Todas las muertes duelen, ninguna vale más que otra. Por eso es que hoy que lloramos la muerte de otro policía debería ser momento de empezar a desnaturalizar estas cotidianas pérdidas que han enfermado a la sociedad uruguaya. Nada es casualidad y responde a una trágica causalidad que la genera. Hemos asistido en los últimos tiempos a una escalada de violencia que, lejos de terminar, se nutre de más y más hechos a cual más virulento. Morir en la calle, en la cárcel o en el hogar ha pasado a ser un hecho frecuente para los uruguayos y salvo que nos pegue de cerca, no deja de ser una noticia más de la crónica roja incorporada a la agenda diaria. Hemos naturalizado la muerte violenta casi sin darnos cuenta, viene siendo tiempo de empezar a tomar conciencia para hacer algo que revierta la tendencia. Hoy no es, hoy no debería ser, un día cualquiera...