A pesar del incremento de casos, la pandemia cedió terreno y no parece ocupar el centro de la agenda noticiosa uruguaya… por ahora. Sin embargo otra pandemia empieza a instalarse rápidamente al impulso de una sociedad que no está dispuesta a sufrir sus peores efectos en carne propia. Menos aún, que le mientan de forma descarada con pura dialéctica argumental sin que se vean los resultados que prometieron en campaña. Aquello de los cinco mejores años de nuestras vidas ya viene consumiendo los primeros tres sin miras –siquiera- de poder apreciar algo de lo prometido, salvo para unos pocos privilegiados (los malla oro). A los recortes de todo tipo, que se sintetizan en la pérdida de salario real y, por tanto, del poder adquisitivo de la inmensa mayoría de los uruguayos, se le suma un creciente clima de inseguridad que no se contiene con explicaciones solamente y mucho menos con rebuscadas argumentaciones difíciles de creer. La situación empeora cada día que pasa, y la cartera empieza a sumar gestos que adelantan el final de una gestión que no da pie con bola. Una reunión sobre temas de seguridad en el deporte a la que no se convoca a ninguna autoridad del Ministerio del Interior; la demora injustificada en responder los reclamos de seguridad en un Liceo de Delta del Tigre (que tiene una comisaría a menos de 40 metros), junto a insólitas explicaciones para dar cuenta de restos desmembrados del cuerpo de una femenina en el barrio Peñarol, son claros ejemplos de una gestión en caída libre. Solo con “viru viru”, no alcanza…