Don Pepe Batlle |
Tras los gobiernos de José Batlle y Ordóñez, culminando el siglo XIX, con una democracia consolidada y niveles de bienestar asimilables a los europeos, Uruguay mereció el calificativo de “la Suiza de América”. Un tiempo que supo ser referencial para quienes lo vivieron; y mucho más para los que -ya pasado ese tiempo fértil- añoraron aquella época de vacas gordas y peso fuerte. Un deterioro que empezó a gestarse a fines de la década del 50 y principios de los años 60, y se mantuvo luego durante el período de la dictadura y los primeros gobiernos tras la restauración democrática. Porque, tras la recuperación del régimen institucional debimos soportar -todavía- unos 20 años consecutivos de ajustes y decrecimiento económico que estallaría con la crisis del año 2002. Aquella imagen pasó a ser una vieja y desteñida postal de un país que muy pocos recordaban o habían disfrutado. Sin embargo, el mismo calificativo le podría calzar a la perfección en esos años, pero claro, no serían los mismos parámetros de entonces sino otros bien diferentes donde la especulación y la captación de capitales golondrinas pasarían a ser el principal desvelo de los gobernantes de turno que pretendían hacer del Uruguay un vendedor de servicios financieros. Otra vez éramos la Suiza de América, pero la otra, la de las cuentas anónimas y capitales evasores...