El Perro Gil... el posta. |
Un apodo que te pusieron por calentón pero también por leal y fiel a tus principios. Contigo no había lugar para la ventajeada. Eso lo aprendí desde muy chico.
Hoy te sigo extrañando como el primer día de ausencia. Una ausencia que se llena con recuerdos y enseñanzas imborrables.
Hoy no se festeja nada, solo quise decir que a pesar del tiempo que marca inexorable el almanaque queriendo advertir de tu partida, sigo esperando tu consejo y compañía como si nunca te hubieras ido.
Gracias por todo viejo...
Al viejo Perro Gil
Hace tiempo que partiste
y permaneces presente
el recuerdo permanente
dice que nunca te fuiste…
Desde el día que saliste
de aquel estudio final
que clavara su puñal
con cruel saña desmedida;
siendo el punto de partida
de tu crisis terminal…
No sabés cuánto me falta
para llegar a tu altura,
tu valor te dio estatura
que se me hace muy alta…
La dignidad se resalta
cuando se tiene conciencia
que no hay remedio ni ciencia
que a tu mal le brinde cura…
La muerte empuja y apura
sin espera ni paciencia…
Cómo me hubiera gustado
compartir mis alegrías,
y verte en las librerías
recorriendo publicados.
Tu pecho se habría hinchado
lleno de sano orgullo,
pues verías a un hijo tuyo
alternando estanterías,
seguro disfrutarías
en silencio, sin barullo…
Te robé hasta el apodo
por la única razón
que no tuviste ocasión
de cedérmelo a tu modo…
Sin rebusques ni acomodos
te doy las gracias por ello
pues ser un perro es destello
de sana fidelidad.
Esa es la pura verdad
de un seudónimo con sello…
Por que fuiste mi Papá,
pero ante todo un amigo,
seguís estando conmigo
como hace años atrás…
Pero también, y además,
porque el viejo Perro Gil
me enseñó que hay que vivir
plenamente en esta vida,
disfrutando la estadía
hasta el día de partir…
Julio César (El Perro) Gil
20/9/1928 - 7/1/2003