Al igual que la Justicia -a la que siempre se le tilda ese defecto dilatorio- se aplica la máxima a otro ente inmaterial que nos congrega y organiza como sociedad: el Estado. Esa demora en hacer sentir su presencia se equipara a un tiempo demasiado largo en que un barrio entero de la capital uruguaya debió esperar para que junto con aquella llegara don Estado a derramar una multiplicidad de servicios que fueron dejando en absoluta indefensión y rezago a los vecinos que eligieron ese lugar para vivir. Aquello de la teoría de las ventanas rotas se cumplió sin excepciones en Los Palomares, nombre con el que se conoce a la Unidad Misiones de Casavalle. Un día se rompió un foco de luz y no se repuso, otro día se construyó una extensión de una vivienda del complejo de forma irregular y nadie la observó, y otro día dejó de pasar el recolector domiciliario de residuos y así, poco a poco se fue tugurizando el lugar. Hoy empieza una nueva etapa, donde el Estado retoma el lugar que nunca debió ceder y los vecinos lo celebran. Un proceso de deterioro que excede en décadas a este Gobierno, algo que también es cierto. Tardó, … pero al final llegó el Estado y será para quedarse.