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martes, 11 de julio de 2023

Manija, manija…

El presidencialismo en exceso que aplica nuestro primer mandatario lo expone inexorablemente a un archivo que hace parte del vasto acervo que nos ha dejado durante su periplo político. Sus latiguillos -utilizados reiteradamente- dan cuenta de una intención manifiesta de mensajearse con el electorado que lo llevó al gobierno sin percatarse que también gobierna para el resto que no lo votó. Y sin considerar que lo deja expuesto a ese archivo del que no puede separarse. Alguien que ha dedicado su carrera política al giro continuo y persistente de la manivela dialéctica para construir un discurso destructivo de gestiones pasadas, sufre las consecuencias de su propio instrumento, ahora en manos opositoras. El  recurso no rinde como antes porque es innegable que la "manija" opositora actual no tiene tanta fuerza ni tampoco la alientan las mismas intenciones. Si algo tiene clara la oposición de hoy es que mañana tendrá que reconstruir todo lo que están destruyendo los "manijeros" que gobiernan…

Incómoda sociedad

El concepto de manija también aplica para el progenitor de la expresión no ya por sus antecedentes (que vaya si lo legitiman como dueño de la misma), sino por su comportamiento presidencial en el orden regional. Particularmente, sus caprichos de niño malcriado que reclama ante los socios del MERCOSUR una particularidad que no está dispuesta en el acuerdo regional. Es así que, en lugar de ir por una salida consensuada recurrentemente reclama lo que sabe claramente que no le permitirán: negociar por fuera del grupo un acuerdo con otros países.

Sus insistentes y hasta impertinentes salidas públicas en contra de la voluntad del bloque lo exponen a un aislamiento regional inconveniente para los intereses del país que tiene, en sus vecinos, a sus principales socios comerciales. Tanto va el cántaro a la fuente que terminará por romper los débiles lazos que aún sostienen a Uruguay dentro del bloque y deja a sus principales compradores, (y a los exportadores orientales), en estado de incómoda latencia. Seguramente los industriales uruguayos estarán analizando con preocupación el nivel de relacionamiento que está tensando el Presidente, exponiendo a sus industrias a consecuencias que luego lamentaremos todos. Porque cuando se cierran mercados se genera desocupación y todo lo que ello acarrea. La improvisación no es buena consejera, mucho menos los berrinches de niño malcriado, para quien pretende dirigir un país en serio.

Historia reciente

Mientras el protagonista de esta historia se dedicaba a dar lo que hoy recibe (manija, manija), las administraciones frenteamplistas sorteaban crisis económicas internacionales con astucia e inteligencia, aumentando los mercados sin vulnerar los acuerdos regionales. Así creció nuestra economía a pesar de puentes cortados con la República Argentina y Uruguay le vendió sus productos a más de 100 mercados, permitiendo sortear la recesión durante todas sus administraciones.

Eran tiempos donde la riqueza que generaba el país se distribuía mejor y a través del salario, algo que se abandonó ni bien asumió esta administración más afecta a beneficiar a los malla oro antes que al grueso del pelotón. 

No es por dar manija, pero se dedicó de pique a bajar el déficit fiscal -lo que de por sí no está nada mal- pero en ese afán fueron por ahorrar cortando por el lado de los trabajadores y jubilados principalmente, aunque no fueron los únicos recortados. Hoy, sufriendo una crisis hídrica sin precedentes, por ahorrarse unos 20 millones de dólares van a terminar gastando mucho más por improvisados e imprevisores. Y no vengan con la manija de lo que no se hizo antes porque tampoco es cierto que no se hizo nada. 

Siempre se puede hacer más pero gobernar es tomar decisiones y ante recursos finitos se prioriza. Hay que contextualizar siempre. Y en esa contextualización hay que decir que sin las inversiones hechas por los gobiernos frenteamplistas, hoy sería una realidad la afirmación de Alberto Fernández diciendo que no sale agua de las canillas uruguayas. Hoy se puede bombear del Río de la Plata gracias a inversiones hechas por OSE en gestiones pasadas. Esto NO es manija, es la verdad.

Otro tipo de manija también se dio en temas como la seguridad, donde el propio Lacalle dedicó sus menguadas intervenciones legislativas, a la generación de esas manivelas discursivas. Lo hizo cada vez que pudo contra la administración Bonomi, con expresiones que hoy hacen parte de la dialéctica defensiva de una gestión que está herida por muchos flancos y muy pero muy lejos de ser un éxito como pregonan.

Fue tanto el tiempo perdido en dar manija que se hubieran -nos hubiéramos- ahorrado mucho los uruguayos empleando ese esfuerzo en la construcción de los consensos que hoy se reclaman. A tal punto que ahora recurren a medidas propuestas por la oposición (algunas hasta implementadas durante las gestiones frenteamplistas), para hacer parte de un acuerdo multipartidario que ponga proa hacia una verdadera política de Estado en materia de seguridad.

La manija fue y es una creación propia de quien hoy reclama su cese. 

Lo hubiera pensado antes, Presidente, porque la vida es un boomerang y todo vuelve, siempre. A veces, con más fuerza y decisión.

Por la manija, ¿vió? 

el hombre quería arrancar la cachila,
el perro ladraba una vuelta más…


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