¿Qué dijiste, Viejo?
Aquella sala de emergencia estaba calma, ya había pasado la medianoche y atrás había quedado el Día de Reyes. En la camilla estaba él, con su debilitado cuerpo pero con la dignidad intacta. El suero caía sin pausa con un goteo incesante por aquel catéter que vertía su última dosis. Unas tras otras, diminutas, transparentes, e inútiles, iban cayendo al vacío, en rítmica procesión. Ellas, las gotas...