En todo el año 2009, se iniciaron 9.980 expedientes en la Justicia Penal de adultos y 781 en la Justicia que corresponde a los jóvenes, precisó el abogado. Además, indicó que en Uruguay hay 27 jueces con competencia en materia penal. De esos 27, sólo cuatro son jueces de adolescentes. “No sería racional que si el 40% de los delitos los cometen personas menores de 18 años, nuestra política pública esté organizada de tal manera que tengamos 23 jueces para las situaciones que involucren a los adultos y sólo cuatro para adolescentes”, comentó.
Abogado Javier Palummo- Portal 180.com.uy
¿Es correcto realizar esta afirmación lisa y llanamente? Esos 781 expedientes de la justicia adolescente, ¿cuánto representan en cantidad y calidad de delitos? Seguramente sea esa la principal debilidad de quienes afirman que los delitos protagonizados por adolescentes representan porcentajes del orden del 4,6 % o del 12 % según sea la fuente.
Ese es el punto que no reconocen quienes aportan cifras que pueden parecer ínfimas y que se contradicen con la realidad que viven (vivimos) a diario los uruguayos, (en mayor proporción los montevideanos). Esos 781 expedientes que refiere el artículo, representan mucho más que 781 delitos, (multiplica por más de una cifra esa cantidad). Tampoco dice la índole de los delitos que representan esas 781 actuaciones, ¿quizás porque un gran número corresponda a hechos violentos? Entonces, ahí está un punto de discusión (no es el único), que enfrenta a quienes dicen que la minoridad infractora es un porcentaje menor y quienes afirman que representa mucho más que esa cifra que difunden las ONG’s.
No es necesariamente un tema de cantidad de protagonistas, sino que esos mismos protagonistas -siendo relativamente pocos- ocupan gran parte de la “cartelera policial” en lo que a hechos violentos se refiere.
Por otra parte, argumentar que solo existan definidos 4 jueces para juzgar adolescentes (contra los 23 de adultos), no es argumento válido para afirmar la baja incidencia delictiva de los mismos. Lo sería si conjuntamente se dijera la cifra y la naturaleza de delitos que representan esas 781 actuaciones judiciales que cubren tan solo cuatro magistrados de adolescentes. Esa es la parte de la noticia que no se conoce; pero basta con escuchar el raid delictivo de los protagonistas para reconocer que cada uno es poseedor de un cúmulo de antecedentes que no cuentan para las estadísticas... pero sí para una sociedad que ya no tolera más excesos.
Más allá de esta discusión matemática, importa decir que no es pretensión demonizar a los menores sino plantear la discusión en términos de realidad para poder –en base a un punto de partida consistente- plantear soluciones definitivas. Decir que no son un porcentaje importante implica restarle trascendencia al punto de querer disfrazar una realidad que se da de bruces con la situación que se repite a diario y consecuentemente casi con los mismos protagonistas. Una vez reconocido el punto de partida –que por suerte quienes tienen la responsabilidad de dar soluciones ya lo conocen- podremos ahondar en la implementación de soluciones al respecto. Soluciones que permitan erradicar definitivamente el problema y dar verdadera rehabilitación a quienes hoy ni siquiera tienen mínima contención.
Esta última afirmación –para quien tiene el privilegio de no haber sufrido ningún incidente protagonizado por menores infractores- resulta fácil de decir. Para quien sí sufrió las consecuencias de algún incidente al respecto, los porcentajes se incrementan. Ni que hablar para quien sufrió un evento luctuoso protagonizado por un menor infractor, para ese la cifra es absoluta y rebasa ampliamente la realidad ante la falta de consuelo por los resultados irreparables.
Los porcentajes nos inundan y dan letra a muchos editoriales; llenan espacios de prensa y ocupan la “sacrosanta” crónica policial de cada día. Pero la lectura que de los mismos hagamos nos permitirá reconocer primero, la gravedad del problema para encontrar sin más las soluciones. No será una lectura simple y llana, ni una exagerada y amplificada la que de un panorama cierto del tema, sino el reconocer que hasta ahora se han manejado criterios que no reflejan cabalmente la dimensión del tema.
El problema existe y es de una entidad que percibe y sufre la sociedad uruguaya; la misma que ya no tolera dilaciones para encontrar soluciones ante gurises que deben tener contención primero, para poder darles una segunda oportunidad. Y aún más lejos, encontrar las razones que llevaron a esos gurises al desvío, evitando la frustración de vidas perdidas (víctimas y victimarios) por no haber intentado siquiera mostrarles otro camino.
Los números marcan la cancha.
Por suerte todavía, matemáticamente tenemos chance...
el perro ladraba llamando la atención
mientras el hombre seguía sacando cuentas...
mientras el hombre seguía sacando cuentas...
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