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lunes, 9 de octubre de 2023

Allanamientos, patrullajes y el dilema de la nocturnidad

Fuente imagen: El Popular
A poco de su ya anunciada retirada, el ministro Heber hace gala de lo que mejor sabe: tirar titulares que le sirven para dilatar cualquier evaluación de la que ya es la peor gestión en seguridad. No solo por los resultados que hacen parte de una marcada y consolidada tendencia que -además- tiene el adicional de la violencia extrema que la acompaña, sino por el cúmulo de desprolijidades que llevaron a menguar sus equipos con sonados casos de corrupción y denuncias de acoso que han golpeado su entorno más cercano. Agotado el recurso de la LUC como la solución imprescindible, ahora van por la bala de plata que ya intentaron disparar sin éxito en pasadas instancias electorales. La noche es la protagonista de esta historia en la que la Constitución consagra una inmunidad que está siendo cuestionada. Sin embargo, no todo es como parece y hay otros instrumentos que podrían aplicarse antes que renunciar a una garantía constitucional como la de habilitar los allanamientos nocturnos. Así como se diferencia el día de la noche, así también ocurre con el patrullaje, ese que, de noche, brilla por su ausencia… 

Con las leyes del mercado

Sigo afiliado a la tesis que una boca de drogas no es ni será nunca un hogar sagrado e inviolable, cualidad con la que el constitucionalista blindó el seno familiar para que sólo con la autorización del jefe de este se pueda acceder después de la caída del sol.  Sin perjuicio de ello, que abona a la posición de no requerirse reforma alguna, es cuestionable la propuesta por varias razones que exceden la mera protección del hogar a cualquier hora del día, y mucho más durante la noche.

La noche agrega una porción de riesgo que es inevitable para cualquier operación de seguridad. Y -en contrapartida- otorga un plus adicional a quienes se refugian en la oscuridad para ejercer operaciones ilegales, a sabiendas que la noche los ampara en la obtención de sus ilícitos intereses.

Ese riesgo debe compensar toda acción cuando se piensa en términos de seguridad, de lo contrario no vale la pena siquiera asumirlo. Mucho menos cuando existen alternativas previas que no requieren modificar la carta magna, y que reportarían resultados mucho más efectivos.

En la noche -según Heber después de la 1 de la madrugada- los barrios mutan y se transforman en una suerte de vía libre donde la droga circula sin limitaciones. Entonces, no se le ocurre mejor idea que la de exhortar a que se habiliten los allanamientos nocturnos como único recurso posible para cortar con ese circuito y que no sea un “viva la pepa”.

¿No se le ocurre pensar por qué razón existe esa libertad de tránsito durante la noche? ¿No pensó que quizás sea la merma del patrullaje policial una de las razones principales, sino la principal? ¿Cuál es la explicación para que se produzca ese abandono cuasi total de la presencia policial durante el horario nocturno, que es -por otra parte- el horario en que ocurren la mayoría de los eventos que se pretenden corregir?

Es tan obvia la respuesta que hasta parece increíble que no la perciban. No es necesario reformar nada sino aplicar las mismas leyes del mercado que tanto elogian, para disputarle al narcomenudeo la razón de su existencia: los clientes y la mercadería (la droga).

Bastaría con acentuar el patrullaje nocturno para cortar los circuitos que abastecen las bocas, y de ese modo interrumpir el flujo de droga. Asimismo, esa operativa interrumpirá el tránsito clientelar de quienes pretendan hacerse de alguna dosis, y el negocio sufrirá los avatares propios de la actividad comercial interrumpida.

Así planteado no hay riesgos de operaciones policiales intempestivas ni violentas, bastando un plan operativo de patrullaje y control que evite el libre tránsito de la mercadería y/o clientes de un negocio ilegal que asola los barrios uruguayos.

Además, para actuar en la calle o vías públicas, no se requiere orden de allanamiento alguna.

Coordinación necesaria

Claro que así expuesto parece muy fácil, pero sin pecar de simplista, es una alternativa viable que no necesita de reforma alguna sino de voluntad política y de inteligencia bien aplicada. La integralidad en este tipo de medidas vuelve imprescindible que la Policía trabaje en coordinación con las Alcaldías e Intendencias para que se complemente su trabajo con acciones urbanas que contribuyan a mejorar los resultados.

Así, una acción de patrullaje necesita de una buena iluminación y vías transitables que garanticen la seguridad en los barrios. Pero, también, de la necesaria permanencia policial que consolide las acciones para que el barrio empiece a sentir los cambios. En ese sentido, cuando se cierra una boca no basta con la parafernalia de un operativo de guerra si luego de apagadas las cámaras todo vuelve a la “normalidad”. Porque una boca cerrada no es la solución del problema sino el agravamiento de este si no se complementa con otras acciones. Es necesario que permanezca un patrullaje o vigilancia que contribuya a que esa boca siga cerrada y no potencie su accionar tras el “espectacular” cierre. De lo contrario es esfuerzo inútil e ineficaz.

La acción interinstitucional es necesaria siempre y es la que permite consolidar todo esfuerzo, con la mejor administración de los recursos públicos. Así ocurrió en los recordados Operativos Mirador que permitieron recuperar barrios enteros con acciones que comprometieron el esfuerzo de la Policía, MSP, MIDES, OSE, UTE, ANTEL, Intendencia y Alcaldías. 

No hace falta reformar nada, basta con tener la voluntad política de utilizar la inteligencia y aplicar esa información a una operativa policial asociada que dé respuesta efectiva. Es decir, relacionar -definitivamente- la respuesta policial a los mapas de calor que indican la hora y lugar de mayor actividad y comportamiento criminal.

La noche seguirá siendo una cómplice perfecta hasta tanto no cambie la respuesta policial y se adecue -inteligentemente- a cortar los circuitos de la droga que circula por las calles de todo el país.

Todo lo cual es posible, sin necesidad alguna de afectar el sagrado inviolable de los uruguayos… 


el hombre escuchó una moto,
el perro ladró al delivery…


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