado recortes de varios diarios con noticias que impactaron en su momento. Esos cuadernos eran toda una reliquia con mucha información que el cuidaba y no prestaba a nadie.
    Hace mucho que no lo veía, la última vez fue en una de sus tantas visitas a su añorado Diario Oficial y por suerte me quedé con esa imagen. Impecablemente trajeado con su sonrisa siempre a flor de labios y su mirada pícara.

    ResponderEliminar