Publicado en La ONDA digital
Mucho se está haciendo en materia de política penitenciaria en esta administración, (que no es otra cosa que construir sobre los cimientos que dejara el gobierno de Tabaré). Sin embargo el clima es otro: la población carcelaria “in crescendo” (1), obliga a repensar las estrategias pues ya no alcanza con seguir sumando construcciones donde alojar a quienes se alejan del orden social constituido. Llegó el momento -enhorabuena- de pensar en su rehabilitación.
Tamaña ingeniería política requiere de mucho pienso y voluntad, y en eso está la cosa. A pesar de las dificultades; a pesar de fugas (y malos funcionarios policiales que las propician), el camino está trazado y de él no se apartará este gobierno.
Es muy difícil aceptar cualquier intento de rehabilitación de un preso si quien lo intenta hacer fue víctima de su accionar delictivo. Más aún si la in conducta fue causante de hechos irreversibles. No obstante ello, en una sociedad que no admite la pena de muerte sino -por el contrario- consagra constitucionalmente que las cárceles no servirán para mortificar a los privados de libertad sino para su reeducación y reinstalación en la sociedad a la que agredieron, es imperiosa la aplicación inmediata de una política que ponga empeño en recuperar a la gran mayoría de quienes delinquen. Una fuerza humana que debe devolver parte del daño que causó a quienes se lo causó y que además debe compensar a una sociedad que le da -generosamente- una segunda oportunidad.
Bienvenida sea entonces la acción de un Patronato Nacional de Encarcelados y Liberados que propicia la reinserción a través del trabajo, merced ambiciosos proyectos que están operativos. Ya comenzó el trabajo de cuadrillas de PPL (Personas Privadas de Libertad) en Maldonado, Canelones y Rocha, limpiando terrenos con riesgo de incendio forestal, en acción coordinada con el SINAE (Sistema Nacional de Emergencia). De este modo se cumple con un reclamo social postergado que bregaba porque los privados de libertad trabajaran. Una medida que se irá potenciando a medida que los internos comprendan y asuman que este es el camino hacia la rehabilitación, un camino que les permitirá redimir pena (por cada día de trabajo disminuye el tiempo de reclusión), pero que además les permitirá generar recursos para ese día en que tengan que asumir su libertad.
Una actividad que al decir del cura Monzón (Presidente Honorario del Patronato), se consolidará con el trabajo y el convencimiento de los internos que tienen la responsabilidad de no permitir que naufrague la iniciativa aceptando las condiciones del programa y evitando que la fuga, sea una opción.
Semejante desafío enfrentan internos y autoridades; unos y otros protagonistas de una realidad que -por fin- empieza a mostrar alternativas y hace del trabajo una opción posible. Se irán sumando otros proyectos -ya se habla de 1.000 reclusos para trabajos en reacondicionamiento de las vías de trenes, y otros cientos para proyectos eólicos en curso- en los que participa el Estado desde sus empresas públicas que son, en definitiva, quienes brindan las oportunidades. Pero esta obra no quedará completa si desde la sociedad no somos capaces de aceptar, luego, al rehabilitado otorgándole una -efectiva y verdadera- segunda oportunidad. Seguramente allí estará el cierre final para quienes una vez se alejaron de las reglas de convivencia y tomaron el camino errado. De ahí que nada es posible sin la participación ciudadana. Si la sociedad -llegado el caso- rechaza a un rehabilitado por estas medidas, estará dando la espalda a una salida que hoy empieza a construirse. Esperemos que el tiempo que transcurra hasta entonces, sirva para convencer, (con hechos), a una sociedad recelosa y sufrida por quienes la lastimaron.
Confiamos que así será y que se confirme lo que decía mi viejo: que al final, el tiempo, siempre cura los grandes males…
Tamaña ingeniería política requiere de mucho pienso y voluntad, y en eso está la cosa. A pesar de las dificultades; a pesar de fugas (y malos funcionarios policiales que las propician), el camino está trazado y de él no se apartará este gobierno.
Es muy difícil aceptar cualquier intento de rehabilitación de un preso si quien lo intenta hacer fue víctima de su accionar delictivo. Más aún si la in conducta fue causante de hechos irreversibles. No obstante ello, en una sociedad que no admite la pena de muerte sino -por el contrario- consagra constitucionalmente que las cárceles no servirán para mortificar a los privados de libertad sino para su reeducación y reinstalación en la sociedad a la que agredieron, es imperiosa la aplicación inmediata de una política que ponga empeño en recuperar a la gran mayoría de quienes delinquen. Una fuerza humana que debe devolver parte del daño que causó a quienes se lo causó y que además debe compensar a una sociedad que le da -generosamente- una segunda oportunidad.
Bienvenida sea entonces la acción de un Patronato Nacional de Encarcelados y Liberados que propicia la reinserción a través del trabajo, merced ambiciosos proyectos que están operativos. Ya comenzó el trabajo de cuadrillas de PPL (Personas Privadas de Libertad) en Maldonado, Canelones y Rocha, limpiando terrenos con riesgo de incendio forestal, en acción coordinada con el SINAE (Sistema Nacional de Emergencia). De este modo se cumple con un reclamo social postergado que bregaba porque los privados de libertad trabajaran. Una medida que se irá potenciando a medida que los internos comprendan y asuman que este es el camino hacia la rehabilitación, un camino que les permitirá redimir pena (por cada día de trabajo disminuye el tiempo de reclusión), pero que además les permitirá generar recursos para ese día en que tengan que asumir su libertad.
Una actividad que al decir del cura Monzón (Presidente Honorario del Patronato), se consolidará con el trabajo y el convencimiento de los internos que tienen la responsabilidad de no permitir que naufrague la iniciativa aceptando las condiciones del programa y evitando que la fuga, sea una opción.
Semejante desafío enfrentan internos y autoridades; unos y otros protagonistas de una realidad que -por fin- empieza a mostrar alternativas y hace del trabajo una opción posible. Se irán sumando otros proyectos -ya se habla de 1.000 reclusos para trabajos en reacondicionamiento de las vías de trenes, y otros cientos para proyectos eólicos en curso- en los que participa el Estado desde sus empresas públicas que son, en definitiva, quienes brindan las oportunidades. Pero esta obra no quedará completa si desde la sociedad no somos capaces de aceptar, luego, al rehabilitado otorgándole una -efectiva y verdadera- segunda oportunidad. Seguramente allí estará el cierre final para quienes una vez se alejaron de las reglas de convivencia y tomaron el camino errado. De ahí que nada es posible sin la participación ciudadana. Si la sociedad -llegado el caso- rechaza a un rehabilitado por estas medidas, estará dando la espalda a una salida que hoy empieza a construirse. Esperemos que el tiempo que transcurra hasta entonces, sirva para convencer, (con hechos), a una sociedad recelosa y sufrida por quienes la lastimaron.
Confiamos que así será y que se confirme lo que decía mi viejo: que al final, el tiempo, siempre cura los grandes males…
el hombre soñaba con un jardín sin rejas,
el perro, con pasear sin correa…
el perro, con pasear sin correa…
(1) Si bien datos difundidos por el Comisionado Parlamentario Álvaro Garcé, estiman que la población carcelaria para el fin de este período superará los 10.000 internos, datos primarios comparativos de enero 2010 contra enero 2011 difundidos recientemente, establecen una tibia tendencia a la baja, que deseamos se confirme para bien de todos los uruguayos.
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