Pasé el domingo por casualidad. El espectáculo no era nuevo pero aún así me resultó simpático verlos ocupando el espacio público para disfrutarlo bailando tangos y milongas. Al doblar por Julio Herrera y tomar 18 de Julio lo hice bien despacio, quería disfrutar aquellos acordes aunque fuera un instante y ver la alegría dibujada en los rostros de los tangueros que se atrevían a demostrar su arte en público y -también- en las caras de quienes se agrupaban para disfrutar del espectáculo. Lo que no supe allí (se daría luego de mi fugaz pasaje) fue el anacrónico e insólito episodio de no permitir el baile a dos personas del mismo género, bajo la consigna de no querer “maricones ni tortas”. Lo que parecía una movida cultural simpática y pintoresca, terminó siendo una milonga de cuarta...